Valeria López Vela

Desmontar la lógica del terrorismo

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria López Vela
 *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El tren de la vida puede cambiar de dirección a voluntad del maquinista, aun cuando algunas direcciones sean más fáciles de recorrer que otras

Avishai Margalit

El ataque bárbaro que sufrió el pueblo israelí el 7 de octubre es la muestra más reciente de la bancarrota moral que caracteriza a los grupos terroristas, cuyas reglas de conducta son ajenas a los principios mínimos de la humanidad.

Por ello, intentar atacarlos, contenerlos o reprimirlos con las reglas vigentes del derecho internacional o de los principios morales occidentales es no comprender la naturaleza oportunista, mutable y polarizante que los caracteriza. Para enfrentar a Hamas es necesario desmantelar la lógica del terror y la provocación que, mediante el miedo, nos tiene rehenes de la incertidumbre y la polarización.

Es crítico hacer las preguntas correctas para desmontar la retórica del miedo y avanzar en la solución del conflicto. La peculiaridad de Hamas es que utiliza un doble juego; por un lado, opera como un grupo terrorista que, simultáneamente, gobierna el territorio de la Franja de Gaza. Respondamos a una pregunta simple: ¿quién tiene secuestrados a 200 rehenes israelíes? La respuesta no es clara. ¿Un grupo terrorista?, ¿el Gobierno palestino?, ¿o una mezcla de ambos? Ninguna respuesta alcanza porque estamos frente a un nuevo fenómeno que rebasa las categorías tradicionales.

La táctica fundamental del terrorista implica utilizar la intimidación como un medio para presionar al Gobierno y lograr cambios en el ámbito político, social u otros. En general, la víctima del acto terrorista no es el objetivo principal del terrorista; sin embargo, en el caso de Hamas, que las víctimas sean de religión judía sí es un elemento de odio adicional a considerar.

El acto terrorista se lleva a cabo para llamar la atención de la población y del Gobierno, que tiene la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos. El miedo y la intimidación ejercen influencia sobre las personas, impulsándolas a presionar al gobierno para que cumpla con las demandas planteadas por los terroristas.

A pesar de esto, Hamas tampoco sigue el modelo mínimo de actuación terrorista pues no ha hecho exigencias políticas específicas, sino que ha mantenido a los rehenes como botín de guerra y jugando con la vida y el sufrimiento de la población

civil palestina.

Entonces, tendríamos que pensar el conflicto en términos de una guerra sui generis. Los conceptos del derecho internacional tradicional son claramente insuficientes. Se tienen que replantear las reglas del juego con base en las características de este grupo terrorista, teniendo como guía los principios morales, no la reacción inmediata.

Esto significa que quien tendría que dar explicaciones por la barbarie es Hamas, no el Estado de Israel. Es momento inequívoco de dejar de culpar a las víctimas por razones del pasado o del presente.

La guerra representa el reconocimiento definitivo de que los seres humanos no compartimos una única comunidad con normas —legales y morales— comunes. Cuando las normas de diferentes comunidades entran en conflicto de manera significativa, estas comunidades se convierten en amenazas físicas mutuas. En este contexto, la única protección que una comunidad tiene contra sus enemigos es el uso de la fuerza.

Sin embargo, una vez que el enemigo ya no representa una amenaza, debería gozar de inmunidad contra el castigo, siempre y cuando haya participado en la lucha de manera justa y sin violar ninguna de las normas que consideramos dignas de respeto.

Para salir de la cárcel de polarización y de terror, sólo se me ocurre utilizar el concepto de libertad radical propuesto por Avishai Margalit: “…La libertad radical significa que, aun cuando las acciones pasadas, el carácter y el entorno de una persona constituyen un conjunto de limitaciones sobre sus acciones futuras, ello no quiere decir que sean determinantes. …La suma de todas las acciones pasadas no determina el curso de las acciones futuras, sino que incluso en cualquier momento podemos reconsiderar nuestra interpretación de las propias acciones pasadas…” .

En conclusión, los términos del conflicto y de su posible solución deben ser planteados por el Estado de Israel, en concordancia con los principios éticos de Occidente. Esto implica una estatura moral difícil —pero no imposible— de pedir a los agraviados en este momento, pues aunque los actos de Hamas han sido crueles y ominosos, la civilización israelí podría sobreponerse —sin rendirse— frente a ellos, estableciendo la pauta y el tono del conflicto.