Amar sin textear

Amar sin textear
Por:
  • valev-columnista

Entre algunas de las características de los amores posmodernos está la obsesión por textear. Un medio de comunicación que ha facilitado las citas médicas, los acuerdos de la junta de trabajo y la organización de una celebración familiar, estorba más de lo que suma en el terreno amoroso, si empezamos por aceptar que jamás mandaríamos tantos mensajes a nuestros amigos o quizá sí pero sin obligación, sin la exigencia de que nos respondan casi de inmediato, sin herir o sentirse herido porque pasaron dos días entre una conversación y otra.

Observo con frecuencia a pacientes que pasaron de ser celosos e inseguros, a volverse ultra celosos e inseguros porque la pareja no contesta los mensajes o porque está en línea durante largo rato y sin escribirles, o porque entró sospechosamente a WhatsApp a las tres de la mañana o porque no dijo buenos días antes de las 10 am o no dijo buenas noches o se despidió muy temprano y luego ya no volvió a conectarse. Misterio insoportable.

Es casi incompatible tener el foco en las cosas personales que hay que resolver todos los días mientras se alimenta una conversación infinita con una novia potencial o con una pareja estable. Por texto el sentido del humor puede confundirse con agresión o algo simple se vuelve complejo, porque en lugar de hablar por teléfono, se intercambian 60 mensajes algunos de los cuales son pergaminos de información emocional.

Las parejas podrían textearse sólo para cuestiones logísticas como quedar de verse, acordar la hora y si tienen algo importante que conversar, que se vean o hablen por teléfono. Se evitarían malentendidos pero además se darían el espacio para extrañarse. Estar comunicados todo el día puede parecer lindo durante un tiempo, luego se vuelve una adicción, luego un tormento, luego fuente de celos, desconfianza y frustración.

Podría parecer bonito mandar una foto de la ensalada que estamos comiendo o de las vacaciones con amigos. La realidad es que al estar pendientes-colgados del teléfono todo el día, echamos a perder la experiencia de ser nosotros mismos el foco de nuestra atención, tranquilos porque ya vendrá el miércoles o el sábado de preparar una cena juntos y entonces conversar de todo lo que ha pasado. Quizá así hasta faltarían horas para compartirse y para sorprenderse mutuamente.

La mensajería instantánea es causa de muchas escenas de celos y de sentimientos absurdos de abandono al convertir las ganas de compartir en una obsesión compulsiva y en control.  Algunas parejas llegan al extremo de pedirle al otro que se tome fotos para saber que está donde dice o no le ven nada malo ni invasivo a un facetime a la hora de la cena con sus amigas sólo para asomarse inocente y saludar.

Para combatir el desgaste de las relaciones, la tentación de la vigilancia, la amplificación de los celos, para recuperar el encanto de escuchar la voz del otro mientras cenan y se dan besos, podría servir una desintoxicación de textos.