Ana en el país de las mezquindades

Ana en el país de las mezquindades
Por:
  • jaume

Me sumo, por supuesto, a la generalizada condena a la agresión sufrida por la Senadora Ana Gabriela Guevara. Llaman la atención algunas reacciones y debates que el tema ha suscitado.

 El irreductible problema de la violencia. Esto no será muy popular y contrario a lo políticamente correcto y deseable, pero ahí va: la presencia de la violencia es inherente a todo colectivo social; siempre ha estado y siempre estará la tentación, por parte de algunos, de aprovecharse de sus semejantes. Para defenderse de la amenaza de una situación de estado de naturaleza (en el que sobrevive el más fuerte), los individuos en sociedades civilizadas han renunciado a ciertos derechos, de manera que el poder público asuma la función de darles seguridad. Ahí es donde se aprecia continuamente que el Estado mexicano no cumple adecuadamente con esta función.

 Monopolio de la verdad universal. Tras darse a conocer la narrativa de los hechos y la denuncia pública por parte de la Senadora Guevara, en redes sociales y entre la “comentocracia” aparecieron juicios alucinantes. Se vale y se entiende la crítica sobre su postulación y su desempeño como legisladora; pero son aberrantes las críticas que se le han hecho sobre la legitimidad de su compromiso para abanderar la causa en contra de la violencia, y específicamente de la violencia contra las mujeres. De hecho, tendría esa legitimidad incluso si no hubiera sido víctima de violencia, y también incluso si no fuera mujer. Pero atendiendo el caso, ¿cuántas veces no se ha visto que, después de sufrir alguna experiencia cercana, distintos personajes empiecen fundaciones o asociaciones abanderando la causa que fue motivo de la experiencia traumática? ¿O acaso se debería probar militancia, experiencia y linaje para defender una causa política o social? Es cierto: todos los días y a todas horas son (desafortunadamente) violentadas un indeterminado y altísimo número de personas que (desafortunadamente) permanecen en el anonimato y para quienes (desafortunadamente) no hay justicia. Precisamente el hecho de que (desafortunadamente) le haya ocurrido a una figura pública, y que lo haya denunciado, ayuda a concientizar más sobre la gravedad del problema.

 Redes sociales. Otra arista del problema pasó por la toma de postura de algunos usuarios de las redes sociales. Si bien la inmensa mayoría se solidarizó con la senadora del PT —como corresponde—, otros se dedicaron a hacer mofa de la situación, e incluso se observaron algunas deleznables muestras de misoginia, homofobia y horrendos discursos de odio y provocación. Ante ello, no faltó (otra vez) quien hablara de la regulación de las redes sociales, a lo que toca, en respuesta, cuestionar (otra vez) si eso realmente se podría… sin que estuviéramos siguiendo los pasos de Corea del Norte, Irán o China. Una cosa es que algunos usuarios hagan mal uso de las redes sociales y otra muy distinta que se considere limitar un espacio que ha probado ser extraordinariamente valioso para el pleno ejercicio de la libertad de expresión. Una vez más, mejor tolerar algunos abusos ciudadanos que dar pie a tentaciones autoritarias.

hvives@itam.mx

Twitter: @HVivesSegl