Rodrigo López San Martín

4T: de la polarización a la violencia

ES LA ESTRATEGIA...

Rodrigo López San Martín*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Rodrigo López San Martín
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

A lo largo de 30 años, Andrés Manuel López Obrador construyó el movimiento que lo llevó en 2018 a la Presidencia de la República desde la polarización. Siempre constante en sus ideas, hizo de la diferenciación su posicionamiento.

Pero incluso en episodios tan ríspidos como el conflicto postelectoral de 2006, la no violencia era el sello de su liderazgo. Muchas veces presumió, que en su plantón en Reforma, no hubo “ni un vidrio roto”.

Pero el ejercicio del poder, en lugar de centrarlo, lo ha radicalizado. Las últimas semanas, a pesar de una previsible negativa, se empeñó en votar la Reforma Eléctrica que envió a la Cámara de Diputados y tuvo su primera gran derrota política del sexenio.

Desde la posición de la derrota, optó por radicalizarse. Utilizando la misma estrategia de polarización, etiquetó a los legisladores de oposición que votaron contra su reforma como traidores a la patria.

Pero parece olvidar que, desde el poder, las cosas son distintas. Y desde la forma tan particular en la que él ejerce el poder y el liderazgo de su movimiento, más.

Vivimos en una realidad política donde parece que los integrantes de Morena viven para congraciarse con él. Una competencia de quién se envuelve más en las banderas presidenciales con el único objetivo de ganarse su simpatía hacia a 2024.

En una absoluta irresponsabilidad, el dirigente de Morena, Mario Delgado y la secretaria general, Citlalli Hernández, optaron por llevar la línea discursiva del presidente a terrenos mucho más peligrosos, anunciando una campaña de linchamiento público contra los diputados y diputadas que votaron contra la iniciativa presidencial.

Sobra recordar el legítimo derecho de estos legisladores a votar como ellos decidan. Está de más decir que, en una democracia, es no sólo normal, sino deseable que existan contrapesos y diferencias de opinión. El problema en esta ofensiva morenista va más allá de exhibirse profundamente antidemocráticos.

El problema está en que encendieron un cerillo en una sociedad que ha sido bañada con gasolina por 4 años.

Hoy, por esta irresponsabilidad, muchos simpatizantes y militantes de Morena, entendieron que su forma de participar en esta estrategia era la violencia. Que agredir a un opositor, es hacer patria.

Así, decenas de diputados y diputadas del PAN, PRI o PRD fueron amenazados, intimidados, sus oficinas vandalizadas. Hasta el punto más peligroso, que vivió la diputada María Josefina Gamboa, del PAN, siendo víctima de un acto de violencia a plena luz del día.

Esta escalada de violencia debe obligarnos a de hacer un alto en el camino. Los miembros de uno u otro partido son adversarios, no enemigos. Es válido creer en caminos distintos para el futuro de México. Y pensar diferente no hace a nadie traidor.

El presidente de la República tiene una responsabilidad social. Es momento de mostrar al estadista por el que muchos votaron en 2018. De marcarle un alto contundente a los suyos y modificar su discurso antes de que su propio movimiento se le salga de control. Lo último que necesita el México violento de hoy, es esto.