Los garbanzos de La Catrina

Los garbanzos de La Catrina
Por:
  • claudia_guillen

El adjetivo catrín o catrina hace alusión en países como Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica y México, a quien viste bien y por ende se engalana. Como sabemos en la segunda mitad del siglo XIX estos países lograron su total independencia. Se había logrado, al fin, y lo que seguía era construir una nación en donde se estructuraría el sistema político, jurídico y social. En este último apartado hubo grandes diferencias no sólo económicas sino culturales.

Durante el periodo del presidente Porfirio Díaz se encaminaron planes para consolidar a nuestro país como un Estado que entraba con el pie derecho a la modernidad. Su referente, en muchos sentidos, fue la cultura francesa entendiendo ésta en todas sus acepciones. Sin embargo, en esta ocasión, me interesa que atendamos el tema de cómo sólo un grupo muy selecto pertenecía a la alta burguesía, quien concentraba no sólo grandes fortunas, sino que eran el referente para la moda y costumbres de aquel tiempo.

En ese mismo lapso se hacía una fuerte crítica al gobierno desde los medios impresos a través de textos e ilustraciones que daban cuenta de la pobreza que contrastaba con las grandes fortunas: la desigualdad social era un tema que les preocupaba a muchos. Éste fue el caso de José Guadalupe Posada (1852-1913), quien junto con uno de los más importantes impresores de México, Antonio Venegas Arroyo (1850 -1917) − esta imprenta vio la luz en 1880 y permaneció durante casi 60 años, aunque su presencia fue más fuerte en la segunda década del siglo XX, y en ella se hacían la Gaceta Callejera y El Centavo Perdido, en donde aparecían personajes como Chepito Mariguano y Don Simón−, hicieron una mancuerna por demás afortunada que tenía la vocación de informar a la población diversos acontecimientos tratados desde distintos tonos y formas.

Así, el maestro Posada, le dio vida a través de la ilustración a temas tan distintos como: crímenes tremebundos, hechos políticos y hasta pronósticos del fin del mundo. Se trata, sin duda, de uno de nuestros ilustradores más emblemáticos por el tratamiento que le daba a cada imagen, sin dejar a un lado el tono satírico que permeó su obra. Se trata, pues, del uno de los más importantes abanderados la crítica social en México de finales del siglo XIX y principios del XX.

Cuántos de nosotros no hemos visto la figura de “La Catrina” como el símbolo de la muerte desde una belleza muy mexicana. Es cierto, se trata de una imagen colorida que dota de una estética muy particular a esta imagen que se le atribuye a José Guadalupe Posada. Aunque en realidad la historia no es ésa.

Mientras gobernaron tanto Benito Juárez como Sebastián Lerdo de Tejada, así como Porfirio Díaz, era frecuente que las imágenes de calaveras fueran las iconografías que se utilizaban para denunciar la desigualdad: el grabado original en metal fue obra de Posada y la bautizó como “La Calavera Garbancera” haciendo alusión a la parte de la población indígena que vendían garbanza y tenían aspiraciones europeas, aunque su sangre fuera mestiza; renegando de alguna manera de su propia raza y cultura.

En los años de la revolución uno de los mayores representantes del muralismo y del nacionalismo, Diego Rivera (1886-1957), retoma esta imagen para bautizarla como “La Catrina” agregándole vestimenta pues en la creación de Posada sólo se veía la cabeza y el busto.

Recordemos que Rivera fue quien establecía parámetros estéticos para representar a nuestra nación como un país apegado más a sus costumbres precolombinas para, así, exaltarlas. Es decir, la calavera de Posada no tenía ropajes y sólo ostentaba un sombrero pues lo que el ilustrador quería exponer era una crítica a la gente que quería aparentar un estilo de vida distinto al de su realidad pues el sombrero era con plumas de avestruz a la usanza francesa.

Y, Rivera, la cubre con un atuendo en donde destaca una estola de plumas. Como se puede ver en el mural hecho por el pintor guanajuatense: “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. En donde aparece el maestro Posada y también el propio Rivera junto con Frida Kahlo pero eran niños: este mural se puede observar en el Museo Diego Rivera.

Así es que se reelabora la idea original de la muerte: representada de forma irónica y crítica para que “La Catrina” se retorne en un referente ineludible cuando nos referimos temas relacionados con la muerte en nuestro país. No obstante, lo que me llama más la atención es cómo su origen: que era el de la crítica de una época convulsa en donde nos estábamos configurando como nación y en el que la desigualdad social era moneda de cambio, se halla trasformado en el ícono que da otro rostro y forma al esqueleto humano transfigurándolo en una especie de dama elegante y alegre que deja que sus plumas luzcan sin el menor pudor. No cabe duda, el tiempo lo cambia todo y “La Catrina” no es una excepción.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.

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