¿Netanyahu, contra el cese al fuego?

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Esta semana, después de decenas de intentos fallidos en los últimos meses, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución exigiendo un cese al fuego en la guerra entre Israel y Hamas, que pronto cumplirá medio año. A pesar de que Estados Unidos se abstuvo y no votó a favor de la medida, pues ésta no incluye un llamado explícito a la liberación de los rehenes israelíes en Gaza, el hecho de que Washington no la haya vetado habla del hartazgo del presidente Biden ante el juego político del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

Después del ataque terrorista y la masacre de Hamas el 7 de octubre del año pasado, los poderes occidentales condenaron fuertemente la agresión y expresaron su apoyo a Israel. Sólo unos días después el presidente Biden pronunció un discurso histórico que respaldó el derecho de Israel a defenderse, y rápidamente EU envió al área portaaviones y barcos, que sirvieron como una clara advertencia para Hezbolá y otros actores de abstenerse a atacar a Israel. Sin embargo, conforme pasan los meses, Israel ha ido perdiendo el apoyo de Occidente. Los factores son varios: la alta tasa de víctimas civiles palestinas y la negativa de Israel a aumentar el flujo de la ayuda humanitaria; la negativa de Netanyahu a prescindir en su Gobierno de las facciones de ultraderecha y formar un Gobierno de consenso; y, la más importante de todas, la falta de un plan para el día después de la guerra que ofrezca a los palestinos, a los israelíes y a toda la región una visión de paz. El Gobierno de Israel ha sido, hasta hoy, incapaz de explicar quién gobernará Gaza y cuál es su plan para estabilizar la región.

El culpable de esto es, sin duda, el primer ministro israelí quien, en palabras del propio presidente Biden y la vicepresidenta Harris, está preocupado no por el futuro de Medio Oriente ni por el bienestar de la población israelí, sino por su propia supervivencia política. Netanyahu podría ceder a las demandas internacionales para aumentar la ayuda humanitaria, formar un gobierno de consenso y relanzar un proceso de paz que incluya la normalización de relaciones con Arabia Saudita; sin embargo, para poder llevar a cabo este plan, tendría que renunciar al apoyo de la ultraderecha y poner en peligro su permanencia en el poder. Como siempre, su interés personal lo sobrepone al de la nación.

En respuesta a la resolución del Consejo de Seguridad, el primer ministro criticó fuertemente a Estados Unidos y canceló el viaje de dos de sus ministros para discutir, en Washington, el futuro de la guerra. En el corto plazo, mostrarse firme contra Biden le suma puntos con su base y con la ultraderecha, pues Netanyahu se presenta ante su público como un hombre fuerte que resiste incluso las demandas de Estados Unidos. En el mediano y largo plazo esto resultará desastroso para Israel, pues el apoyo internacional, sobre todo de Estados Unidos, es la pieza central de la seguridad. A pesar de los discursos del primer ministro, lo cierto es que la resolución pone una importante presión tanto a Israel como a Hamas, y en la región vuelve la esperanza de que pronto cese el fuego y Hamas libere a los rehenes.