Michoacán, el límite de la paciencia

Michoacán, el límite de la paciencia
Por:
  • larazon

Salvador Camarena

Para tratar de entender lo que ha ocurrido en las últimas horas con las autodefensas de Michoacán hay que volver al origen de ese movimiento que vive una de las jornadas más críticas en su corta vida.

Fue el hartazgo, y no una estrategia muy clara o definida, lo que llevó a un puñado de valientes casi suicidas a plantarse ante Los Caballeros Templarios y decir no más. En ese momento inicial, un limonero de nombre Hipólito Mora invitó a amigos a sublevarse. Sus vecinos le prometieron apoyo, aparecer con él, acompañarlo en la convocatoria. Pero el día del alzamiento, en el templete Hipólito se descubrió completamente solo. Un chaval fue el único que estuvo en la cita pactada para el levantamiento. A pesar de eso, Hipólito fue al mitin que él mismo había convocado y tras arengar a la gente vio, no sin sorpresa, que fueron muchos los que se le sumaron aquel 24 de febrero.

Muchos meses después el gobierno federal tuvo claro que a algunos líderes de las autodefensas les pesaban varios de esos apoyos de la hora primera, y que por eso mismo eran partidarios de que se llevara a cabo un registro de armas y de personas. En otras palabras, estaban a favor de que fueran las autoridades quienes realizaran la ingrata labor de correr del movimiento a quienes habiéndose sumado prontamente, ahora eran vistos como indeseables. Los líderes de las autodefensas calculaban, no sin razón, que si ellos hacían la lista de quiénes sí y quiénes no cabían en la siguiente etapa, podría generar resentimientos. Mismos que de cualquier manera han aflorado y cuya peor expresión se ha visto desde el fin de semana, cuando Hipólito Mora, de La Ruana, se convirtió en un objetivo de Luis Antonio Torres, conocido como El Americano.

Las diferencias entre ambos líderes no son nuevas. Una nota de Francisco García Davish del 2 de julio del año pasado en Milenio es tan parecida a lo que ha ocurrido en las últimas horas que hasta parece que describe lo sucedido este lunes, cuando El Americano sitió La Ruana (http://www.milenio.com/policia/Roce-autodefensas-Buenavista-Tomatlan-Mora_0_109189284.html).

De igual forma, desde antes de la actual intervención del gobierno federal en Michoacán ya había denuncias sobre el comportamiento de El Americano (que por cierto no ha registrado sus armas). Esto publicó El Economista el 29 de diciembre: “Acusan a Luis Torres El Americano —líder de las autodefensas de Buenavista Tomatlán— de abuso de poder, al grado de vincularlo con el crimen organizado, lo que genera desconfianza y confrontación interna”. De eso mismo lo ha acusado ahora Hipólito.

Una fuente del gobierno federal explicaba la semana pasada que el modelo de intervención en Michoacán se basaba en la paciencia: poco a poco irían resolviendo las denuncias tanto contra criminales como sobre los integrantes de las autodefensas, y no caerían en provocaciones.

Sin que esté concluida la tarea de detener o anular a los criminales de Los Caballeros Templarios o La Familia Michoacana, el gobierno ha acreditado que tiene el control de la zona. Ha llegado la hora de que, como prometieron, líderes de las autodefensas como Mora y José Manuel Mireles abandonen agendas protagónicas (como cuando el doctor Mireles habla de avanzar hacia Morelia) y se comprometan plenamente con la pacificación de la zona.

Si así lo hacen, contribuirán a que queden evidenciados personajes de antecedentes o agendas cuestionables o de plano punibles. El modelo de la paciencia gubernamental no debe ser puesto a prueba por aquellos que más se han beneficiado de él.

salvador.camarena@razon.mx

Twitter: @salcamarena