Rubén Albarrán: El chaman es uno mismo

ESGRIMA

Rubén Albarrán durante un concierto
Rubén Albarrán durante un conciertoFoto: Cuartoscuro
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Cuando en 1994 se dio a conocer el segundo álbum de estudio de Café Tacvba, Re, yo tenía once años y pensaba día y noche en el discurso que el subcomandante Marcos pronunció el 15 de septiembre de ese año, en la sierra del sureste mexicano: “Hoy debemos mirar a la montaña, adonde viven nuestros muertos, para oír su palabra”. Vocablos que de alguna manera me evocaban la mítica portada de Los Tacubos, un caracol, justo como son nombradas las regiones comunicativas de las comunidades zapatistas.

Recuerdo que acumulé centavos para poder comprar así mi primer casete: Re, que abría con un madrigal y cerraba con el fin de la infancia, así como la mía iba mermando.

A 28 años del lanzamiento de ese disco, y tras someterme a diversos tratamientos con enteógenos para recuperar la inocencia perdida, entrevisté a Rubén Albarrán para dialogar acerca de chamanismo, plantas y experiencias sagradas. Transcribo la conversación:

¿Está regresando el chamanismo —la tecnología más antigua utilizada para explorar la relación entre nosotros y el resto de la creación— a nuestras vidas?

Nunca se ha ido. Plantear que “está volviendo el chamanismo” me suena como si estuvieras hablando de un ritmo musical: “¿está volviendo el mambo?”. Y no es así. El chamanismo simplemente es un camino que las personas deciden tomar por cuenta propia, para no tener ningún intermediario. El chamán es uno mismo. Ésa es la situación, creo, con las plantas de conocimiento, que tú vayas creando ese caminito, para que llegues a esa comunicación directa, sin un mediador; para que sea directa la comunicación con aquello, como lo quieras llamar: Dios, Gran Espíritu, El Misterio del Universo...

¿Cómo fue la noche oscura del alma que te convirtió en Rubén Albarrán?

Existen muchos momentos de inflexión en la vida de todas las personas. Particularmente, yo me siento muy agradecido, porque empecé a compartir conocimiento con personas interesadas en la exploración psicotrópica; ha sido un buen camino de aprendizaje. Y no solamente con las plantas, sino con esos círculos a los que me he acercado, círculos de palabra, círculos en los que se ora frente al abuelo fuego; con tabaco, para que eleve los buenos pensamientos. El tabaco es común a casi todas las culturas de América, y precisamente se utilizaba para eso, para elevar las oraciones.

¿Has tenido contacto con el espíritu de  la abuela, es decir, la ayahuasca?

Sí. Pero no me gusta mucho hablar de ello, porque creo que cada persona debe alcanzar esta experiencia sin ideas preconcebidas —si es que quiere tenerla. Tampoco me gusta mucho hablar sobre las plantas, porque esto no es una religión; religión significa “religar”, como si algo se hubiera roto. Y cuando tienes la oportunidad de comunicarte con estas plantas te llega el entendimiento de que nunca hubo ruptura, de que siempre hemos estado en unión, y que el sentimiento de individualidad es una ilusión. 

No es una religión, mucho menos es una que predique y que esté buscando adeptos, así como hay creencias que mandan a sus feligreses para que convenzan a otras personas a que se unan a su credo particular. Esto no es así. En este aspecto creo que entre menos palabras existe más entendimiento.

No me gusta hablar de ello, cada persona debe alcanzar esta experiencia sin ideas preconcebidas

¿Lo que hace Café Tacvba en el escenario puede llamarse  música medicinal?

Creo que, en general, toda la música es medicina. Claro, si le pones intención tiene mucha más fuerza y puede lograr cometidos más bien específicos. Pero también sin intención, yo creo que, de todas maneras, la música y todas las artes son medicinales.

“Aquí no hay extraños, sólo amigos que no han sido presentados”, reza una frase temazcalera. ¿Cuál consideras que es el mayor legado que te ha dejado este rito ancestral prehispánico?

Poder estar en silencio, poder estar a solas, aunque estés en un lugar donde hay muchas personas. Eres tú, con los espíritus de los abuelos que son las piedras que se calientan; con el espíritu del agua; con el espíritu de la Tierra y del aire, del ambiente que, entre todos, te hacen sentir en casa. Te hacen pensar que estás en el vientre de tu madre. Y al final se abre la puerta para una renovación. Ésa es la ceremonia del primer aliento, así se le llama. Se trata de salir de ahí renovado, con mucha energía, y con ganas de transformar la realidad propia.

¿Puedes afirmar que el tema del álbum Jei Beibi (de 2017), titulado “Que no”, es una negación de las vicisitudes, los vicios y libertinajes del pasado, pero integrando la sombra?

Sí. A mí me encanta ese tema. Es una composición de Enrique Rangel, el bajista de Café Tacvba; me gusta porque todas las canciones, más allá de quien las haya compuesto, te ofrendan reflexiones, te hablan de manera directa. Para mí es eso, precisamente lo que tú dijiste: tener esa oportunidad de renovarse, transformarse, y darse cuenta de que ya has cambiado, has dejado al otro Tú en el camino; que eres un ser nuevo, cada vez, a cada paso, y tienes esa gran oportunidad.

¿El amor es la droga más fuerte del mundo?

No es una droga. Aunque una droga puede ser absolutamente todo: la televisión, el teléfono, el trabajo. Cualquier cosa se puede transformar en droga; depende de la forma en que te relacionas con ella para que se convierta en una droga. O es medicina o es la energía más poderosa que existe en el universo —en este caso: el amor. Yo sí creo que el amor es la fuerza más poderosa, así como también está el miedo, y ambos están dentro de nosotros. Hemos sido creados y formados con estos materiales: somos luz y sombra a la vez. Reconocerlo es algo bueno, porque así tienes la posibilidad de poder controlar, de poder manejar a esos otros Tú, que son más o menos involutivos o evolutivos.

¿Qué estás leyendo ahora?

A Yuval Noah, también un libro sobre Miguel Covarrubias, que fue un pintor, muralista, escenógrafo y antropólogo de mediados del siglo pasado, al cual admiro muchísimo. Y también estoy releyendo a escritores de la onda, a José Agustín y Federico Arana.

¿“El futuro es hoy”?

Es el título de otra canción de Quique Rangel. No sé qué quiso decir con esa frase. Yo no lo creo así. El hoy es hoy, el presente es el presente, el futuro no existe, el pasado se fue: lo único que existe es el presente. ¿El futuro? Quizá hable de tecnologías, de avances, no sé...