Lula y la vuelta del drama

Lula y la vuelta del drama
Por:
  • rafaelr-columnista

No hay populismo latinoamericano sin melodrama. El populismo es, de hecho, la versión política de la cultura melodramática latinoamericana, que se consume masivamente a través de las telenovelas de Rede Globo o Televisa. La idea de una política democrática, institucional y gris, que avanzó, sobre todo, durante las transiciones de los 80 y los 90, y que postuló la ilusión de que un buen presidente debía ser como Fernando Henrique Cardoso o Ernesto Zedillo, se desinfló en las primeras décadas de este siglo con el ascenso del populismo.

 

Lula luchará por la presidencia, aunque sea desde la cárcel. Y la cárcel puede ser un lugar simbólicamente eficaz para luchar por una presidencia en América Latina

 

El drama regresó con la muerte de Néstor Kirchner y la sucesión de su esposa y heredera, Cristina Fernández. Con las agonías, las muertes y los duelos perennes de Hugo Chávez y Fidel Castro. Y ahora con la condena y el encarcelamiento de Lula da Silva que, de llegar a producirse, se traducirá en un capitulado de serie de alto rating cuando el expresidente brasileño haga campaña electoral desde la prisión. Lula y sus asesores lo saben porque conocen la historia de la cultura latinoamericana.

El clímax del espectáculo político en América Latina se alcanzó en los años 40 y 50, justo cuando despegaba la cultura del melodrama con radionovelas como El derecho de nacer del cubano Félix B. Caignet. El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, la muerte de Evita Perón y los suicidios de Eduardo Chibás y Getulio Vargas tuvieron lugar en aquellos años. Esa cultura dramática, como hemos sostenido en algún libro, está en los orígenes de la Revolución Cubana, referente de toda la izquierda populista posterior.

[caption id="attachment_723104" align="alignnone" width="696"] PROTESTAS de partidarios del expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, tras su arresto el pasado 5 de abril.[/caption]

No hace mucho decíamos en esta columna que la prisión de Lula podía ser o no ser el final de su carrera política. Ahora podemos ver que no lo será, ya que una vez que ha sido postulado como candidato del PT, Lula luchará por la presidencia, aunque sea desde la cárcel. Y la cárcel puede ser un lugar simbólicamente eficaz para luchar por una presidencia en América Latina. Sus seguidores, que son muchos, tendrán más razones para apoyarlo porque lo verán como víctima de una conjura de la derecha.

Aunque Lula no es inocente, su caso es de los menos graves en la generalizada y escandalosa corrupción de la clase política brasileña. Algunos con imputaciones mayores, como el propio presidente Michel Temer, o congresistas con inmunidad parlamentaria como Romero Jucá o el presidente del Senado Renan Calheiros, no tienen orden de arresto o no son objetivos actuales del juez Sergio Moro, si bien la Fiscalía brasileña los investiga desde hace años. Ese contraste relativiza la culpabilidad de Lula ante la opinión pública y, naturalmente, hace crecer su capital político.

 

Lo más cuestionable del liderazgo de Lula que, además de la corrupción que incentivó o toleró, fue una política exterior que al final perdió su efecto de contrapeso regional al chavismo

 

Lula y el PT explotan hábilmente esa situación y esconden la culpabilidad o, al menos, la responsabilidad del exmandatario bajo el evidente revanchismo de sus enemigos políticos. La derecha brasileña, que tiene como candidato a un declarado racista, homófobo y nostálgico de la dictadura militar, como Jair Bolsonaro, tampoco hace el menor esfuerzo por ocultar ese revanchismo y va contra Lula, no sólo por sus actos de corrupción, sino por su ejemplar política social y económica.

La derecha brasileña no le perdona a Lula lo mejor de su gobierno: sus programas sociales, sin desequilibrios macroeconómicos ni autoritarismo político. Lo más cuestionable del liderazgo de Lula que, además de la corrupción que incentivó o toleró, fue una política exterior que al final perdió su efecto de contrapeso regional al chavismo, no importa mucho a esa derecha porque, como se ha comprobado desde la destitución de Dilma Rousseff, carece de política exterior.