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Trump y el fascismo estadounidense

POLITICAL TRIAGE

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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A un año del asalto al Capitolio en EU los ánimos siguen caldeados. El discurso de Biden fue fuerte y contundente. Llamó las cosas por su nombre y señaló a Trump y su movimiento como enemigos de la democracia, y tiene razón. Es un momento muy peligroso para la democracia estadounidense. El Partido Republicano, al menos su ala más radical, ha girado a un extremismo más afín al fascismo que a un verdadero conservadurismo liberal.

Leyendo la entrevista publicada en El País en su edición sabatina a Noam Chomsky encontré esta reflexión que puso palabras a la inquietud que venía sintiendo: EU está encabezando el camino al fascismo. Suena duro, casi escandaloso, pero es cierto.

Todos recordamos a Bernie Sanders con su discurso sobre el 1% de la población que acumula la gran mayoría de la riqueza y el poder, y sobre cómo esta situación ha hecho que la vida de los trabajadores sea mucho más precaria que hace décadas. En EU no hay cobertura universal de salud como en la mayoría de los países ricos; tampoco hay prestaciones sociales básicas como una decente baja por maternidad como en el resto de las naciones industrializadas. El capitalismo salvaje ha tomado el control y asfixia y oprime a los menos aventajados.

Cualquier queja o intento de reforma es tachado de socialismo. Con la manipulación de masas, con la ayuda de los medios conservadores, se pone esta bandera funesta, se atiza el fuego del patrioterismo y se infunde miedo a perder los “valores fundacionales”. Se tiran migajas de defensa a temas religiosos como el aborto y la protección de la familia y ya está, se justifica cualquier tiranía bajo la inmoral fórmula del fin justifica los medios.

Chomsky lo dice sin rodeos: lo del Capitolio fue un intento de golpe de Estado. Burdo y bruto, como lo es Trump. El peligro real yace en las reformas electorales que los Estados republicanos están implementando. Leyes que les dará el poder de restringir a las minorías el derecho al voto y de anular los votos inconvenientes. Esto, sumado a la impecable demagogia de Trump, anticipa un escenario convulso y peligroso para la democracia. La veneración de sus seguidores y la clara injusticia de no reconocer que el país ha cambiado en su composición demográfica es un caldo de cultivo para la violencia.

La democracia no es perfecta, pero es el mejor sistema que tenemos por el momento. Si permitimos que se pervierta y sea usada para la injusticia, nada de lo que salga de ello será bueno. El fin no justifica los medios. Basta de políticos que manipulan y de votantes unidimensionales que siguen acríticamente a su flautista hacia el precipicio. Esperemos que se encuentre un camino distinto que aleje a una nación de la violencia y el odio fraterno.