La incertidumbre de la post-verdad

La incertidumbre de la post-verdad
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Llegó el final de 2016 y para más de uno el trayecto ha sido tan agitado, que las consecuencias de muchos de los acontecimientos de este año apenas comenzarán a ser internalizadas o reconocidas como reales.

Casi todos seguimos con la sensación de estupor después de la marejada de eventos internacionales que vivimos: la fisura de la Unión Europea con el Brexit; la mutación del terrorismo para convertirse en una amenaza latente en los momentos y puntos menos esperados; la tragedia de una guerra que refleja el reacomodo de poderes entre Rusia y el resto de su región; el colapso del espejismo económico brasileño que terminó con otro mandatario depuesto, hasta llegar al más presente de todos, tener a Donald Trump como presidente electo de los Estados Unidos.

Cualquier especialista al que se le hubiera preguntado al final de 2015 sobre su prospectiva para el siguiente año, hubiera errado dramáticamente en imaginar cómo muchas instituciones saltarían por los aires y nos llevarían a uno de los escenarios más incómodos: la incertidumbre.

Aventurarse a especular sobre qué será y qué no será posible en 2017, es ahora un deporte de alto riesgo porque muchas cosas que dimos por descontadas o descartadas por improbables ahora han cambiado. No es gratuito que el término del año señalado por la Academia de Oxford sea post-truth o post-verdad, definido como “circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, de lo que lo hacen las emociones o las creencias personales”.

Saber que romper las cadenas productivas compartidas entre México y Estados Unidos puede ser tan o más costoso para nuestros vecinos, que para nosotros puede resultar irrelevante en un escenario en el que los hechos objetivos importan menos, que la creencia de que por mero enunciamiento se puede hacer algo grande de nuevo. Igualmente, los electores franceses pueden lanzarse a las elecciones del siguiente año con un nacionalismo ciego, que lleve a tambalearse aún más nuestra idea de una democracia con respeto a derechos humanos, como eje incontrovertible. O puede que no sea así.

Más que en otros momentos de las últimas décadas, la historia se definirá día a día y, más que creer que podemos anticipar los resultados, tendremos que estudiar, trabajar y pelear por defender lo que creemos. Estamos en un momento plástico en el que, ante la pasividad, las instituciones pueden cambiar de un modo irreversible. Hay que recordar que las instituciones no son construcciones inamovibles, sino que, como las definiera Douglass North, son sólo las reglas del juego que crean limitaciones y dan forma a la interacción humana. Las reglas del juego están cambiando y los límites antes señalados se comienzan a desdibujar. No podemos permanecer como simples espectadores o nos va a tocar jugar con reglas que pueden ser en extremo peligrosas, como el populismo descontrolado. Lo bueno de los momentos plásticos es que también pueden ser aprovechados para mejorar, así que la incertidumbre que viene para 2017, no sólo debería preocuparnos, sino motivarnos.

leonugo@yahoo.com.mx

Twitter: @leonugo