Noticias falsas

Noticias falsas
Por:
  • eduardor-columnista

La ausencia de escrutinio sobre la información difundida en diversas plataformas, como las redes sociales Facebook y Twitter, es cosa del pasado. El crecimiento inusitado de estos nuevos medios y la influencia que han adquirido entre sus millones de usuarios, genera nuevas preocupaciones entre la sociedad y las autoridades.

Uno de los aspectos en boga, conocido como Noticias Falsas o Fakenews, se refiere a la publicación intencional de información que no corresponde a los hechos y que ha sido elaborada con un fin determinado, como desinformar o generar expectativa entre el público que, a su vez, dirige el tráfico hacia anuncios o propaganda que crea una fuente de ingresos para sus difusores. También, mucho se ha discutido, se advierte la finalidad de incidir en la voluntad de los ciudadanos durante algún proceso electoral.

La libertad de expresión es un derecho humano reconocido por los regímenes democráticos, a lo largo y ancho del orbe. Bajo este principio, la diseminación de contenidos falsos o inexactos ha estado protegida en los primeros años de operación del Internet y de las redes sociales. No obstante ello, el efecto facilitador que las nuevas tecnologías de comunicación han tenido para la producción, elaboración y distribución casi instántanea de todo tipo de contenidos, escritos, imágenes o audiovisuales, ahora se perciben como un peligro para los valores de la vida democrática.

Antes de la existencia del Internet y de estas plataformas conocidas como redes sociales, la difusión de noticias conllevaba necesariamente un costo importante que asumían los medios de comunicación establecidos, impresos o electrónicos. Estos medios, perfectamente conocidos y de alguna manera acreditados ante la sociedad, debido a su actuación cotidiana y permanente en labores noticiosas y periodísticas, tenían y tienen que desplegar un sinnúmero de recursos formales para generar un reconocimiento entre las personas que acuden a los mismos, para satisfacer sus necesidades de información y consumo de contenidos.

Hoy, sin embargo, el panorama ha cambiado. La proliferación de formas en que la información fluye en la era digital, podría decirse que no tiene límites. La frontera entre las labores informativas profesionales, respecto de las formas de comunicación informales o ciudadanas, se está desdibujando.

Es así como, ya sea motivados por cuestiones comerciales como la venta de publicidad; por intereses nacionales como la pugna que Rusia mantiene con las naciones del Occidente; por la lucha partidista en tiempos de alguna elección, o simplemente por intereses distintos a la labor informativa de los denominados medios tradicionales, el surgimiento de esta modalidad de información, o más bien desinformación a partir de Noticias Falsas, se vislumbra como algo que debe regularse en el fuero interno de las plataformas que hacen posible su difusión o, inclusive, a decir de algunas voces, a través del control y lineamientos gubernamentales, para evitar sus efectos nocivos.

Ante las críticas que recibieron en un inicio plataformas como Facebook, Twitter y Google, propietaria de YouTube, por la proliferación de las Noticias Falsas y sus efectos en el entorno social, su primera reacción fue de falta de reconocimiento de los mismos. Sin embargo, esta posición se ha modificado y estas compañías han anunciado diversas medidas para tratar de prevenir la desinformación en línea, sobre todo después de la revelación de varios análisis en torno a la interferencia que pudo haber causado esta práctica en el último proceso electoral para elegir al presidente de los Estados Unidos de América.

Es claro, como se ha asumido desde hace mucho tiempo, que la manipulación informativa no es deseable. Lo que está en proceso de definición, sin embargo, son las medidas que deben adoptarse para prevenir los efectos de este fenómeno, sin coartar las libertades básicas de la vida democrática.