Mauricio Leyva

Acapulco y la narrativa

FRONTERA DE PALABRAS

Mauricio Leyva*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mauricio Leyva
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Acapulco ha sido un lugar emblemático para el mundo, sólo un extraviado se atrevería a negar el peso histórico que ha tenido uno de los puertos más bellos del mundo en la vida comercial de México. La ruta de comercio más importante que tuvo nuestra nación llamada en aquel entonces la Nueva España encuentra sus antecedentes en la ruta del Galeón de Manila conocida comúnmente como Nao de la China y que comprendía varios navíos marítimos, los cuales mantuvieron una profunda vida económica, social y cultural que se mantuvo vigente por poco más de 250 años. La importancia de esta ruta comercial unía tres continentes: Asia, América y Europa, en un periodo que abarcó de 1565 a 1815 y la ruta del Galeón de Manila era junto con la Carrera de Indias, una de las dos de mayor relevancia.

Esta importancia comercial, cultural y social marcó la vida de nuestra nación de una forma profunda y me atrevo a decir que de un impacto incalculable aún en la actualidad ya que usos y costumbres, comidas, ropa, lenguaje, música, bailes y la misma naturaleza como frutas y palmeras fueron parte de ese intercambio. La famosa leyenda de Mirra de Catarina de San Juan que da origen a la China Poblana llegó al puerto de Acapulco. Los 250 años solamente de esta ruta comercial ha llevado a comunidades académicas a trabajar para promover la ruta del Galeón de Manila o Nao de la China como Patrimonio Cultural ante la Unesco. Es decir, Acapulco no es ni fue nunca un lugar limitado a la atracción turística y al esparcimiento, antes de llegar a su época dorada representó la apertura de nuestro país hacia el mundo, su posición geográfica y el esplendor de su magnífica bahía inspiró a viajeros, aventureros, exploradores, artísticas y un sinnúmero de personajes, quienes dejaron testimonio de ello. En la memoria del mundo existe un Acapulco cultural, intenso, profundamente artístico y revelador poseedor de una vibrante energía creativa y escenario de historias únicas en novelas, cuentos, teatro, crónicas, poesía, literatura en sí creada por los grandes autores y autoras.

Ese Acapulco que ahora ha sido embestido brutalmente por el Huracán Otis, requiere de sus escritores y de sus escritoras, necesita de una narrativa que desde la riqueza de nuestros géneros venga a crear y recrear el Acapulco que era y el que pueda llegar a ser. Lo acontecido necesita de la crónica y de la novela para denunciar y mantener la memoria. Acapulco requiere de la poesía y del teatro para liberarse y del ensayo para analizar y establecer una relación diferente con la humanidad misma, al igual que demanda la catarsis del cuento y la persuasión del periodismo. Si los autores de hoy dedican cada uno un sólo escrito, una sola empresa literaria a lo se vivió, se vive y está por vivirse, el impacto puede ser importante en la mirada de las generaciones actuales y las venideras. El asunto no es únicamente enfocarse en restaurar lo físicamente dañado sino ocuparse de lo que nadie se habrá de ocupar: resarcir el alma. Estoy convencido de que solamente a través del arte y de la cultura, en el asunto específico a través de la literatura se logrará generar un cambio de rumbo y hacer de esta desgracia una narrativa diferente no únicamente en la letra sino en la vida misma.

Acapulco también necesita víveres para el alma, para el espíritu, necesita voz, autores, requiere pronto de sus literatos y literatas. La literatura insobornable es impostergable en el drama que allí se vive.