Los compañeros de fórmula

Los compañeros de fórmula
Por:
  • juanpablol-columnista

La importancia de la vicepresidencia en la estructura de gobierno y política del sistema estadounidense varía de presidencia a presidencia. Cada uno de los vicepresidentes ha marcado su propio peso y estilo a uno de los puestos de mayor poder - o acceso a él- del mundo. Del abuso en todos los sentidos de Dick Cheney, durante la gestión de George W. Bush, pasando por el ridículo constante e irrelevancia de Dan Quayle a lo escandaloso de Spiro Agnew y Richard Nixon; cada pareja ha marcado su legado conforme la administración se va dando.

En épocas electorales, la estrategia a partir de la cual se plantea la decisión de elegir un compañero de fórmula para competir por la presidencia, se toma con el mapa del colegio electoral en la mano. Ha quedado probado que la experiencia no ha sido un factor fundamental. La influencia política y estructura que se pueda aportar a la hora de sumar los votos electorales, en cambio, sí es crucial.

La última gran decisión -más no controvertida- de una selección para vicepresidente se puede remitir a la elección Barack Obama y Joe Biden en 2008. Nacido en una familia de clase trabajadora en Scranton, Pensilvania, Biden le daba una ventaja en el estado clave para la suma final a la victoria; su fe católica le otorgaba un bloque de votantes importantes a los que Obama le había costado trabajo conectar. Cada una de esas características cumplieron con un objetivo específico dentro del esquema planeado. El caso contrario, y casualmente en la misma elección, se dio con Sarah Palin; ha sido bien documentada la animadversión que se generó entre McCain y su equipo de campaña, más allá de los ridículos retomados por la comediante Tina Fey en aquella célebre frase: “puedo ver a Rusia desde mi casa (en Alaska)”.

Con los inminentes triunfos de Hillary Clinton y Donald Trump, la decisión por un compañero de fórmula comienza ya a ser parte de la conversación mediática. La campaña de la exsecretaria de Estado baraja diversos nombres que puedan ayudarla a ganar la presidencia. El aporte hispano de Julián Castro y el apoyo que puede tener en Texas y otros estados que pudieran representar una dificultad para ella en la campaña general. Otro nombre que se maneja de forma seria es el de Elizabeth Warren, la versión femenina de Bernie Sanders, con sus mismos ideales y apegada al movimiento contra Wall Street.

Para Trump, la decisión resulta aún más importante ante el escenario tan complejo con el que se presentará a la elección general. El candidato más impopular de todos los tiempos necesita un buen empujón: mujer e hispana podría sonar como la perfecta combinación en la persona de Susana Martínez, gobernadora de Nuevo México; más aún, Condoleeza Rice, una mujer de altos mandos en el campo republicano y que resultaría una opción atractiva para la base republicana decepcionada ante el momento actual de la política en Estados Unidos.

juanpadeleo@me.com

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