Valeria Villa

Dar y recibir:

LA VIDA DE LAS EMOCIONES

Valeria Villa *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Valeria Villa 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Dos verbos que sintetizan la vida vincular en la que siempre estamos insertos, porque existimos de a dos, en lo real o en lo simbólico. Dar es “hacer que una cosa cercana, propia o que se tiene, pase a otra de manera voluntaria”. Puede darse algo material o inmaterial. Hay que subrayar que dar es un acto voluntario y por eso, no deberían llevarse las cuentas de cuánto hemos dado.

Se puede dar apoyo, amor, abrazos, sexo, escucha, tiempo, comida, comprensión, dinero, regalos, perdón, lealtad, complicidad. A veces dar se trata de complacer a alguien. Darle gusto, decimos, como si el que da no lo disfrutara. Perder los límites al complacer a los otros puede hacer que quien da, quede en déficit, como dice la canción: Si te he dado todo lo que tengo, hasta quedar en deuda conmigo mismo… pero dar debería enriquecer y no producir sentimientos de pérdida. Así es el amor en las canciones. A veces se da sólo para seducir. De manera temporal, se exhiben las partes más generosas de las personalidad para después dejar de dar eso que atrapó al otro. Entonces en lugar de dar, se quita. La atención, el tiempo, el amor, los detalles, la mirada atenta y curiosa. Tal vez por el desgaste del tiempo, por la costumbre que todo se lo traga o por venganza. A veces castigamos quitando lo que dábamos.

Recibir es aceptar algo que se nos da. Podemos recibir un regalo con alegría o con indiferencia. Algunos no saben recibir regalos, ni cumplidos ni favores, porque tienden a la omnipotencia de creer que pueden hacerlo todo solos. También por poco amor propio: la gente que no sabe recibir, quizá piensa que no se merece cosas buenas. Recibir a alguien en la propia casa es quizá uno de los actos de mayor generosidad. Recibir a comer o a cenar, es una forma de esta dialéctica del dar y recibir. En algunas narrativas patriarcales, los hombres son quienes dan dinero, soporte, protección, ayuda. Las mujeres escucha, comprensión, alimento, perdón. Estos guiones son caricaturas porque lo que damos está al margen del género o debería estarlo. Las mujeres también dan soporte y los hombres pueden dar comprensión.

A veces damos pensando en lo que a nosotros nos gustaría recibir y no en lo que la persona quiere. Esto es una de las razones por las que, en parte, se dan desilusiones. Se interpreta el desencanto del otro como una devaluación de lo que hemos dado, pero quizá nunca abrimos el espacio para preguntarle qué era lo que deseaba recibir. A veces damos a manos llenas, muy rápido, sin límites y quizá no recibimos de regreso algo similar. Sí podía saberse.

En el dar y recibir, sería sensato ser realistas. Las relaciones son defectuosas, incluido este intercambio material e inmaterial. Los desencuentros son constantes, no existen los vínculos puros exentos de hostilidad. Quienes creen que dan puro amor y generosidad, podrían preguntarse qué hacen con la agresión y con el odio. Buscar vínculos, matemáticamente exactos en términos de reciprocidad, es imposible. Quizá una buena relación filial, de amistad o amorosa sí tiene un componente suficiente de reciprocidad: se da y se recibe comprensión, atención, cariño, abrazos, tiempo, en cantidad suficiente.

Pensar que las relaciones son para darnos paz es negar la naturaleza conflictiva y perturbadora del deseo. El deseo es conflicto y cuando no lo hay, tampoco hay mucha vitalidad. Habría que huir de la idealización de los vínculos, para poder dar y recibir mejor. También es pertinente preguntarse qué pasaría si dejamos de dar o de recibir como hasta hoy, si decimos no cuando siempre decíamos sí. Casi siempre es el miedo a la pérdida lo que nos rigidiza en el rol del generoso, aunque también en el del egoísta, que no da ni recibe por miedo a comprometerse y a “deberle” algo a los demás. Se puede recibir con alegría, con desconfianza, con culpa, con desdén, con suspicacia, con voracidad. Depende de nuestra posición en el mundo, del lugar que ocupamos en nuestras relaciones. Dar nos puede hacer sentir generosos y amorosos, pero también empobrecidos, en falta, en déficit. Nadie le debe nada a nadie, si partimos de que dar y recibir son actos que surgen del libre albedrío.