Julia Santibáñez

Desembarazarse: varias lecturas

LA UTORA

Julia Santibáñez*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Julia Santibáñez
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Ella debía ser madre, como corresponde a las chicas normales y guapas. De ahí la pena social por abortar: miedo, culpa, desprecio. Primero de sí para sí; luego, de todos. Subyace la idea de pecado, así que el sistema se robustece cuando la transgresión es castigada. Vaya película predecible.

¿Y si no? ¿Si para alguna es indiferente malograr la preñez? Qué tal esta declaración: “Es como si me hubieran sacado un diente: aunque habría preferido que no fuera necesario, no tenía opción. No tenía ganas de ir. Pero una vez que estuvo hecho, estuvo hecho”. La narra Sandra Vizzavona en Interrupción. El aborto desde la experiencia de las mujeres que lo han vivido, junto con otros casos reales que, claro, evidencian las paradojas del asunto: la maternidad impuesta a una adolescente y, después, la adulta que cancela la gestación; certeza de tomar la alternativa correcta o certeza contraria; autodeterminarse, asumir el proyecto individual como prioridad; arriesgar la vida; envidia de tener hijos o alivio de no tenerlos, entre otras.

La hoy Nobel Annie Ernaux abortó en 1963; décadas después lo puso por escrito en El acontecimiento, donde apunta que, para muchos, el tema no tenía cabida entonces en el lenguaje. Luego subraya la urgencia de hablar de esa posibilidad en la vida de toda mujer, restarle la fuerza del silencio; la única culpa que siente Ernaux al respecto es no haberlo compartido antes.

La cuestión resulta tan abstrusa, porque si bien cada legrado es ritual de una persona, en él hacen eco la familia, la religión, el dueño del esperma, los medios, el hormonar, imperativos de género, el discurso imperante de la maternidad es siempre una buena noticia.

Estoy viendo Rubia, película sobre Marilyn Monroe, con la cabal actuación de Ana de Armas. Dos veces obligan a la actriz a abortar y ella sufre en mayúsculas. De hecho, los hijos no deseados son hilo conductor de la cinta: como el padre huyó al nacer Norma Jeane, su madre la odia, mientras la estrella vive en busca del daddy; en una escena inconcebible de tan mala, el embrión le reclama a Marilyn “lastimarlo”; dos personajes dicen que sus padres no querían tenerlos; Monroe adulta le confirma a su mamá haber hecho lo correcto al darla a luz, sin apoyo alguno.

Este hilo de lugares comunes sobre el desembarazo hubiera sido normal en 1970, no lo es en 2022: qué creativos Netflix, la productora de Brad Pitt, el director Andrew Dominik (y chance Joyce Carol Oates, aunque no he leído su novela). ¿Por qué este panfleto Provida, con el mensaje violento de siempre? ¿Les dio frío cuestionar estereotipos? ¿Tenían que humillar a la traumada que huele el dinero y es algo puta? Si se dieron libertades, ¿por qué no una propuesta para contribuir al debate de género, en el contexto del retroceso de la Corte Suprema de EU? Qué pasatiempo más soso. Olvidable.