ENTRE COLEGAS

Consultas virtuosas: la infantil y juvenil del INE

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Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Desde 1997, el entonces Instituto Federal Electoral realizó un primer ejercicio para que niñas, niños y jóvenes mexicanos empezaran a tener un sentido de participación en temas políticos y sociales.

A partir de entonces, cada año correspondiente a la celebración de elecciones federales se realiza la consulta infantil y juvenil. En la medida en que se complejizó la logística de las elecciones —más aún cuando hay entidades con comicios concurrentes, donde llegan a elegirse hasta seis cargos—, se decidió acertadamente separar dicha consulta de la jornada electoral. Es así que este año llegamos a la novena edición. En ese sentido, es invaluable la serie de tiempo: 24 años y nueve levantamientos realizados en intervalos regulares (aunque el cuestionario no haya sido uniforme en todas las ediciones).

Hay que señalar que cada vez se afina más el instrumento para recibir información valiosa de la población de estudio. Para la presente edición, se segmentó a la población infantil y juvenil en cuatro rangos de edades: 3 a 5, 6 a 9, 10 a 13 y 14 a 17 años. Ello permitió que las preguntas se realizaran adecuadamente para la comprensión de los distintos grupos de edad, además de atender a indicadores sociodemográficos. El diseño de las boletas se realizó atendiendo las recomendaciones técnicas del equipo de expertos del Programa de Investigación sobre Infancia de la UAM Xochimilco. En esta ocasión, las baterías de preguntas —en sintonía con la visualización y acciones afirmativas que el INE promovió para mejorar la representación política de diversos grupos— se concentraron en derechos humanos, bienestar y medio ambiente (cuidado del planeta).

Como era de esperarse, hubo un bloque de preguntas relativas al Covid-19. Ojalá sea la única y última vez, pero lo cierto es que se trata de una radiografía de enorme valor para entender cómo la niñez y la juventud mexicanas han enfrentado la prolongada pandemia. En ese sentido, aprovechando las ventajas de la tecnología y la reactivación de las actividades públicas, una gran determinación por parte del INE en la organización de la consulta fue que se realizó de forma híbrida y a lo largo de todo el mes de noviembre, en vez de hacerlo en un solo día.

Como otra medida más de inclusión, se consideraron plantillas en sistema Braille y boletas en lenguas indígenas. Otro de los principales aciertos del ejercicio, para identificar y avanzar en una agenda de derechos, fue permitir que los participantes pudieran expresar una identidad de género no binaria.

Si bien pudiera entenderse como algo “contaminante”, polémico, y que quizás desvirtuaría el sentido original de la consulta, algo que podemos considerar que falta en estos ejercicios es indagar sobre las preferencias partidistas de la juventud. Creo que eso, al menos, tendría dos virtudes: preparar al futuro electorado ante la decisión de participar en la conformación de gobiernos y congresos, y tener elementos para una reflexión sobre algo que, como buen dogma, no se discute y se da por asumido: la inamovilidad de los 18 años, como punto a partir del cual se otorga la condición de elector a los ciudadanos en México.