DACA: fin del sueño

DACA: fin del sueño
Por:
  • montserrats-columnista

Trump ha puesto en jaque a los dreamers, aquellos menores de edad que fueron llevados ilegalmente a EU y que crecieron dentro de un país que pensaban era suyo. Una generación que ahora se encuentra amenazada y confundida. Jóvenes que han sido traicionados por todos: por su país de origen que no supo brindarles oportunidades de futuro; por el país en donde crecieron, que no está dispuesto a arropar al inocente; por un presidente saliente que los ilusionó y los sacó de las sobras, y por un presidente actual que aprovecha esa luz para ponerles un blanco en la espalda.

Unos 800 mil jóvenes registrados en el programa DACA —80% de origen mexicano— esperan nerviosos la decisión del legislativo ante una posible deportación que arruinaría sus planes de vida y los arrojaría a la incertidumbre. Esos listados hechos bajo la batuta de Obama para impulsar sus estudios y darles certidumbre legal, ahora operan como una lista negra. ¿Qué será de este grupo de soñadores hijos de la cultura del esfuerzo, biculturales y con estudios que ahora no encuentran cobijo en ningún lado?

EU se precipita al abismo de la mano de un presidente que se obsesiona con anular a su predecesor. Los dreamers podrían ser el catalizador que se necesita en la economía estadounidense para competir con Asia, pero el orgullo de Trump es más importante que el bien común. ¿Qué será de Estados Unidos si se concreta la cruel expulsión de estos jóvenes? ¿Cuáles serán las repercusiones económicas a mediano plazo y el costo moral de semejante decisión en la sociedad estadounidense?

¿Y cuál deberá ser el papel de nuestro país en todo este asunto? Hemos fallado en construir una sociedad con igualdad de oportunidades, la razón principal de la migración. De hecho, dependemos en gran medida de este fenómeno y de las remesas para nuestra salud económica. ¿Qué podemos ofrecerles a estos jóvenes amenazados con la deportación?

México ha recibido a miles de personas deportadas sin darles mayor acogida. El caso de los dreamers es distinto puesto que son gente, en su mayoría, preparada que podría significar un gran impulso para la economía del país —como en su momento sucedió con los refugiados españoles durante la Guerra Civil—. Pero hay un aspecto moral que hace la diferencia: los ciudadanos españoles estaban agradecidos con México y llegaron a trabajar fuerte en su país adoptivo; los dreamers y sus familias salieron de México porque no se les ofrecía nada y ahora no se conformarán con las migajas tendidas. Los dreamers no son refugiados, son ciudadanos y merecen un plan robusto de integración y desarrollo que compense su pérdida. ¿Cómo podremos recibir a esta generación y estar a la altura de los sueños de vida que tenían en su casa?