Rafael Rojas

Mujeres intelectuales en América Latina

APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

La chilena Gabriela Mistral.*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
La chilena Gabriela Mistral.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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A pesar de que la disciplina académica de la “historia intelectual”, que renueva desde hace décadas la vieja historia de las ideas, se desenvuelve en contextos de avance de los derechos de las mujeres y difusión del feminismo, su objeto de estudio sigue siendo, en lo fundamental, intelectuales hombres. Un libro reciente, coordinado por la historiadora argentina Silvina Cormick, busca desplazar el enfoque a las mujeres intelectuales, aunque preservando la misma metodología.

El libro, justamente titulado Mujeres intelectuales en América Latina y que edita en Buenos Aires la editorial SB, incluye estudios sobre algunas figuras conocidas de las artes, la literatura y el pensamiento, en el siglo pasado, como la chilena Gabriela Mistral, la argentina Victoria Ocampo, la mexicana Nahui Olin, la cubana Mirta Aguirre o la brasileña Gilda de Mello e Souza.

Otras mujeres estudiadas, como la doctora en medicina, maestra y feminista argentina Cecilia Grierson, la también doctora, higienista y activista por los derechos de las mujeres Paulina Luisi o la política mexicana Amalia de Castillo Ledón, raras veces aparecen dentro de las historias del pensamiento femenino en América Latina, que excluyen, por lo general, a las científicas y las políticas profesionales. El volumen restablece y amplía la respuesta a la pregunta de quiénes fueron los intelectuales del siglo XX.

También se estudian escritoras con una posición lateral en el canon de las propias letras femeninas, como la narradora de literatura infantil costarricense Carmen Lyra, la poeta y periodista uruguaya Blanca Luz Brum y la también poeta, traductora y feminista argentina Nydia Lamarque. El libro es un cuestionamiento paralelo de la historia intelectual predominante, centrada en los “hombres de letras”, y de la historia literaria de las mujeres en América Latina.

En el prólogo, el historiador Claudio Lomnitz habla de un efecto revelador: las biografías de mujeres que se incluyen muestran a sus protagonistas bajo una nueva luz. Incluso las más famosas, como Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura, “nos es en el fondo desconocida”, dice Lomnitz, ya que en el estudio que le dedica Silvina Cormick la poeta chilena aparece autogestionando su condición de “voz y conciencia de América Latina”, en un gesto de autorización que repite y reta al de sus colegas latinoamericanistas hombres: Vasconcelos, Reyes o Henríquez Ureña.

Las doce autoras y autores convocados por Cormick en el volumen tienen larga experiencia acumulada en la historia intelectual y la trasladan al estudio de aquellas mujeres. En algunos casos, cuentan con archivos personales, en otros, se adentran en la vasta información hemerográfica, todavía inexplorada, sobre esas escritoras, traductoras, editoras, artistas, científicas y políticas del siglo XX latinoamericano.

El libro es apenas una muestra de lo que podría lograr un proyecto más abarcador y exhaustivo sobre mujeres intelectuales del siglo XX. Serían incontables los nombres y apellidos que, desde cada tradición cultural nacional, podrían postularse para reproducir a mayor escala: Juana de Ibarbourou en Uruguay, María Luisa Bombal en Chile, Alfonsina Storni en Argentina, Rosario Castellanos y Nellie Campobello en México, Magda Portal en Perú, Lydia Cabrera y Dulce María Loynaz en Cuba.

Tema que recorre el volumen, y al que las autoras y autores reunidos dan diversas respuestas, es la relación de aquellas mujeres con los feminismos. Por lo general, se observa una apuesta clarísima por el sufragio femenino, pero también una subordinación de la causa de las mujeres a proyectos ideológicos provenientes de los nacionalismos y comunismos de la primera mitad del siglo XX y la Guerra Fría. Habría que esperar a las últimas décadas del siglo XX para que el feminismo latinoamericano adquiriese una dimensión autorreferencial.