ANTROPOCENO

Gaza

Bernardo Bolaños. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

Entre ruinas y escombros, los niños jugaban a construir casitas para olvidar el hambre. Después se oyó el zumbido del misil y hubo, como siempre, gritos que acompañaron al gran estruendo. Los últimos edificios se doblaron, los autos se retorcieron y los pequeños quedaron desmembrados.

Israel reanudó los bombardeos en Gaza el 18 de marzo de 2025. Danny Yatom, nada menos que exdirector del Mosad, asegura: “El motivo de esta guerra es político. Estoy convencido de que el primer ministro comprendió que esta nueva operación no obligará a Hamas a rendirse”. Dependiente del apoyo de la extrema derecha israelí, Benjamin Netanyahu ataca sin plan, para mantenerse en el poder, sostiene el nutrido movimiento de protesta en Israel. Una petición firmada por mil pilotos aéreos y cientos de miles de otros israelíes denuncia que la guerra, que dura ya 18 meses, sólo sirve a los intereses del primer ministro. A menos que su objetivo, como pide el ministro de finanzas, sea imponer en la banda de Gaza un gobierno militar.

Agencias de la ONU, 12 de las más importantes ONG internacionales, así como reporteros independientes informan que la mayor parte de los 2 millones de habitantes de Gaza ingieren una sola comida al día, cuando tienen suerte.

El bloqueo total de alimentos y demás productos básicos, impuesto desde el 2 de marzo, es un nuevo crimen de guerra. Gaza se escribe con G de Guernica, con G de genocidio.

Los directores de esas 12 organizaciones de ayuda (incluidas Oxfam, Save the Children, CARE y NRC) dicen en una declaración conjunta del 17 de abril: “La supervivencia misma se está volviendo inalcanzable y el sistema humanitario está al borde del colapso […] Tenemos suministros listos. Contamos con personal médico capacitado. Tenemos la experiencia. Lo que no poseemos es el acceso ni la garantía por parte de las autoridades israelíes de que nuestros equipos puedan realizar su trabajo de forma segura”.

Querida lectora, querido lector, si me has acompañado hasta aquí, viene la propuesta. No podemos dejar que las acciones por la paz sean el monopolio de un puñado de activistas. En otros países, de mayoría musulmana, decenas de miles de manifestantes exigen el alto al fuego. Y no hay razón para que las naciones de mayoría católica, hinduista o confuciana no pidamos también que los palestinos inocentes sean salvados y los rehenes israelíes liberados.

Un día antes de su muerte, el Papa Francisco también se refirió a la “dramática e innoble situación humanitaria en Gaza” y pidió a las partes en conflicto que “cesen el fuego, liberen a los rehenes y presten una ayuda valiosa a la población hambrienta que anhela un futuro de paz”. Lo hizo en el día quizá más importante para los cristianos que es el Domingo de Pascua de Resurrección. El mejor homenaje que podemos hacerle al primer pontífice latinoamericano es activar nuestra indignación. Marchar por la paz en Medio Oriente significa, además, ir codo a codo con compatriotas de confesión judía que comparten la angustia ante el genocidio en Gaza. En la conciencia de cada cual quedará no haber hecho o dicho algo.

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