Mónica Argamasilla

Personajes entrañables

LAS LECTURAS

Mónica Argamasilla*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Mónica Argamasilla
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Existen personajes que traspasan la ficción y se quedan para siempre en nuestro corazón. Esos personajes a los que nos cuesta trabajo despedir una vez que cerramos el libro. A veces sus historias las llevamos como propias. Estos seres de ficción toman una dimensión real marcando nuestras vidas a través de sus experiencias o enseñanzas.

Uno de los personajes que llevo siempre en el corazón es Simonopio, Del murmullo de las abejas, de Sofía Segovia. La dulzura y devoción del personaje abandonado por un problema físico, rescatado por las abejas y la eterna nana Reja, es el ejemplo del amor desinteresado. En plena época prerevolucionaria y de la gripe española en Nuevo León, Simonopio se va ganando el corazón de todos los que va tocando con su alma. Él aprende a escuchar y entender la naturaleza y el mundo que lo rodea por medio de los sentidos. Un personaje construido con los elementos del realismo mágico, que nos recuerda lo que es el agradecimiento y la lealtad, y que la verdadera belleza está en el interior y se lleva en el corazón. Un personaje al que dejar atrás me costó algunas lágrimas y un luto literario extendido.

Un caballero en Moscú, de Amor Towles, me regaló a uno de los personajes de los que más he aprendido y más trabajo me ha costado soltar. El conde Rostov es condenado por los bolcheviques a vivir en un arresto domiciliario en el hotel Metrópol de Moscú por el resto de su vida. Su delito fue pertenecer a una nobleza zarista que no tiene cabida en la nueva Rusia proletariada. El conde es el claro ejemplo de que la educación es algo atemporal. Los valores, la lealtad, la amistad, la clase y el buen gusto cobran vida en el genial personaje que ve la vida a través de un cristal lleno de luz. De la adversidad siempre se crece, la resiliencia es su característica principal.

De la genial Rosa Montero me enamoré de Raluca, el personaje principal de su novela La buena suerte. La mujer con un ojo de vidrio y quien vive en el pueblo más feo de España, encuentra siempre la manera de sentir que en la vida le ha tocado la lotería. Cuando Pablo llega a Pozonegro cargado de culpa y con la intención de desaparecer, conoce a Raluca, de quien aprende que a la vida uno se enfrenta dependiendo del cristal con que se mire. Su infinita bondad es una enseñanza de vida que traspasa la ficción.

¿Quién no se ha enamorado del tío Paco de Persona normal, de Benito Taibo? Cuando Sebastián pierde a sus padres, se va a vivir con el tío Paco. Éste le enseña que la vida puede ser una aventura fantástica. “Los sueños son de quien los sueña y de nadie más”. Paco anima a Sebastián a no conformarse nunca con una existencia “normal”, y para eso hay que leer, preguntar, atreverse a cuestionar y no traicionarnos a nosotros mismos: “Preocúpate el día que te miren como una persona normal. Tú mereces tener una vida extraordinaria”, “Nunca pierdas el sueño por aquello que no tiene solución. Nunca pierdas aquello que tiene solución. Nunca pierdas tus sueños”.

Días sin ti, de la española Elvira Sastre, me presentó a Dorita, la abuela de Gael, que atraviesa una triste ruptura amorosa. Por medio de sus consejos y vivencias, Dorita lo ayuda a sobrellevar el dolor. Cuando alguien falta, su ausencia se convierte en un agujero inmenso y aterrador. Aquello que “pudo haber sido” deja una enorme tristeza que la abuela va equiparando con el dolor de haber perdido a su marido durante la posguerra. Entre ambos personajes se forma una complicidad a través de frases llenas de amor y sabiduría, en una de las prosas más hermosas que recuerdo. Los días sin ti son aquellos que se quedaron en el reloj del ayer. Una historia que logra transformar la tristeza en esperanza.

La literatura no sólo nos regala grandes historias, nos entrega también personajes que se vuelven amigos, familia, que ocupan un lugar inmenso en nuestro corazón.