¡Quieto Felipe!

¡Quieto Felipe!
Por:
  • larazon

Raymundo

 PRIMER TIEMPO: Cuando la mecha corta se convierte en búmeran. Todo comenzó el lunes, cuando a través del Twitter le preguntaban por qué no había respondido a las revelaciones de Der Spiegel que la Agencia de Seguridad Nacional se había metido a los servidores y correos electrónicos de la Presidencia. “Hablé con @JoseAMeadeK Srio. de Rel. Exteriores, para solicitar que transmita mi más enérgica protesta por el espionaje del que fui objeto”, replicó el ex presidente Felipe Calderón. Quién se iba a imaginar lo que vendría. Los ex presidentes tienen una ventanilla especial en Los Pinos para cosa que se les ocurra. También, como le dijo una vez el presidente Enrique Peña Nieto a un antecesor, no tienen que tocar puertas de nadie, porque la suya siempre está abierta para ellos. Calderón violó la regla y se le olvidó que Meade ya no es su empleado. ¿Jerarquía mata nuevo gobierno? Para nada. Calderón es ciudadano, nada más, a quien Meade le debe haber tomado la llamada por cortesía política. Sorprendido también, quizás, por la exigencia fuera de toda institucionalidad. Pero más asombroso que Calderón utilizara la red social para ventilar un exabrupto fuera de lugar. Fue explosivo, como siempre lo ha sido. Su coraje —¿será contra el gobierno de Estados Unidos a cuyas agencias de inteligencia les abrió la puerta para que trabajaran operativa y tácticamente en territorio mexicano, prácticamente sin restricciones?— debe incrementarse al día siguiente cuando vino la respuesta del nuevo gobierno, al que ignoró el lunes. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, informó que por instrucciones del Presidente auditarían los sistemas informáticos del gobierno de Calderón, para determinar si participaron sus funcionarios en el espionaje estadounidense. La NSA, por sus siglas en inglés, realmente no necesita ayuda. Tiene 600 hackers para meterse en los servidores de todo el mundo. Pero qué importa. Si Calderón pensaba que aún manda, le dijeron que no, y más: van a investigar el colaboracionismo en su gobierno con los estadounidenses y ver si hubo traición a la Patria, delito por el cual, da la casualidad, puede ser encarcelado un Presidente.

  SEGUNDO TIEMPO: Si sólo tenía que callarse, ¿por qué abrió la boca? Todo indica que el gobierno de Enrique Peña Nieto está abriendo la regadera de la ignominia al ex presidente Felipe Calderón. Dio instrucciones al canciller José Antonio Meade, y ahora se tendrá que aguantar. La investigación que abrió el gobierno mexicano a su gobierno para determinar si participaron funcionarios en el espionaje de Estados Unidos a México, empezará en el corazón de sus cariños y lealtades. En la esquina de los sospechosos está Patricia Flores, que entró en Los Pinos como directora de administración, bajo las órdenes del jefe de Oficina, Juan Camilo Mouriño. Flores contrató a un conocido de la Cámara de Diputados para llevar toda la parte tecnológica e informática de la Presidencia: Jorge Alejandro Arciga. Al morir Mouriño en un accidente a fines de 2008, Flores lo sustituyó y se convirtió en la mujer más poderosa del gobierno. Arciga se quedó en su lugar, leal a ella y a su nuevo jefe, Gerardo Ruiz Mateos, una de las personas más cercanas a Calderón, que recaudó fondos para la campaña presidencial de 2006. Nadie, salvo Flores y Ruiz Mateos, tenían ascendencia sobre todo lo que tuviera que ver con el software y el hardware de la Presidencia. Serán ahora primera estación de la investigación cibernética en la Presidencia anterior. La siguiente será el equipo espejo que había en el Estado Mayor Presidencial, que estaba bajo el mando del general de Brigada Jesús Javier Castillo. Qué hicieron y qué no hicieron o porqué lo hicieron, son preguntas que tendrán que responder cuando los interroguen las autoridades. ¿Será posible que eso suceda? Por lo que dijo Osorio Chong, que a nadie le quepa duda. ¿Serán ellos los traidores de la Patria? ¿Importa? De acuerdo con expertos, lo más probable es que no tengan nada que ver, pero esto también es irrelevante. El fondo de la investigación es más de político que de tecnológico, por lo cual, hay una Espada de Damocles la que le colocaron al ex presidente por pasarse de boca.

  TERCER TIEMPO: ¡Hey! No se olviden de Paco y Pepe. En el nuevo escándalo político que entró esta semana a la cocina para su preparación, hay un episodio que no se puede olvidar por su contexto. Si el gobierno de Enrique Peña Nieto sospecha que funcionarios del gobierno de Felipe Calderón pudieron ser copartícipes del espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad, que durante 60 años ha trabajado estrechamente con el Pentágono, no sólo hay cejas levantadas sobre los civiles, sino sobre los militares y sus proveedores. El retrato hablado de quien fue su vaso comunicante en ese sexenio, con el total apoyo del Pentágono, se llama José Susumo Azano. El empresario que nació en Jalisco, propietario de la multinacional Security Tracking Devices —con oficinas en ciudad de México, San Diego y Dubai—, fue el principal proveedor de la Secretaría de la Defensa en el sexenio pasado. Su especialidad: software de seguridad y dispositivos para intervenir teléfonos móviles. Susumo Azano llegó al gobierno de Calderón de la mano de su primer secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, quien cuando fue gobernador en Jalisco, le dio a su familia jugosos contratos. La relevancia de estos personajes deriva de la preocupación del presidente Peña Nieto que cercanos a Calderón colaboraran con Estados Unidos para meterse en los asuntos internos mediante un espionaje masivo, y que involucra hipotéticamente de manera indirecta a los proveedores. En la industria hay sentimientos ambivalentes. Algunos proveedores están muy nerviosos, mientras otros sostienen que ellos sólo venden equipo y programas, y es el gobierno el que decide qué hacer con ellos. Pero la racionalidad en estos momentos de molestia desatada contra Calderón, es lo de menos. Por violentar las formas y exceder sus límites, el escándalo del espionaje global sirvió también para decirle a Felipe, ¡estése quieto!, en cualesquiera cosas —como la oposición a la Reforma Hacendaria— quiera meterse.

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