La Batalla Ideológica

La Batalla Ideológica
Por:
  • rodolfoh-columnista

“Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”

Voltaire

A muchos nos han llegado a incomodar e incluso a irritar las manifestaciones de grupos católicos y cristianos en contra de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Pero más allá de mis profundas discrepancias con esa postura, analizando la situación desde un ángulo de mayor amplitud, lo que se observa es que lo que estas agrupaciones de corte conservador han hecho —hasta ahora— es contraatacar ideológicamente. Dado que el recurrir a la violencia sería no solamente contraproducente sino prácticamente una imposibilidad (esto es un privilegio que el Estado mexicano le tiene reservado solamente a la izquierda y al magisterio); los grupos de derecha optan por salir a la calle, alzar la voz en sus centros de culto y procurar ser escuchados a través de distintos medios de comunicación. En suma, confrontan a sus adversarios con la fuerza social, política y económica que emana de quienes concuerdan con sus dogmas.

En Estados Unido por ejemplo, la lucha en contra del racismo y a favor de los derechos civiles se dio a través de la presión social cuyo impulso provenía ideológicamente, tanto de los líderes del movimiento, como por de fuerza política e intelectual mayoritaria en Washington, así como de diversos círculos de influencia vanguardistas; los cuales finalmente lograron imponerse al retrograda “estilo de vida” que defendían los segregacionistas sureños. La lucha llegó tan lejos como para incluso provocar un cambio en el lenguaje. Palabras como negro o black quedaron vetadas del diccionario de lo políticamente correcto y fueron proscritas para describir o referirse a una persona por su raza; siendo reemplazadas por el término socialmente aceptable de afroamerican (afroamericano).

Sin embargo, después de 60 años de iniciada esa lucha, un líder demagogo, xenófobo y racista como Donald Trump, nos obliga a reconocer una triste realidad: Que en el papel y sobre todo en las leyes, el racismo fue vencido, pero no en la mente y el corazón de millones de norteamericanos. Está cada vez más claro que la batalla ideológica en contra de cualquier forma de discriminación debe continuar con estrategias más creativas y efectivas, porque hoy es evidente que en pleno siglo XXI los millones que aplauden ciegamente a Trump, están ganado terreno. Desde el Tea Party, la NRA, Fox News e innumerables agrupaciones reaccionarias, se está provocando una verdadera guerra ideológica, basada en argumentos que todos creíamos superados, para contrarrestar lo que estas organizaciones ultraconservadoras llaman “la izquierda liberal norteamericana”. Hoy ya no están peleando por baños, bebederos y escuelas separadas por raza y color, ni piden intervención violenta de la guardia nacional o el uso de chorros de agua a presión o gas lacrimógeno; ahora basta con exigir a voz de cuello la construcción de un muro contra los mexicanos, disfrazando un racismo exacerbado con el argumento de que somos criminales y violadores. Hoy piden el cierre de las fronteras y la prohibición de la migración por razones tendenciosas, arguyendo que el terrorismo no ha podido ser derrotado y culpan al comercio exterior del desempleo.

En México también estamos perdiendo la batalla ideológica, o más bien la hemos venido perdiendo durante largo tiempo y ya es hora de poner un fin a eso. La izquierda de MORENA y algunas corrientes del PRD, medios como la Jornada y Proceso, comunicadores como Carmen Aristegui, escritores como Elena Poniatowska, cineastas diversos, y pseudointelectuales se han encargado de crear mitos, difundir mentiras e inventar héroes y villanos . Todo con el único propósito de que uno de los suyos alcance el poder y muy probablemente intente perpetuarse en él. Tienen bien posicionados a sus arrastradores de la pluma y creativos de la distorsión, ideando contenidos que deforman la realidad y refuerzan esa visión alternativa que quieren que la sociedad les compre.

Están bien organizados y han sabido ser eficientes ganando importantes espacios en las redes sociales y en algunos medios que les son afines. Su capacidad es tal, que, por ejemplo, lograron sembrar la idea en la mente de millones de personas de que los estudiantes de Ayotzinapa fueron desaparecidos por el gobierno; y no como en realidad sucedió, por uno de los suyos en colusión con el crimen organizado (y por supuesto, la inconcebible incapacidad del gobierno actual, sirve estupendamente para sus propósitos). Antes también, en relación con los trágicos hechos del 68, lograron anular durante toda su vida, la versión de su principal protagonista, Luis González de Alba, e impusieron el plagio histórico de “Elenita”. Hoy están ya metidos en la TV bajo demanda, con producciones infames como la película Mirarlos Morir, que culpa al Ejército Mexicano de la muerte de los 43 estudiantes.

Resulta entonces que la izquierda mexicana es la versión tropicalizada de Trump; pero al final, al igual que éste nefasto personaje, son conservadores y reaccionarios en más de un sentido. Se oponen al libre mercado, son xenófobos (excepto con Cuba, Venezuela, Nicaragua y similares); son intolerantes, corruptos, populistas, autoritarios, anti democráticos, violentos y dogmáticos; además de ser los principales fabricantes de mentiras, mitos y farsas en el país.

Por ello, los auténticos liberales, quienes buscamos vivir y heredar una sociedad libre, democrática, justa y equitativa; quienes creemos en el libre comercio, en la libre empresa, en la libertad de cada individuo de escoger su propio camino; quienes apreciamos el papel que corresponde a las instituciones y queremos hacerlas mejores, quienes rechazamos las prácticas corruptas, la impunidad y las imposiciones, debemos dar la cara frente a los retrógrados de izquierda o de derecha. Debemos pelear por tener algo mucho mejor de que lo que tenemos ahora; debemos luchar por lo que creemos que es mejor para la sociedad y para nuestras familias, al igual que lo hacen ellos; pero con ética, con argumentos inteligentes e informados y con un altísimo sentido de la responsabilidad social y personal. Si seguimos pasmados, si no nos informamos y actuamos, México a la vuelta de dos años puede estar peor de lo que hoy ya está y al borde de un precipicio similar al que nuestros vecinos del norte se están aproximado; o imitar el desastre populista que viven otras naciones del hemisferio.

Es fácil seguir ciegamente las voces de los que gritan, gimen y se desgarran las vestimentas en público, sobre todo cuando nuestro descontento está a flor de piel y lo hemos venido acumulando durante mucho tiempo. El reto está en afianzar nuestras convicciones y nuestra actuación en esquemas constructivos e intelectualmente independientes, en donde la conciencia y el conocimiento jueguen el papel central.