De una epidemia y un Presidente

De una epidemia y un Presidente
Por:
  • josefina vazquez

Cuando millones de peruanos vieron comer a Alberto Fujimori un cebiche con pescado crudo, asumieron que si ellos hacían lo mismo nada les pasaría. Primero renunció el ministro de Salud y días más tarde, miles y miles cayeron infectados por cólera y otros cientos de peruanos perdieron la vida. Las lecciones de la historia son implacables, y es urgente mirarnos en este espejo.

Sin miedo a afirmar que de esta dimensión es la responsabilidad de quienes gobiernan, porque no se trata de politiquerías, sino de la diferencia entre la vida y la muerte.

Hoy que estamos frente a una pandemia de alcances y consecuencias nunca antes vistas, es urgente cobrar conciencia de que el ejemplo arrastra, para vivir o también para enfermar o incluso morir.

En 1991, Perú enfrentó una terrible epidemia de cólera que infectó a poco más de 320 mil pacientes y cerca de tres mil, perdieron la vida. Fueron años muy difíciles y adversos para Perú. En medio de una débil economía, un sistema de salud rebasado con pacientes en el suelo, algunas escuelas e iglesias funcionando como hospitales provisionales, la epidemia avanzaba sin piedad en vastas regiones del país.

Carlos Vidal, al frente del ministerio de Salud, concentró gran parte de su esfuerzo en tres recomendaciones; primero, hervir el agua de uso doméstico; segundo, limpiar las frutas y vegetales; y el tercero no consumir pescados ni mariscos crudos.

Vidal declaró que en lugar de contar con apoyo para poder reportar fielmente los casos de contagio y de muertes por la epidemia, se enfrentó a una ruptura con los diferentes sectores del gobierno, no obstante, demostrar que en todas las muestras que se tomaron de pescado crudo había contaminación con heces, la respuesta fue que los enfermos y los muertos podían esperar, pero el sector pesquero no podía hacerlo.

Mientras el ministro de Salud insistía sobre los riesgos de contagio y muerte por comer pescado crudo, Fujimori y algunos de sus ministros degustaban un cebiche frente a la televisión para demostrar su apoyo a la industria pesquera y descalificar así a científicos, médicos y especialistas en la materia. Vidal presentó su renuncia después de ser constantemente desautorizado por Fujimori. “Me aferré a la verdad y la defendí el mayor tiempo que me fue posible.”

Las consecuencias de estas degustaciones públicas de Fujimori generaron una enorme confusión en la población y provocaron un fuerte rebrote de los casos de cólera, que se expandieron hasta contagiar a miles de peruanos y a casi todos los países de América Latina.

De acuerdo con los expertos, cientos de miles de contagios pudieron haberse evitado y miles de muertes también. Hoy, es urgente no olvidar por qué.

“No olvidar para mí es debatir, estudiar, escuchar, proponer” *

Sin miedo a olvidar porque el mayor riesgo es repetir la historia.

*Michael Berenbaum