Orwell en México

Orwell en México
Por:
  • mauricioi-columnista

La lamentable salida de Nicolás Alvarado de TV UNAM trajo algo bueno: ha provocado que la atención pública se dirija al Conapred, evidenciando las limitaciones de su actuación.

Recordemos que el 30 de agosto el entonces director de TV UNAM publicó un artículo de opinión en el que expresaba las razones de su disgusto respecto a las canciones de Juan Gabriel. En su texto, Alvarado apuntaba su irritación ante las lentejuelas del cantante “no por jotas sino por nacas”. Señalé en mi colaboración anterior que, al disentir de la opinión mayoritaria, el “tribunal” de las redes sociales se unificó para exigir la renuncia del funcionario universitario. Horas antes de que la UNAM concediera a la muchedumbre la cabeza de Alvarado, el Conapred le solicitó que se abstuviera de realizar manifestaciones clasistas y contrarias a la dignidad de las personas de la diversidad sexual; ofreciera una disculpa por el agravio ocasionado con sus manifestaciones; refrendara su compromiso para que sus colaboraciones futuras se desarrollen con respeto a los derechos humanos y se abstuviera de utilizar en sus notas periodísticas un lenguaje que pudiera considerarse discriminatorio.

La revisión del contenido de estas recomendaciones muestra al Conapred como una instancia pública que “higieniza” el lenguaje al proscribir el uso de ciertas palabras. Los mexicanos financiamos al equivalente de un comisario soviético que censura el trabajo de los comunicadores que usen palabras como jotos y nacos. El pronunciamiento del Consejo es tan absurdo que le demanda a Alvarado una disculpa pública por el agravio causado a: ¿Juan Gabriel?, ¿las lentejuelas?, ¿las buenas conciencias? Mostrando un tufo autoritario, en nombre de la corrección política, exige al comunicador que en sus siguientes notas deje de utilizar palabras consideradas discriminatorias (¿a juicio de quién?). Observamos así los primeros pasos para crear la versión mexicana de la Policía del Pensamiento imaginada por George Orwell en su obra clásica de 1984.

Hay que subrayar que, a diferencia de muchos asuntos en los que su actuación ha sido tardía o nula (el caso del grito de “puto” en los partidos de la selección nacional es el más evidente), la participación del Consejo en este caso fue muy rápida (menos de 24 horas). La inusitada celeridad estuvo acompañada de una violación elemental a las reglas del debido proceso.

Alvarado señaló hace unos días que en ningún momento fue informado oficialmente acerca de las recomendaciones del Consejo ni recibió notificación alguna sobre quejas, sanciones o juicio alguno. A pesar de imputársele graves actos discriminatorios, se enteró de los mismos en los medios de comunicación. Casi sobra decir que, al desconocer los cargos formulados en su contra, el Consejo dejó al comunicador en un total estado de indefensión.

Este traspié muestra el triunfo de la corrección política de la mano de una institución extraviada desde hace años. Lejos de combatir la discriminación, el Consejo justifica su existencia intentando figurar en asuntos de alto perfil mediático. Creo que a Gilberto Rincón Gallardo le apenaría ver el Conapred actual.

mauricio.ibarra@3.80.3.65

Twitter:@mauiibarra