México, entre la ira y el pánico

México, entre la ira y el pánico
Por:
  • monicag-columnista

El saldo rojo de esta sola semana entre la comunidad universitaria, la periodística y la activista, fue el retrato más devastador del México violento, inseguro y amenazante que estamos viviendo y que estalla como una granada en las estadísticas, cada vez que se suma una víctima más.

La muerte del estudiante Norberto Ronquillo nos unió a todos en el mismo sentimiento de rabia e impotencia al ver a una familia mexicana más destrozada, y el terror de enfrentar la posibilidad —real— de que en la nuestra esté la siguiente víctima.

Sí, es muy duro verbalizarlo, pero ¿cuántos padres de jóvenes como Norberto vivimos con el rosario en la mano cada vez que nuestras hijas o hijos salen de casa, simplemente a vivir la vida que les corresponde, en la libertad a la que tienen derecho?

¿Cuántos padres habrá en las madrugadas, en los 32 estados de la República, a la misma hora, dando vueltas por una habitación o por la casa entera, con esa horrible opresión en el pecho que no se libera hasta ver a los hijos cruzar de nuevo la puerta de la entrada?

Cuánto insomnio, cuánto miedo, cuánto desamparo. Qué grande se va haciendo la cárcel en la que muchos padres nos vamos convirtiendo alrededor de la vida de nuestros hijos.

Esos jóvenes que no quieren hacer otra cosa que lo que nosotros hicimos, en aquel otro México del que ya ni nos acordamos. Aquel México en el que la oscuridad y la luz del día no eran igual de atemorizantes.

[caption id="attachment_941264" align="alignnone" width="3605"] La abuela de Norberto Ronquillo, durante la misa donde fue despedido, el 10 de junio.[/caption]

Ten cuidado. ¿Dónde estás? ¿Por qué no respondes? ¿Todo bien? Ya son las dos. Ya son las tres. ¿Cuánto más vas a tardar?; una aplicación para la localización del celular, otra para conectarse con la ruta del servicio de taxi, candados y más candados, que igual no blindan la seguridad de lo que más queremos en el mundo.

Y ahora ¿cómo nos vamos a liberar de esta jaula de psicosis y miedo en la que nos encierra este México que estamos viviendo?

De los responsables de resguardar la seguridad y la paz, ya poco importan los nombres, las siglas, los cargos, los tiempos, el tipo de la “guardia”, los buenos o los malos, porque estamos todos vulnerables, estamos todos igual de secuestrados.

Lloramos muchos en las lágrimas de los padres de Norberto Ronquillo, en las de la familia de José Luis Álvarez y la de Leonardo Avendaño.

Millones nos desesperamos en la desesperación de María del Pilar buscando a su esposo “levantado”, porque ella como todos, sabía que el suyo es uno de los estados más letales para periodistas.

Marcos Miranda fue el único que apareció con vida, contra todo pronóstico, porque se trata de Veracruz, donde toda estadística hubiera dictado lo contrario.

Y ocurrió todo junto esta semana, quedando como un retrato de carne y hueso del informe que presentó el Observatorio Nacional Ciudadano, que reveló que el secuestro en nuestro país aumentó 550 por ciento y que la distribución del presupuesto para la seguridad en México deja claro que, todo aquel que ha dicho que “la seguridad es prioridad”: ¡miente!

239 mil millones de pesos no corresponden ni siquiera al uno por ciento del Producto Interno Bruto de México, cuando países que NO tienen la crisis de violencia e inseguridad que nosotros enfrentamos, invierten hasta el tres por ciento del PIB en esta materia.

Sólo 33 mil millones de pesos (14 por ciento) están destinados a la prevención y ni siquiera están destinados a programas de prevención del delito. El 70 por ciento del recurso se va en gastos operativos.

Este año se prevé un 17 por ciento menos del presupuesto a la impartición de justicia, 27 por ciento menos a la prevención y en los estados se observa un recorte del 30 por ciento a la justicia, que por lo visto, es la gran olvidada en este devastador escenario.

Más claro ni el agua, la seguridad NO es una prioridad para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y aparentemente las víctimas y sus familiares tampoco, pues la “austeridad” también golpea a la búsqueda de desaparecidos, que pasó de 32.4 mdp a sólo 4.4 mdp, lo que representa el 86.5 por ciento de recorte en los primeros cuatro meses del año.

Entonces, ¿cuántas tumbas más, junto al dolor, el miedo y los reclamos?, para los que no hay “popularidad” que alcance, mientras familias mexicanas se sigan fracturando…