Nuestra Primera Constitución

Nuestra Primera Constitución
Por:
  • rodolfoh-columnista

Fueron muchos los esfuerzos —al paso de varias generaciones de hombres y mujeres— que buscaron dotar a la Ciudad de México de mecanismos que permitieran a sus habitantes vivir en democracia, estar mejor representados y con herramientas para equilibrar las responsabilidades del funcionario público con las del ciudadano común.

Curiosamente otra vez fue de la mano del PRI (ese instituto político que muchos equivocadamente y por ignorancia tildan de autoritario) como se lograron los avances en esa dirección.

Gracias a las reformas y políticas impulsadas por los presidentes Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo es que se instituyó la Asamblea de Representantes y se celebraron elecciones para elegir al primer Jefe de Gobierno del Distrito Federal; entre muchos otros avances. Sin haber judicializado el proceso electoral, sin haber gritado fraude —así como siempre que ha sido derrotado en las urnas— el Revolucionario entregó la administración al PRD de Cuauhtémoc Cárdenas. De forma por demás decepcionante —casi dos décadas después— la izquierda ha continuado gobernando a los capitalinos a través de las practicas corruptas y clientelares que en el pasado tanto criticó; y que hoy nos hacen también la entidad menos democratizada del país.

Mediante políticas asistenciales y después de derrochar la friolera de 19 mil millones de pesos cada año, los perredistas entregan como resultado el que prácticamente ninguno de los beneficiarios de sus “programas sociales” haya salido de la pobreza. Uno tras otro los mal llamados gobiernos progresistas —desde que tuvimos la desgracia de ser gobernados por un tabasqueño— han derrochado 300 mil millones de pesos con la única finalidad de enriquecerse desde el poder. Ni nuestras calles están en mejores condiciones, ni tenemos un abasto de agua garantizado, ni la delincuencia ha disminuido, ni la movilidad y el transporte son eficientes. La corrupción en cambio, es el pan nuestro que debemos comer todos los días en la ciudad (Bejarano, Línea 12, Honestidad Valiente, Delegados de escándalo, etc.).

Sin embrago, este viernes otro presidente surgido del las filas del tricolor, promulgará el decreto de la reforma política del D.F. Y esto no solamente implica el cambio de nombre por el original de Ciudad de México; sino que también tendrá muchas otras implicaciones de orden presupuestal y en la composición de nuestros gobiernos locales (las actuales delegaciones). También será una gran oportunidad para proponer leyes de avanzada y con visión de futuro, acordes con esta gran urbe.

Otra vez, de manera sorprendente, es esa nueva generación que hoy encabeza el PRI de la capital, quien está tomando la iniciativa de convocar a la sociedad para elaborar propuestas que se traduzcan en herramientas que nos permitan exigir a nuestros gobernantes transparencia, justicia, rendición de cuentas y compromiso. Es también la oportunidad de que la oposición trabaje de la mano para dar ese importante salto cualitativo de consolidar finalmente lo que la izquierda ha impedido y ha sido incapaz de lograr: gobiernos honestos y eficientes que den calidad de vida a quienes vivimos en la Ciudad de México.