Nervo y el agua
La semana anterior se celebró el centenario de la partida de Amado Nervo. Como era de esperarse, por tratarse de un poeta de fama perdurable, en días recientes se han comentado diversas facetas de su obra.
Entre los numerosos temas de los que se ocupó el nayarita está el de las secretas correspondencias —como diría Baudelaire— entre el agua y la existencia humana.
Se sabe que los cuerpos humanos están compuestos en su mayoría por agua —alrededor del 60%, dependiendo del tejido en cuestión—. Aunque la Biblia dice: “polvo eres y en polvo te convertirás” quizá sería más correcto decir: “agua eres y en agua te convertirás”.
En su importante poema “La hermana agua”, escrito en París en 1901, Nervo propuso una filosofía acuática. Para Tales de Mileto, el agua es el principio de todo lo que existe en la naturaleza. De los cuatro elementos conocidos, el agua es el origen, sustento y destino de todo cuanto hay.
La filosofía del agua de Nervo es más espiritual que material. El alma humana puede entablar un diálogo con el agua, con la hermana agua, y aprender de ella una lección existencial. Lo que se propone Nervo en “La hermana agua” es descifrar su mensaje fraternal.
Pero el agua tiene varias voces. Cada uno de sus estados tiene un mensaje que ofrecer a los seres humanos. De esa manera, Nervo detalla lo que nos dice la nieve, el hielo, la lluvia, el granizo, la bruma, el vapor, el agua subterránea, el agua de los ríos y de los mares. Cada una de estas personificaciones tiene algo que decirnos, aunque al final, el mensaje es el mismo.
El agua, nuestra hermana mayor, nos conmina a alabar a nuestro Dios. Ella lo hace cuando se hace hielo, cuando se hace vapor, cuando baja por las montañas, cuando descansa en los lagos. El agua acepta dichosa la condición que el Creador decida darle. Si los seres humanos aprendiéramos de su docilidad seríamos más felices. Si supiéramos pasar de la bonanza a la desgracia, como el agua pasa de la nube al chubasco, si supiéramos pasar de la infancia a la vejez, como el agua pasa de la nieve al hielo, si supiéramos pasar del amor al desamor, como el agua pasa de la bruma al rocío, todo sería más sencillo.
Cedo la palabra a Nervo, que expresa su moraleja metafísica con estos hermosos versos:
“¿Pretendes ser dichoso? Pues bien, sé como el agua
Viste cantando el traje del que el Señor te viste,
Y no estés triste nunca, que es pecado estar triste
Deja que en ti se cumplan los planes de la vida
Sé declive, no roca; transfórmate y anida
Donde al Señor le plazca, y al ir del fin en pos,
Murmura: ¡Que se cumpla la santa ley de Dios!”
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