CNDH: cuotas, cuentas y cuentos

CNDH: cuotas, cuentas y cuentos
Por:
  • Carlos Urdiales

El Presidente López Obrador impuso, a través del Senado, a la hija de la activista, excandidata presidencial y Medalla Belisario Domínguez 2019, Rosario Ibarra, Rosario Piedra en la CNDH. Otra cuota del mandatario, otro emblema para la 4T, otro símbolo de la cercanía política por encima del merecimiento y la aptitud.

A Rosario Piedra tocará demostrar que su militancia en Morena no será factor, que su proximidad con AMLO no es como antes, que no es igual hoy que ayer porque ahora son ellos y no los otros; en fin, lo cierto es que si nada cambia y el 15 de noviembre asume la presidencia de la CNDH, su titular comenzará con un déficit de credibilidad y un superávit de politización.

Se necesitaron tres rondas de votación para lograr el mínimo requerido y designar a la favorita de Palacio Nacional, 76 votos de los 114 senadores presentes en la sesión del pasado jueves. Sin embargo, en el cómputo final aparecen 116, lo que eleva el umbral de 2/3 partes a 78 votos, que no los tuvo.

Cuentos sobre el doble voto (operación mini tamal) del senador Monreal, meten ruido al proceso. Las cuentas de los senadores se descuadran ante el azoro, que no asombro, de ciudadanos que constatan cómo se las gastan los guardianes del pacto federal.

Si en una elección donde el universo de votantes posibles es de sólo 128, acusan de fraude electoral, ¿qué harán respecto a procesos externos y mayores?

Trasciende el chat entre el líder panista Marko Cortés y la senadora azul Guadalupe Saldaña, en donde el primero le ordena “hacer un desmadre” ante la supuesta evidencia en video del doble voto de Monreal. La cínica instrucción exhibe la manera de hacer y entender la política, esa pompa de jabón albiazul es combustible puro para que, el gastado discurso presidencial sobre las mañas y marrullerías de azules y priistas, reverdezca.

LeBarón y el daño colateral, según la 4T

Solventados los conmovedores funerales de los nueve integrantes de la familia LeBarón, asesinados en Bavispe, Sonora, sus voceros y hermanos, Julián, Alex, Adrián y John, insisten en rechazar la hipótesis del Estado sobre la presunta confusión entre sicarios de grupos antagónicos, que disputan el control del trasiego de droga hacia Estados Unidos. La teoría del daño colateral.

“Fue un acto deliberado para crear terror”. Ésa es la conclusión de los familiares de las tres mujeres y seis niños asesinados. Los LeBarón llegaron antes que cualquier autoridad a los dos escenarios de las masacres. Afirman que esos terrenos y declives permitieron ver a los agresores que no se trataba de ningún convoy enemigo, tal como apuntan las versiones de la FGR y la Secretaría de Seguridad.

Los LeBarón no quieren justicia por propia mano, quieren la justicia del Estado, exigen empatía del Presidente López Obrador que, dice Alex LeBarón, ha sido insensible ante su desgracia. Reclaman la tardanza de autoridades para llegar a la escena del crimen y después, el juego perverso de casi 48 horas para decidir cuál fiscalía atendía el caso. Incluso la FGR no lo hace aún argumentando desconocer si es crimen organizado o delito del fuero común. Así, los LeBarón levantan la voz y otros guardan silencio.

Ni horrores (ni errores) harán cambiar la estrategia: AMLO

Ante la tempestad que desató la secuencia de hechos en Culiacán y Bavispe, el Presidente López Obrador se muestra firme, estoico. La estrategia de combatir la violencia con ejemplo, prédica, apoyo social y sin violencia, goza de cabal salud. Ni las ofertas guerreras de Trump o la ayuda profesional del FBI y otros cuerpos de élite militar de Estados Unidos, mueven al mandatario de su postura.

Están drogados. López Obrador dijo que los matarifes que rociaron plomo y gasolina a mujeres y niños cerca de Agua Prieta, así como aquellos que sitiaron Culiacán e hicieron recular a soldados y guardias nacionales (o los que destazan cuerpos y los arrojan por céntricas avenidas o desde motonetas rafaguean a familias rivales en el narcomenudeo), están drogados.

Revelación que suponíamos. Certeza inútil que en nada alivia la crisis de seguridad y violencia, y cuyos horrores mantiene incólume la voluntad presidencial de ofrecerle abrazos a quienes tiran balazos.