Haití: el regreso de los fantasmas

Haití: el regreso de los fantasmas
Por:
  • larazon

En las últimas semanas, dos ex mandatarios de Haití han regresado a la escena nacional de ese pobre país caribeño.

Cuando la mitad occidental de la isla aún no se recupera del terrible terremoto del año pasado, el ambiente electoral del 2011 parece convocar a fantasmas del pasado, como el de Jean Claude Duvalier, Baby Doc, un dictador del pasado reciente, o el de Jean Bertrand Aristide, un presidente democrático de ese mismo pasado.

A pesar de la pobreza y la desigualdad, Haití es una democracia. Una democracia, habría que agregar, en un país cuyo Estado tiene tantas dificultades para garantizar unas elecciones limpias como para impulsar un proceso judicial contra un dictador que se pasea libremente por Port au Prince. El problema con una democracia bajo un Estado tan débil radica, precisamente, en que cualquiera de esos fantasmas del pasado puede utilizarla para lavar su imagen y regresar a la contienda política.

Duvalier llegó al poder en 1971 por vías dinásticas y militares. Heredó la jefatura del Estado de su padre, el también dictador Francois Duvalier, y renovó las fuerzas represivas de los temibles Tonton Macoutes con el contingente policíaco de los Leopardos. La corrupción y la violación de los derechos humanos, en el Haití de los Duvalier, se extendió hasta mediados de los 80, cuando el retiro del apoyo de Estados Unidos provocó un enésimo golpe militar en su contra.

Aristide representó, en cambio, la precaria transición a la democracia que vivió ese país caribeño en la década de los 90. Muchas cosas cambiaron bajo los tres mandatos de este sacerdote salesiano. Sólo una no cambió:

la interferencia permanente de Estados Unidos en la política doméstica de Haití. Aristide logró mantenerse por unos años en el poder, gracias al apoyo del gobierno de Bill Clinton. A principios de la pasada década, cuando George W. Bush le retiró ese apoyo, se acercó, naturalmente, al polo contrario: Fidel Castro, Hugo Chávez y el ALBA.

La oscilación de Aristide entre esos dos polos geopolíticos es menos reveladora de su ambivalencia ideológica como de la debilidad del Estado haitiano. Sin EU o sin Cuba, sin Bush o sin Chávez, pocas posibilidades de estabilidad tenía Aristide durante su último mandato, a principios de la pasada década. En todo caso, su remoción y su envío a Sudáfrica, en un avión de la fuerza aérea estadounidense, poseen todos los elementos de los golpes de Estado respaldados por Washington en América Latina.

Algunos sectores de la derecha haitiana comienzan a promover el regreso de Baby Doc Duvalier con el argumento de que, a pesar de la represión, el país fue más estable en las décadas de la dictadura que en el frágil periodo democrático de los últimos veinte años. La responsabilidad de los sectores moderados, de la izquierda democrática y de la administración de Barack Obama, ante tal escenario de regresión política, se vuelve enorme.

Ni la estabilidad represiva de Duvalier ni la condición de víctima de la derecha haitiana y Estados Unidos de Aristide deberían ser justificaciones para el regreso de esos políticos al inestable escenario de la política haitiana. Junto con una reconstitución del Estado, que permita hacer frente a los graves problemas estructurales de esa sociedad caribeña, Haití está necesitado de una renovación de su clase política.

rafael.rojas@3.80.3.65