Amaya: el peregrinar de El Papelerito

Amaya: el peregrinar de El Papelerito
Por:
  • larazon

Salvador del Río

La belleza perece en

la vida, pero es inmortal

en el arte

Leonardo da Vinci

Representa una época ya ida, cuando el voceador recorría las calles de la ciudad pregonando a voz en cuello la noticia del día. El Papelerito, obra de la plástica mexicana, ha recorrido durante más de cinco décadas un largo camino con su atado de periódicos y hoy ha encontrado su lugar evocador en el sitio que le pertenece.

1960. Armando Amaya, alumno y luego maestro en la antigua Escuela de Artes Plásticas de La Esmeralda, a un costado del jardín de San Fernando, llega a la redacción con el barro de la figura bajo el brazo. El dueño de la agencia de noticias lo ve al pasar, se interesa, lo compra y el barro, convertido en yeso y luego en bronce, es la primera obra que el artista, mi amigo de juventud, logra vender a un precio razonable. Hablábamos entonces del arte como expresión ineludible del mundo que nos rodea, surgido de nuestras raíces y de nuestras inquietudes. El arte por el arte opuesto al mensaje de la realidad. Hablábamos de libertad en la búsqueda de orígenes, de estética y de revolución, de justicia y equidad, materias también del arte, la música y la letra. Era el comienzo.

Amaya se convertiría, como lo es desde hace varios años, en uno de los escultores del figurativo de la escuela mexicana más cotizados en México y en el extranjero.

1972. El Papelerito tiene un destino incierto después de permanecer durante varios años en el vestíbulo del diario El Mundo, en el puerto de Tampico. El periódico pertenece a la empresa que lo adquirió al término de una huelga ganada por los trabajadores por la reivindicación de sus derechos laborales. Director del diario, yo decido ponerlo en manos de la agencia de publicidad que había apoyado el movimiento. El Papelerito vuelve a la ciudad de México. Pero sus avatares no terminan.

2015. En el espacioso taller de Armando Amaya, en Coyoacán, en medio de figuras silenciosas testimonio de una obra que ha alcanzado las grandes alturas en la expresión del arte de nuestro país, con el escultor y su hijo Armando, también artista, evocamos la figura del voceador y me comprometo a rescatarlo de donde se encuentre. Es el recuerdo de una comunidad de ideas en la que se comparten los conceptos del arte y la necesidad de exponerlo y difundirlo al servicio de la sociedad. Eso es el arte viviente de Armando Amaya.

Ignacio Lemus, el publicista ya ha fallecido. La agencia se ha transformado y la escultura quedó arrumbada en un almacén. En esos años, El Papelerito viajó a varios periódicos de provincia, ya desaparecidos. Nadie se interesa por él. El modo de distribuir los ejemplares de los diarios ha cambiado y el legendario pregonero es parte de la historia. Nacho Lemus me ayuda a localizarlo y recuperarlo.

El pequeño niño que representa ha sufrido un accidente, una caída tal vez, y uno de sus pies, al aire, cuelga desde la tibia. Su pátina ha desaparecido, carcomida por la herrumbre; al fin, lo tengo y semanas después, debidamente curado de la fractura, lozano, parece dispuesto a reemprender una carrera interminable entonando su añoso pregón.

La obra de Armando Amaya está vigente y presente en las grandes galerías de México y del extranjero. Con sus formas pesadas de nuestra raza universal, perteneciente al realismo de la escuela mexicana impulsada en la escultura por Francisco Zúñiga y continuada por muchos otros creadores queda también plasmada en la esa figura del humilde chiquillo, vivaz como el Gabroche de Víctor Hugo que en la calle avizora, con su esfuerzo diario, el futuro de su vida.

 Gazapos. El término ambos, siempre en plural, es un sustantivo que se presta a confusión. Ambos, del latín igualmente pronunciado y escrito, alude a la idea de dualidad; se refiere solamente a dos.

Es incorrecto, es un pleonasmo decir, por ejemplo ambos dos, o incluir más de un par en esa idea. No puede haber

ambos tres ni ambos cuatro. No ocurre así con la palabra sendos, adjetivo también plural que puede aludir a más de dos: sendos, muchos caminos llevan al fin. Ambos, dos, sendos varios, hacen la diferencia.

srio28@prodigy.net.mx