Valeria López Vela

Cuatro años atrás

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela
Valeria López Vela
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A una semana de las elecciones presidenciales en Estados Unidos es inevitable recordar cómo vivimos estos mismos días hace cuatro años. Más allá de la contingencia sanitaria, el ánimo de los votantes y de los observadores era otro: confiábamos en las instituciones, en el profesionalismo de la candidata Clinton y en la estabilidad de las relaciones con la OTAN. Poco de eso queda.

Las diferencias eran notorias: Barack Obama terminaba su segundo periodo de gobierno, con la frente en alto y la esperanza de entregar el Salón Oval a la primera mujer presidenta. El cambio de estafeta anunciaba buenos tiempos para el progreso social pues se habrían roto, finalmente, los límites para los grupos menos aventajados. Entonces, nos preguntábamos qué seguiría en la agenda: ¿el primer presidente latino?, ¿la primera presidenta gay?

Con las ilusiones puestas en los cielos, la vida nos entregó al dirigente más reaccionario que haya visto la historia americana: misógino, nativista y racista.

El triunfo de Trump fue una sorpresa para todos. Una semana antes de las elecciones, las encuestas anunciaban una probabilidad del 87 por ciento de éxito para Hillary Clinton y el partido demócrata. Consideraban que Clinton obtendría 335 votos del colegio electoral, con el 49 por ciento del voto popular.

Pensábamos, entonces, que ya no veríamos más los delirios del candidato Trump, que las bufonadas serían cosa del pasado, que la sorna no podría imponerse jamás a un razonamiento político y que los ciudadanos norteamericanos eran uniformemente progresistas. Nos equivocamos.

Las elecciones anteriores mostraron, sobre todo, los atavismos sociales que, durante décadas, estuvieron escondidos en los sótanos de los estados del cinturón bíblico. Personajes como David Duke, exlíder del Ku Klux Klan, perdieron el temor, y con ello la decencia, para vociferar prejuicios cargados de odio. Sin embargo, lo más aterrador fue constatar la sonoridad de sus palabras a lo largo de la Unión Americana.

Si los mexicanos llevamos un pequeño priista escondido en el pecho, los norteamericanos nos revelaron que el racismo recorre las autopistas y las pistas de los aeropuertos sin pasar por ningún filtro de seguridad.

Cuatro años después, el mundo enfrenta un delicado escenario social. La crisis sanitaria y la falta de liderazgo han hecho que gobiernos diletantes y presidentes populistas se conviertan en verdugos. La presidencia de Donald Trump nos demostró que solamente hay algo peor que un político profesional: uno no profesional.

Así, mi pronóstico para estas elecciones es reservado. Confío en el triunfo de Joe Biden; me ilusiona la participación de Kamala Harris, como vicepresidenta. Considero que los días no están para otro periodo de un populista con humor de pastelazo. Me gustaría preocuparme menos, respirar con más aliento y volver a confiar. Ojalá.