Especial
En la calle Revillagigedo los vecinos lo conocen como El Güero; algunos dicen que se llama Luis Fernando. Duerme en un auto desvencijado, sus zapatos tienen hoyos del tamaño de un pulgar y está dispuesto a liarse a golpes por 15 pesos, que es lo que cobra por apartar lugares en esta vía paralela a Balderas.
Es uno de los cinco mil 601 franeleros que, de acuerdo con cifras del Gobierno capitalino, sobreviven de ocupar calles con huacales, cubetas, llantas y hasta botellas de refresco vacías, para cobrar de 10 a 50 pesos a las personas que deseen estacionar su auto en “sus zonas”.
Se registra fuerte incendio en Santa Martha Acatitla, Iztapalapa | VIDEO
El Güero tiene alrededor de 45 años y desde hace 8 trabaja en la misma calle. “No me dan empleo, estuve preso por homicidio y aunque quise llevármela derecho, nadie me da trabajo, y menos a mi edad”, cuenta.
Siempre está a la defensiva. Dispuesto a defender a golpes lo que considera su trabajo. Se ha enfrascado en pleitos a mitad de calle con automovilistas que se niegan a pagarle, empleados del estacionamiento que se ubica en el número 94 de la citada calle. Sus “más grandes peleas” han sido con desvalijadores, que, dice, llegan de la colonia doctores a robar autopartes.
“Una vez me intentaron picar por defender un Chevy que le iban a quitar los espejos, ya me habían pagado los 15 pesos y tuve que rifarme con la rata, casi me enfierran”, dice como niño que acaba de hacer un acto heroico.
Para él y los otros cinco mil 600 franeleros de la ciudad, el Gobierno capitalino sólo tiene un plan: darles un chaleco, un gafete de no asalariados y un pedazo de calle para que sigan franeleando, con la diferencia de que ya los policías no les pedirán más cuotas.
“Tampoco nosotros inventamos trabajos”, dijo a La Razón el secretario del Trabajo, Benito Mirón, al explicar que el programa denominado Crecimiento Cero trata de que no crezca la actividad del franelero y va enfocado a la protección al automovilista”, a evitar que se cobre una tarifa fija e impedir que se aparten lugares.
—¿Y si se niegan a adherirse a este programa? —se le preguntó.
—No se han negado porque no es opcional, no llegamos a pedirles el consentimiento. O le entras o no vas a poder y viene el operativo.
Al El Güero aún no le dan su chaleco, pero si lo hacen “con ellos también me la rifo; ya varias veces los polis han venido con sus julias (camionetas para traslado de detenidos) nos levantan, nos bajan un varo y al rato ya estamos en la calle”.
—¿Defenderse incluso a golpes?
—Pues sí, porque si quieren que no esté aquí, que vengan y me den los 15 pesos que cobro por carro.
Los 200 pesos que obtiene El Güero en un día de trabajo, le sirven para comer dos veces al día: desayuna seis tacos de canasta de un puesto que se coloca todas las mañanas en Revillagigedo y Arcos de Belén; y en la tarde noche, una “torta gigante” en las afueras del Metro Balderas.