Poniatowska

Poniatowska
Por:
  • larazon

Gil Gamés

Amigos que no malquieren a Gil han tratado de persuadirlo de que criticar un premio importante otorgado a una escritora mexicana es de pésimo gusto, como si te invitan a una fiesta y después de tragar los caldos del anfitrión hablas pestes de su casa. Puede ser, dirán la misa, pero Gamés ha sido un lector emocionado y enconado (ado-ado), como ustedes quieran, de la obra de Elena Poniatowska, flamante Premio Cervantes. Para qué más que la verdad, ni modo de que ahora Gilga se disfrace de un falso fan (fa-fa) de la escritora mexicana.

Antes que nada, Gil muestra sus credenciales: ha leído todos los libros de Poniatowska, oh, sí, desde La noche de Tlatelolco hasta Leonora, no le ha hincado el diente a El universo o nada y quizá ya no tenga fuerza para atravesar el territorio de esas páginas. Por lo mismo, su gusto, algo estragado, reconoce un primer ciclo notable que empezó en las voces de las entrevistas reunidas en Todo México, pasó por Hasta no verte Jesús mío, luego por un pequeño gran libro, Querido Diego te abraza Quiela, y más tarde por las crónicas de Fuerte es el silencio. Le dirán a Gil: ¿quieres más? Y en cierto sentido el reproche será cierto. Veamos: un primer ciclo sepultado en la demagogia revolucionaria, el resto de la obra de Poniatowska no vale un Cervantes.

La primera plana de El País le parece a Gamés sintomática (gran palabra inservible): “El Cervantes honra la obra comprometida de Elena Poniatowska”.

Caracho: hemos regresado en el tiempo, ¿literatura comprometida?

¿Volvemos a la vieja polémica? Entonces leamos la discusión de Collazos-Cortázar, leamos el pleito de Casa de las Américas, leamos a Vargas Llosa, leamos otra vez el escándalo de Padilla y los héroes que pastan en el jardín de nuestra desmemoria. Señores del diario más poderoso de lengua hispana: ¿de verdad el compromiso es un atributo de las letras? ¿Saben qué?: la crisis y la soberbia los han vuelto locos.

¿Hay un segundo ciclo en la obra de Poniatowska? Sí, los libros en los cuales aparecen muchísimos chichicuilotitos baratos, jitomatito fresco, cebollita bien picada, jóvenes revolucionarios, maestros que toman el Zócalo y cuya alma de rufián le parece patriótica a Poniatowska, mucha ceguera dogmática, a montones, y ni una aventura creativa. Nada: propaganda, estandarte y pendón, demagogia; por eso en estos días, Poniatowska tiene seguidores y no lectores. Oh, sí.

Ya oye Gil los comentarios: roñoso, sinvergüenza, neoliberal, miserable, al paredón, reaccionario, ¿cómo se atreve? Amigos que Gil pondera sostienen que Poniatowska le ha dado voz a los lo que no la tienen, vieja conseja de Monsiváis. Darle voz a los desposeídos: ¿cuáles desposeídos? ¿Los personajes de Tinísima, los de Leonora? ¿Guillermo Haro fue un desposeído? ¿No será más bien que estas tramas siempre buscaron al mercado de la izquierda de mural y pandereta? Un mercado que, por cierto, trae mucho dinero, prestigio e influencia. ¿Cómo la ven? Sin albur.

Gamés se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: el Cervantes otorgado a Elena Poniatowska significa más que el reconocimiento a una obra, pues también trae el sello del género: la cuota de las mujeres. Por cierto, el importante Premio Sor Juana que se otorga en la FIL de Guadalajara, y que han ganado magníficas escritoras, sólo se le concede a mujeres. ¿Qué ocurriría si hubiera un premio que se da sólo a los hombres? Los jitomatazos vuelan sobre la cabeza de Gil, los hielazos, las monedas. Ni pex.

La máxima de Lincoln espetó dentro del ático una vez más: “La demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con palabras mayores”.

Gil s’en va

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Twitter: @GilGamesX