Cabeza de turco

Cabeza de turco
Por:
  • bibiana_belsasso

Ayer, el peso continuó su deslizamiento, en realidad devaluación, y terminó en su peor nivel de las últimas cinco semanas: el dólar interbancario se cotizó en 19.37 pesos. La tendencia es que continúe a la baja. La caída no fue responsabilidad de un mal manejo de nuestras finanzas, ni tampoco por el nivel de la deuda, mucho menos porque a los mercados no les haya gustado el tren que anunció López Obrador en la península de Yucatán, o porque el Presidente electo, poniendo en riesgo su seguridad (y de paso la estabilidad del país), haya decidido dejarla en manos de un grupo de ayudantes sin experiencia alguna en el tema.

La crisis financiera de este verano (parece que cada temporada estival detona una) fue porque el viernes, Donald Trump escribió un mensaje en Twitter: “He autorizado duplicar las tarifas sobre acero y aluminio para Turquía, en tanto su moneda, la lira turca, se desliza rápidamente frente a nuestro ¡muy fuerte dólar! Aluminio será de 20 por ciento y acero de 50 por ciento. Nuestras relaciones con Turquía no son buenas en este momento”. Desde entonces la moneda turca, la lira, comenzó a caer en forma inmediata a pesar de los esfuerzos del gobierno de ese país y del terror en el sector financiero europeo, altamente endeudado con Turquía. El rebote se sintió en todos los mercados emergentes.

Dice el diccionario que se denomina “cabeza de turco a una persona o grupo de ellas, a quienes se quiere hacer culpables de algo de lo que no son, sirviendo así de excusa a los fines del inculpador”. El gobierno turco de Tayyip Erdogan es culpable de muchas cosas: de haber abandonado el Estado laico, que había sido creado a principios del siglo pasado por los llamados jóvenes turcos y consolidado por el régimen de Kemal Atatürk, para transitar cada día más hacia un régimen religioso musulmán estricto; de una represión indiscriminada contra muchos de sus opositores; de intervenir ilegalmente en Siria; de declarar una guerra abierta contra la población kurda: de restringir severamente las libertades, comenzando por la de prensa. Y en los últimos tiempos, ante la negativa de permitirle una plena incorporación a la Unión Europea, de acercarse a la Rusia de Putin a pesar de ser un miembro clave de la OTAN, incluso incorporando armamento ruso a su arsenal.

Pero Trump no los sancionó por nada de eso, sino por el arresto del misionero evangélico estadounidense Andrew Brunson. El predicador que lidera una pequeña comunidad en Esmirna desde hace dos décadas, está confinado desde octubre del año pasado por cargos de “espionaje” y “terrorismo”. Los cargos contra Brunson lo relacionan tanto con la guerrilla kurdo-turca PKK, considerada “grupo terrorista” por Turquía y el propio Estados Unidos, como con la comunidad del teólogo radical Fethullah Gülen, culpado de dirigir un fallido golpe de Estado en julio de 2016. Se cree que Turquía utiliza el caso de  Brunson para que Washington les entregue a Gülen.

El gobierno estadounidense, en una escalada que lleva ya varias semanas, ha decidido ir por sanciones económicas y comerciales que están alterando las finanzas turcas pero también la de otros países. Las dos más damnificadas, junto con Turquía, han sido las monedas de la India y Argentina, y como efecto colateral, la consecuencia podría ser un endurecimiento aún mayor del régimen de Erdogan, un acercamiento con Rusia y una nueva crisis de la Unión Europea. Todo ello en la región más sensible del mundo, dominada por la guerra en Siria.

Al mismo tiempo en que castigaba con nuevos aranceles a Turquía y desataba la crisis, Trump decía también en Twitter que López Obrador era “un verdadero gentleman” y abogaba por un TLC justo, amenazando veladamente a Canadá. Hasta hace unos meses, la Casa Blanca coqueteaba con el régimen de Erdogan y no decía casi nada de sus fechorías. Pero el carácter de su inquilino ha demostrado ser tan volátil como poco consciente de las acciones que toma. Tomemos precauciones.

La crisis diplomática

El pastor estadounidense, Andrew Brunson, fue detenido en octubre de 2016 por el gobierno de Tayyip Erdogan, acusado de espionaje y por presuntos vínculos con el “terrorismo”. Autoridades turcas lo acusan de actuar en nombre de la ley de predicador Fetula Gülen, a quien Tayyip imputa del golpe fallido en 2016; pero también en nombre del Partido de los Trabajadores del Kurdistán. Ambas organizaciones están consideradas por Turquía como terroristas. En 2017, fue imputado con cargos por espionaje e intento de derrocar al gobierno. La detención abrió una crisis diplomática entre Estados Unidos y Turquía, pues Brunson permanece en prisión y aún sin condena. Su proceso se abrió en abril pasado, donde un tribunal de Aliaga, en la provincia de Esmirnia justificó su permanencia en la cárcel por un “riesgo de fuga”. De ser hallado culpable, Brunson puede ser condenado a una pena de 35 años. Ante la decisión, Estados Unidos exigió hace unos días la liberación del pastor.

En este contexto, ayer, Tayyip Erdogan acusó al gobierno de Donald Trump de buscar un golpe por detrás a su gobierno y atribuyó a un complot del magnate el desplome de la lira turca. En el marco de una reunión con embajadores turcos en Ankara, Tayyip criticó al magnate de que por un lado afirma ser su socio estratégico, pero por otro, “nos disparan en el pie”.

Además del caso Brunson, la crisis diplomática entre ambas naciones vio un punto álgido el pasado viernes, cuando Estados Unidos anunció estar de acuerdo en duplicar los aranceles sobre el acero y el aluminio turcos.