Otredades

Otredades
Por:
  • claudia_guillen

En la vida cotidiana y en la literatura, normalmente, encontraremos ejemplos de cómo el ser humano, o bien, los personajes que pueblan un relato, tienen una personalidad dual. Aquella que les permite intercalar emociones que, en su conjunto, logran alcanzar la riqueza a través de sus matices.

En esta ocasión, me gustaría que nos acerquemos a cómo se da la identidad, a través de una propuesta académica, a esa figura llamada “la otredad”. Tema que, como ya mencioné, está presente en muchos de los ejercicios literarios de todos los tiempos.

Normalmente, cuando se hace referencia al sujeto exótico en la literatura, se alude a una figura de la otredad que frecuentemente alcanza un matiz extraño, desconocido; en ocasiones se refiere a un personaje peligroso, aunque, en otras, el personaje puede dar pie a una atracción misteriosa.

La literatura exótica se inserta en la tradición romántica y apela al mundo de la ficción y al espíritu de aventura. El escritor francés Víctor Segalen (1878-1919), fue quien hizo un primer planteamiento del exotismo; en su libro Essai sur l’exotismenos, en el que ofrece un panorama que incluye tanto la visión política como la crítica de esta idea.

Un ejemplo es el cuento El Horla, del escritor Guy de Maupassant (1850-1893), ya que en él podremos observar no sólo elementos exóticos sino también el Umheimlich, que es la palabra utilizada por Sigmund Freud (1856-1939) para remitirnos a lo siniestro en de la literatura fantástica.

En este relato, Maupassant se vale del diario del protagonista para narrarnos las alucinaciones de éste, quien “siente” la presencia de un ente a quien él mismo llamó El Horla: Un “ser siniestro” aparece a partir de que el personaje principal saluda, a lo lejos, a un barco procedente de Brasil, y se entiende que a través de este acto espontáneo invita a ese “otro” que llegó desde el Nuevo Continente –del mundo desconocido y primitivo, desde un punto de vista colonialista– para apoderarse de la mente y de las acciones cotidianas del personaje. De este modo se plantea primer elemento de exotización: el ser primitivo y maligno sólo puede venir de tierras ajenas a Europa del siglo XIX, para apropiarse de un hombre con características civilizadas.

Durante el relato el protagonista mantiene una lucha constante con sus estados de ánimo y la angustia, día a día, se hace más patente cuando comienza a sentirse en poder de ese “otro” que se integra a su vida de forma soterrada. Sus síntomas se materializan a través de pesadillas donde el Horla intenta estrangularlo o beber su sangre. Muchas cosas suceden para que, finalmente, el protagonista se sepa poseído por esta criatura. Otro de los elementos de la exotización es justamente lograr el apoderamiento de “el otro”, es decir, quien coloniza toma la cultura y las costumbres del colonizado para cambiarlas y así, entre otras cosas, ejercer el control sobre él.

Así, esta narración nos remite a diversos puntos que se insertan en las estructuras del sujeto exótico en la literatura, tomando en cuenta que éstas se refieren a la figura de la otredad, que a menudo adquiere un matiz extraño, desconocido –en ocasiones podría tratarse de un personaje peligroso, y otras es motivo de una atracción misteriosa–, como se da cuando Maupassant entrecruza estos sentimientos a lo largo de la trama. Si, como decía líneas arriba, el Unheimlich integra la idea de sensaciones cercanas a lo angustiante o espeluznante, en el cuento de Maupassant se ve reflejado claramente pues el ente se apropia del protagonista hasta cambiar su percepción de la realidad y lo arrastra a diversos estadios emocionales alterados cuando experimenta la lucha entre lo oculto y lo visible, pero también entre lo familiar y lo desconocido.

Si bien el exotismo es el encuentro con el “otro”, también se refiere a enfrentarse con la idea de primitivismo. Está vinculando con un miedo a lo primigenio; con el pánico a la diferencia; que es el encuentro de lo exótico (implicando en lo exótico un descubrimiento y una posesión). Se trata de una conquista pues, ¿qué idea podría representar lo primitivo y exótico, más que la de un ser que estrangula y bebe sangre humana, como lo “sueña” el protagonista de El Horla?

El cambio tan radical sufrido por el narrador plantea esa lucha del que posee con quien es poseído, con lo que se construye un relato donde la pesadilla interior, unida a la experiencia exterior, logra un espectro espelúznate. La pérdida del ser, en el pensamiento de lo exótico, se da en los cuentos fantásticos, porque son el sustento que alimenta la sicología de la alteridad, como lo hace Maupassant con El Horla, pues en sus páginas se identifica de qué manera, en esa alteridad, el protagonista también mantiene su propia identidad.

El cuento al que hago referencia lo pueden encontrar, fácilmente, en páginas electrónicas dedicadas a la literatura, dado que se trata de un relato que se erige como parte fundamental de la tradición de este género.

Así como Maupassant logra dotar a su personaje de esta idea de que “algo” lo ha poseído, les aseguro que podemos encontrar ejemplos de esta idea en la vida cotidiana del presente. Quizá, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido un Horla con el que lidiar para, después, ir de lleno a un espacio que nos dé certezas, aunque sea por un tiempo.

Nos vemos el otro sábado, si ustedes gustan.

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