Partidocracia en plural y en singular

Partidocracia en plural y en singular
Por:
  • guillermoh-columnista

Cuando el PRI era el partido hegemónico, la lucha por la democracia en México se entendió como la exigencia por la posibilidad real de la alternancia política. Se pensaba que cuando el PRI perdiera una elección presidencial, cuando otro partido llegara al poder, entonces México sería por fin una democracia completa.

Eso sucedió en el año 2000 cuando el PAN ganó la elección presidencial. Desde esta lógica, el PRI no tenía que desaparecer. Bastaba con que se convirtiera en un partido como los demás.

¿Qué pasó en estos dieciocho años? ¿Cómo llegamos a la convicción de que el sistema de partidos —construido con tanto trabajo en el último tercio del siglo XX— ya no era suficiente para afirmar que vivíamos en una democracia plena?

 

“Los mexicanos que creemos en la democracia como una forma de vida y no sólo como un sistema de gobierno debemos trabajar para lograr la transformación de México. Sigamos el ejemplo de los estudiantes. No esperemos a que las autoridades decidan el momento que les convenga para realizar los cambios que exigimos”

 

Una de las razones del desencanto de los mexicanos con su sistema democrático fue la percepción de que el país no era una democracia sino lo que se conoce como una partidocracia.

Recordemos que una democracia es el gobierno del pueblo. En una democracia representativa como la nuestra, el pueblo no gobierna directamente sino que lo hace indirectamente a través de quienes ocupan los cargos de elección popular: diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores y el Presidente de la República. Hasta aquí todo va bien. El problema surge cuando esas personas que deberían gobernar para servir al pueblo, en realidad lo hacen para servir los intereses de sus partidos. La partidocracia, entendida de esta manera, es el secuestro de la democracia por parte de los partidos.

[caption id="attachment_799265" align="aligncenter" width="3543"] De izq. a der. Yeidckol Polevnsky, Andrés Manuel López Obrador y Mario Delgado, durante una reunión con diputados de Morena, el pasado 5 de septiembre.[/caption]

Cuando Morena se define como un movimiento antes que como un partido, lo que pretende es que no se le acuse de ser un integrante más de la partidocracia. Morena, se dice, no es un partido como los otros. El partido Morena es el aparato electoral del movimiento Morena pero es el segundo quien supuestamente predomina sobre el primero.

Sin embargo, desde el triunfo contundente del partido Morena en las elecciones pasadas hemos visto muy poco al movimiento Morena. Es más, después de las elecciones no hemos sido testigos de movilizaciones populares, que anuncien una transformación de México desde abajo. Lo que se gesta, tal parece, es una transformación selectiva desde arriba. Dicho de otra manera: todos los días, en las noticias, aparecen los políticos más prominentes del partido Morena anunciando cambios de todo tipo, pero las bases de Morena han brillado por su ausencia desde que fueron a votar.

Un mecanismo que se ha propuesto para devolver el ejercicio de la democracia a la gente es el referendo. De esta manera, la población puede manifestar su voluntad de manera directa, sin que sean los representantes quienes interpreten esa voluntad, según su criterio o sus intereses políticos. Sin embargo, si bien el próximo gobierno ha anunciado la realización de por lo menos uno de ellos, esto no basta para transformar nuestro sistema democrático. Los referendos tendrían que versar acerca de temas más sustantivos no sobre asuntos inanes como la ubicación de un aeropuerto.

La partidocracia no sólo sucede en sistemas pluripartidistas con el poder distribuido, también puede surgir en un sistema pluripartidista con un partido dominante, como ahora

pasa en México.

Morena el partido debe resistirse a la tentación de gobernar sin tomar en cuenta a Morena el movimiento. Y los mexicanos que no pertenecemos a Morena —que somos la gran mayoría—no podemos dejar de organizarnos de manera democrática en otras agrupaciones. México no debe convertirse en un país de un solo partido. Si la partidocracia en plural es mala, la partidocracia en singular es peor.

 

“Desde el triunfo contundente del partido Morena en las elecciones pasadas hemos visto muy poco al movimiento Morena. Es más, después de las elecciones no hemos sido testigos de movilizaciones populares, que anuncien una transformación de México desde abajo. Lo que se gesta, tal parece, es una transformación selectiva desde arriba”

 

El país ha caído en un letargo después de las elecciones. Los políticos han estado muy activos, pero los ciudadanos han estado a la expectativa. Una de las poquísimas excepciones es la del movimiento estudiantil en la UNAM, que ha mostrado que los jóvenes saben organizarse para exigir cambios largamente postergados.

Los mexicanos que creemos en la democracia como una forma de vida y no sólo como un sistema de gobierno debemos trabajar para lograr la transformación de México. Sigamos el ejemplo de los estudiantes. No esperemos a que las autoridades —aunque hayan sido elegidas por nosotros— decidan el momento que les convenga para realizar los cambios que exigimos.