Gobernadores

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Por:
  • larazon

Raymundo

 Réquiem para Gabino. En cinco meses, todo un gobierno, el de Oaxaca, colapsó. Debilitado y mermado, con un decepcionante oficio político que lo desplomó, Gabino Cué recibió el empujón final con el conflicto político con la Sección 22 de la CNTE, que como cada año a partir del 15 de mayo, con las mismas tácticas de presión para negociar, sin mayores sorpresas en sus estrategias y formas de actuar, trasladó su movilización a la ciudad de México y, en el último mes y medio, se fue a un plantón permanente. Cué no tenía muchos márgenes de acción para frenar esa protesta, ahora contra la Reforma Educativa, pero tampoco hizo mucho por detener la marcha de los radicales a la capital federal. El avestruz sacó la cara por los periodicazos y viajó a la ciudad de México para incorporarse a la negociación. La Secretaría de Gobernación lo usó de tomador de notas y mandadero. La CNTE lo trató como trapo. Ni la primera tomó en cuenta el Federalismo, tan atropellado en Oaxaca como Cué, ni la segunda guardó las formas, al asignarle al papel de simple encargado de ventanilla del gobierno federal. El lunes pasado Cué siguió en picada, no por culpa de terceros sino por él mismo. En un desplegado en algunos periódicos de la ciudad de México, repitió una vez más que estaba dispuesto a pagar salarios detenidos siempre y cuando los maestros regresaran a dar clases. Nadie le hizo caso. El dinero no lo maneja él sino la Secretaría de Hacienda, que lo descalificó el miércoles al anunciar que no enviaría ningún recurso a Oaxaca hasta que volvieran al trabajo. Para qué habla Cué lo que no puede, o lo que no debe. Hace casi 15 días anunció que el siguiente lunes reiniciaban las clases, revelando un acuerdo de los líderes con Gobernación que saboteó la negociación -la dirigencia aún no lo comunicaba a sus bases-, y revivió el conflicto. Inoportuno, no ayudó, pero cómo descompuso. Cué es el político que más ha perdido en todo este largo episodio. Quien lo dude, No entendio lo que sucedió.

 SEGUNDO TIEMPO: Si me va tan bien, ¿por qué no me puede ir mejor? El año pasado, cuando fue su segundo informe de gobierno, César Duarte impresionó a todos cuando habló en un templete que giraba, para ver de frente al auditorio circular, y leía del telepronter. Esta semana el gobernador rindió su tercer informe, ya no en ese mismo tipo de escenario, pero escaló un poco más. Ni usó el telepronter, ni leyó. El gobernador de Chihuahua habló de memoria. Dieciocho gobernadores (de 20) invitados (lo dos que se excusaron fue por la secuela del desastre de los ciclones o por el conflicto magisterial) estuvieron en ese evento que sería uno más de mandatarios estatales de no ser porque Duarte ya empezó a construir su proyecto hacia el futuro, la candidatura presidencial del PRI en 2018. Temprano para los tiempos formales, pero en la misma línea estratégica que siguió Vicente Fox desde Guanajuato, y Enrique Peña Nieto desde el estado de México. Duarte, un hombre muy cercano al coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa, se siente con méritos propios para intentarlo. Una de sus principales cartas es la reducción del fenómeno de la inseguridad, donde le ayudó enormemente el gobierno de Felipe Calderón, cuando tomó Ciudad Juárez y le inyectó más de 100 millones de pesos a su pacificación, donde también contribuyó a que la ruta de la cocaína de la Comarca Lagunera a ese punto, está bajo el control del Cártel del Pacífico –que subordinó al de Juárez- por lo que la guerra que se vivía en esa zona se acabó. Duarte ha hecho lo propio, como aprovechar el nuevo entorno para estimular la economía. En Juárez mismo, decía, de 300 maquiladoras que había cuando llegó al gobierno, ahora hay cerca de 450, con lo que regresó la inversión, se creó empleo y dejó de ser llamada “la ciudad más violenta del mundo”. Sobre ese palmarés puso el primer piso de su candidatura que, por lo demás, empieza a tomar el cuerpo de un equipo de pre-campaña. En todo caso, 2018, podría decir, ¡ahí te voy!

  Manuel también nos dio para un reality. Digno de un talk show en cualquier televisora de cualquier país, dos mujeres distinguidas en su propio ramo –ojo: distinguido no significa buenas o malas, útiles o inútiles, funcionales o disfuncionales-, se agarraron virtualmente de la cabellera. Carmen Aristegui, con su tono y énfasis, retomó un reportaje de Marcela Turati, en la revista Proceso , para criticar a la también conductora, no de noticias sino de programas de miserias existenciales, Laura Bozzo, por haber utilizado un helicóptero del gobierno del estado de México para ir en ayuda de damnificados por el ciclón “Manuel” en Guerrero aunque, como documentó Turati, con una dosis melodramática para ser explotada en los corazones de su público que, por cierto, está en las antípodas del de Aristegui. El pleito arrastró al gobernador mexiquense Eruviel Ávila. ¿Por qué le prestó el helicóptero? Peor aún, ¿por qué cuando le pidieron que llevara víveres se negaron sus tripulantes porque iban al servicio de la señorita Laura? Ávila, muy reacio a salir en medios, pidió a su oficina de comunicación dar la cara. Lo hizo en un boletín que informó que cuatro helicópteros fueron puestos a disposición de 15 medios de comunicación que se los pidieron para enviar periodistas a las zonas afectadas. Entre ellos, por orden alfabético, estaban Cablecom, El Universal, La Jornada, Milenio, Reforma

y Televisa”. Algunos se habían sumado a la defenestración de Bozzo y Ávila, pero cuando sus nombres salieron al público, mejor se replegaron. Bien se dice que para tener la lengua larga, se requiere tener la cola corta.

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