La política entre extremos

La política entre extremos
Por:
  • raudel_avila

Nick Clegg fue vicePrimer Ministro del Reino Unido y líder del partido liberal-demócrata (partido minoritario) durante el gobierno de coalición de David Cameron.

El mismo gobierno que tuvo la idea de someter a referéndum el Brexit, con resultados altamente nocivos para el Reino Unido. Clegg cumple el estereotipo del político cosmopolita británico. Culto, experto en su área, conocedor de las relaciones internacionales y la geopolítica. Habla cinco idiomas, ha viajado por todo el mundo y vivía completamente desconectado de la ciudadanía a la que debería representar. No tenía idea de qué necesitaban los ciudadanos de a pie. Por eso, él y los suyos perdieron el referéndum y su partido está al borde de la extinción.

Pese a sus fracasos, o quizá debido a ellos, Clegg tiene una experiencia muy rica para entender lo ocurrido en el sistema internacional. En 2017 publicó un libro notable: Politics: Between the extremes, lamentablemente sin traducción al español. Ahí, Clegg reseña las dificultades irremontables de sostener una posición política de centro en un mundo polarizado. Durante la discusión del Brexit, Clegg, un liberal centrista por convicción, quedó atrapado en medio del torbellino de extremistas de la izquierda y la derecha.

Los partidos políticos convencionales del Reino Unido (el conservador y el laborista), como los de casi todos los países occidentales, atraviesan por una profunda crisis de representatividad. La diferencia es que el sistema de partidos británico es el más viejo y estable del mundo. El desafío del sistema británico, tradicionalmente moderado, es que hoy se reduce a dos opciones: a favor o en contra. Sea la pertenencia a la Unión Europea, el aumento de impuestos o cualquier tema, la polarización reduce la política a una elección entre dos opciones mutuamente excluyentes. Tan es así, que numerosos ciudadanos, no representados por ninguno de los extremos, ya exigen la formación de un partido nuevo.

Quien ha participado en cualquier gobierno sabe que la realidad es más compleja que un sí o un no. Clegg concluye el libro reconociendo su fracaso, pero invitando a una nueva generación a luchar por una política de equilibrios. Más seria que las posiciones intransigentes de los bandos en las campañas. Más sensible a las carencias populares que la tecnocracia convencional, pero intelectualmente con mayor sofisticación que la demagogia de muchos candidatos.

Creo que en México podemos aprender algo de esta experiencia internacional. Una vez manifestada en las urnas la muy justa indignación de los pueblos, los equilibrios y  posturas moderadoras vuelven a ser indispensables. De ahí la pertinencia de las políticas de centro para esta nueva época. La polarización llegó para quedarse, pero la necesidad de gobernar también. Gobernar es conciliar. En política debemos aplaudir la sencillez, pero desconfiar siempre de la simplicidad.