Gabriel Morales Sod

¿Debemos deshacernos de las encuestas?

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod
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A pesar de que los resultados aún no son definitivos, queda claro que las encuestas fallaron en la elección estadounidense, probablemente todavía más que en la contienda anterior. Aunque el error en términos porcentuales será similar, en 2020 las encuestadoras no tienen el pretexto que tuvieron en la elección pasada. Sin embargo, es importante aclarar por qué las encuestas fallaron, tanto para desechar hipótesis falsas que nublan nuestro entendimiento político como para tratar de responder si vale la pena seguir haciendo encuestas.

En 2016 las encuestas erraron por un principal motivo; a pesar de que era claro que entre los votantes blancos sin educación universitaria el presidente Trump llevaba la delantera, las encuestas estimaron mal el porcentaje de esta población que saldría a las urnas; es decir, que el error no fue en capturar las preferencias, sino en el cálculo de participación electoral. En el 2020, las encuestadoras corrigieron este error. Sin embargo, se presentaron nuevos sesgos, inesperados. Una primera hipótesis, aunque aún sin evidencia contundente, sugiere que el error de las encuestas se debe a la crisis del Covid-19. El electorado demócrata tiende a acatar más las regulaciones de salud y a quedarse en casa durante la crisis, en parte porque cree en la ciencia y probablemente porque, en el caso de su electorado blanco, tiene la posibilidad de trabajar desde casa. Esto, según la hipótesis, incrementó el número de respuestas del electorado demócrata, sesgando las encuestas.

La segunda hipótesis, mucho más preocupante, es que se ha vuelto extremadamente difícil para los encuestadores predecir quiénes contestarán las encuestas telefónicas. Cabe señalar que esto es distinto a decir que la gente miente cuando contesta las encuestas (hipótesis de la cual no hay ninguna evidencia). Más bien lo que sucede es que, por un lado, los demócratas, quienes alarmados por los actos del presidente se han vuelto mucho más activos políticamente, tienden a contestar encuestas, mientras el electorado republicano, en parte como consecuencia de la deslegitimación de las encuestas en la prensa de derecha y a voz del presidente Trump, parecen no querer participar. Para tratar de resolver este problema, los encuestadores decidieron en sus muestras tener un alto número de electores registrados como republicanos; es decir, seguir llamando hasta que el porcentaje definido de republicanos conteste. El problema con esta estrategia es que los republicanos que contestaron, es decir los menos escépticos, son aquéllos más hacia el centro que terminaron dejando a Trump y votando a Joe Biden. Estos electores probablemente le dieron la victoria a Biden; sin embargo, no son necesariamente representativos del partido republicano y, por lo tanto, terminaron equivocando las encuestas.

Los errores de las encuestas tienen consecuencias políticas importantes. Por un lado, contribuyen a la pérdida de confianza del público en los medios de comunicación y, por el otro, pueden llevar a candidatos a cometer errores políticos. Por ejemplo, los sondeos señalaban que Ohio (que terminó ganando Trump con facilidad) estaba en juego. Joe Biden visitó el estado un día antes de la elección, perdiendo tiempo de oro en un estado que no tenía posibilidad de ganar. La pregunta entonces es si debemos deshacernos de esta forma de medir la opinión. El problema es que los únicos sustitutos que tenemos hasta el momento son el juicio de expertos, las actitudes de nuestros vecinos y nuestra intuición. Parece entonces que el objetivo tiene que ser mejorar las encuestas, pues desecharlas podría resultar en un escenario aún más peligroso.