Los raros

Los raros
Por:
  • valev-columnista

Los grupos buscan cierta uniformidad en sus miembros. En las familias se priorizan valores y actitudes que se consideran apropiados y se usan adjetivos para definir la identidad familiar: luchones, honorables, con tendencias a la adicción, creyentes, agnósticos, de izquierda, intelectuales, artistas, sociables, entre otros. En los grupos más grandes, como la escuela, los pares y el trabajo ocurre algo similar, aunque siempre hay algunos que no cumplen las expectativas por ser callados, solitarios, poco adaptables y con bajo interés en las actividades que dan cohesión a las familias, a una generación escolar o a una empresa. Se le llama raro como sinónimo de anormal a alguien que no disfruta celebrar sus cumpleaños ni ir a la graduación de su escuela. En las escuelas y en las empresas es usual medir las habilidades sociales: capacidad de empatía, de responder con congruencia a una conversación, de integrarse a una actividad grupal.

En casa puede ser un drama que el raro no quiera ir a las comidas con los abuelos o con los tíos o que no disfrute la celebración de la Navidad o cualquier

otra fecha especial. Los raros llegan a terapia desde pequeños porque su padres y maestros están preocupados porque hablan y se relacionan poco. Los niños, adolescentes y adultos que prefieren estar en casa a salir, que rara vez dicen lo que sienten por vergüenza, porque no quieren preocupar a nadie, porque no son verbales, suelen recibir diagnósticos psiquiátricos como trastornos del espectro autista, trastorno esquizoide de la personalidad o fobia social, entre otros. Aunque los diagnósticos son necesarios, también pueden estorbar porque son rígidos en sus descripciones y tratamientos. El psicoanálisis contemporáneo enfatiza la importancia de trabajar con lo específico de cada paciente sin imponerle una teoría porque el diagnóstico es un mapa limitado para trabajar con la vida emocional.

Algunos adultos que recibieron el adjetivo de raros desde niños llegan a consulta porque saben que hay habilidades que no desarrollaron. Lo descubren, por ejemplo, al no obtener el ascenso que merecían, no por falta de méritos, sino por su incapacidad de darse a conocer y expresar sus puntos de vista y porque básicamente nadie sabe quienes son. Muchos de quienes fueron catalogados como raros desde pequeños, sufrieron acoso escolar, presión para hablar más, abrazar a los abuelos, tener pareja o salir más. También vienen después de una ruptura amorosa o de la pérdida de una amistad significativa, creyendo que nadie nunca volverá a quererlos, así distintos como son.  Los raros llegan a terapia porque su introversión, timidez y frialdad aparente los hace sufrir y sienten que deben entender la historia de su aislamiento: si son así por herencia, crianza o algún trauma que los llevó a defenderse con silencio, desconfianza y distancia.

La diversidad es un concepto que ha cobrado relevancia muy recientemente: Entender y celebrar que todos somos diferentes y que hay muchas formas de estar en el mundo, aunque no sean las más aplaudidas por la cultura dominante. La subjetividad de las personas merece respeto absoluto por encima de los marcos teóricos sobre normalidad y patología.