¿Hay infidelidades peores que otras?
Esther Perel se pregunta si hay una jerarquía de las infidelidades y quizá, en lo general, la mayoría piensa que es menos grave masturbarse viendo pornografía, que pagar grandes cantidades de dinero por servicios de prostitución, que descubrir que la pareja tiene una relación desde hace años o incluso un hijo oculto concebido durante el tiempo
de la vida conyugal.
Nadie debería juzgar la legitimidad del sentimiento de traición asignándole un tamaño arbitrario a la ofensa. En el consultorio observo algo semejante a Perel: parejas que perdonan repetidas infidelidades sexuales o parejas que rompen para siempre al descubrir mensajes de amor en un celular o en el correo electrónico.
20 años después algunas parejas siguen hablando de lo que cambió la relación para siempre, refiriéndose a una relación extramarital breve y sin profundidad. Otros se sienten lastimados sólo de pensar que su pareja ha fantaseado amorosa o eróticamente con alguien más. A veces la víctima de la infidelidad sexo-afectiva o sexual o afectiva es victimizada nuevamente por los distintos grupos sociales: la gente habla a sus espaldas de cómo descuidó su relación por dedicarle tanto tiempo al trabajo o de esos kilos que nunca perdió después del embarazo por lo que era comprensible y hasta lógico que el marido se involucrara con un mujer más “cuidada”. Prevalece la idea de que el infiel tuvo sus razones y que quizá no es tan responsable de haber obedecido a su deseo.
En el tema de la monogamia no existen absolutos ni tampoco reglas más allá de las que dicta la moral religiosa o social: se es fiel porque lo contrario está prohibido pero casi nadie se salva de haber deseado a otro que no es su pareja. Pocos sobreviven al aburrimiento y a veces a la agresión que caracterizan a muchas relaciones de largo plazo.
Es un error aferrarse a la creencia de que nuestra pareja jamás haría algo “así”, porque no estamos programados para la fidelidad que es, fundamentalmente, una decisión de todos los días. Tener una visión idealizada de la persona con la que compartimos la vida y la cama sólo nos vulnera. Según Perel, lo que sí nos fortalece es tener una red de amigos y familia que pueda proveernos de un espacio seguro en caso necesario; trabajar en un sentido del sí mismo fuerte y autónomo; tener una propiedad, ahorros, perspectivas de trabajo y de otras opciones amorosas en el futuro. Ayuda muchísimo entender que la estabilidad personal no depende de la integridad del compañero o compañera.
Con todo, romper un pacto de monogamia es un acto contrario a la ética; al compromiso con la honestidad (que no infalibilidad) que sostiene en parte a las parejas. La confianza es un acto de fe sin el cual es imposible cultivar el amor, pero si una relación se basa en la creencia de que la pareja no es como los demás porque es incapaz de traición, se convierte en una idea peligrosa con altas posibilidades de fracasar.
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