Valeria Villa

No es que se acabe el amor

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa
Valeria Villa
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No es que se acabe el amor, se acaba la paciencia que es distinto. Se termina la capacidad para “sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u ofensivas, con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse. También la calma o la tranquilidad para esperar”. Esta definición de diccionario tal vez tendría que hacernos repensar en la conveniencia de ser paciente cuando se trata de una relación entre adultos. No parece una virtud sino un rasgo masoquista.

Hay que enfrentarse al claroscuro: el cariño, la lealtad a la historia, lo vivido, la intimidad compartida, lo resplandeciente, todo lo que conocimos del otro y que durante algún tiempo sobrevivió a la transición de la idealización – indispensable para enamorarse – a la desidealización al descubrir la sombra, los defectos del carácter, la hostilidad, el desamor, las promesas sin cumplir, los anhelos que jamás se convirtieron en realidades, todo lo que alguna vez se creyó posible pero que en realidad no lo era. Porque nadie cambia solamente porque te quiere, como dice la canción de Yoshi https://open.spotify.com/track/2mTWugtOne1S8OuPVGvFXb?si=7afc321c7ddc44d6

No se acaba el amor, es que hay cosas que no se pueden perdonar y nos engañamos creyendo que sí, que la nobleza y la bondad nos alcanzan para eso, porque son mejores las personas que perdonan, que dicen que es posible volver a empezar las veces que sea necesario. La verdad es que hay cosas que no se perdonan. Fracturas que no van a sanar.

Así lo decía Milan Kundera: “eso que pasó un vez es como si no hubiera pasado. Es la esencia de la vida humana: vivimos una sola vez sin ninguna experiencia y sin estar preparados y sin la capacidad para reparar lo que hemos hecho. ¿Actuamos bien o mal? ¿Escogimos sabiamente o no?.” Es posible que no lo sepamos y aunque en psicoterapia se hable mucho de la posibilidad de la reparación, la verdad es que hay eventos, decisiones, errores, que no se pueden borrar ni perdonar. No es que se acabe el amor, es que empezar otra vez requiere de una vitalidad enorme de la que a veces no se dispone, porque los años pasan, porque envejecemos, porque nos cansamos, porque la rutina y la costumbre hacen que nos habituemos hasta a lo más bello. Porque nada es para siempre y hasta la belleza cansa, el amor acaba.

Tal vez sí se acaba el amor cuando dos que se encontraron en un momento de la vida, cambian, evolucionan y quizá se desencuentran. Vivir se trata en parte de moverse de lugar, de cambiar, de rectificar y elegir otro camino. El amor se acaba cuando se privilegia la estabilidad pero no la vida. Ningún vínculo está libre de ambivalencia, es normal quererse quedar y al mismo tiempo quererse ir. No es lo mismo vivir con alguien a estar en pareja. Abundan las relaciones que se sostienen en la costumbre porque ven en la seguridad el máximo logro en la vida. Para qué cambiar y romperlo todo después de tantos años. Pero transformarse, irse a pesar de los años, también es una prueba de valentía, de autonomía, de un deseo irrenunciable de recuperarse a una misma. No es que se acabe el amor, es que a veces hay que irse para recuperar el amor propio.

Y, si vas a irte hazlo en persona. No por mail, ni por whatsapp, sobre todo si quieres irte de la mejor manera; la honestidad es clave: el futuro de la vida amorosa depende en buena medida de tener claro porqué se terminó una relación. La verdad duele pero libera; habrá quien decida poner límites radicales y dejar de tener contacto. Habrá quien fantasee con la idea de ser amigos, pero esta transición suele requerir de un proceso de duelo y no siempre es posible; hay que mantenerse firme en la decisión de irse, aunque se sienta culpa y recordar las razones por las que nos fuimos; si la ruptura se siente insoportable es recomendable pedir ayuda profesional. La forma en la que nos vamos de las relaciones y cómo lidiamos con ese dolor suelen revelar aspectos importantes de la personalidad que vale la pena revisar en terapia.

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