Una casa para Lichi

Una casa para Lichi
Por:
  • rafaelr-columnista

Hemos visto en estos días, “En un rincón del alma” (2016), el emocionante documental de Jorge Dalton, talentoso cineasta salvadoreño, hijo del poeta Roque Dalton, sobre nuestro querido e inolvidable amigo Eliseo Alberto Diego (Lichi), presentado en la Casa de América de Madrid el pasado 17 de octubre. Comprobamos que el duelo sigue tan vivo como aquel último día de julio de 2011, sencillamente porque todos, o los más cercanos, seguimos sintiendo a Lichi aquí, muy cerca, del otro lado del teléfono o a unas cuadras en la colonia Del Valle.

El documental de Dalton está pensado como una conversación de Lichi con el público. El escritor, sentado en una esquina de su estudio en la calle de Tlacoquemécatl, sin otra presencia que medie entre su voz y el público, habla para nosotros. A través de ese monólogo, que a veces se interrumpe con breves alusiones al documentalista, Dalton ha logrado revivir la cautivante oralidad de Eliseo Alberto. A pesar de la gravedad del tema —la fractura de la cultura cubana y el totalitarismo político en la Isla—, esa mezcla de ingenio, lucidez y humor que era la conservación de Diego queda retratada en el film.

La pieza de Dalton arranca superponiendo imágenes de las casas habaneras donde residió el escritor: la quinta Villa Berta, en Arroyo Naranjo, donde vivieron sus padres, el poeta Eliseo Diego y su esposa, Bella García Marruz, y sus tres hijos, Rapi, Lichi y Fefé, y la casa de E entre 23 y 21, que pasó de padre a hijo en los 90. Finalmente, las imágenes desembocan en la última casa que habitó el autor de Informe contra mí mismo (1997), en la calle de Tlacoquemécatl, en la Ciudad de México, desde cuya biblioteca habla a sus amigos.

Lo que cuenta Lichi en “En un rincón del alma” es una historia familiar y personal de la Revolución Cubana. Una historia desde la emoción, no desde la pasión o la razón que, a su entender, han dividido y confrontado a los cubanos durante seis décadas consecutivas. Si la razón ha destruido el pasado de una ciudad y ha creado un régimen de exclusión de unos cubanos por otros, la pasión los ha llevado a la guerra y la represión, al silenciamiento y el escarnio. Una historia del drama de la isla, basado en la emoción, permite restablecer el tejido la memoria antes de pasar a la inevitable reconstrucción política del país.

La memoria del escritor, con sus casas a cuesta, como el judío errante de Marc Chagall o la novela Una casa para Mister Biswas de V. S. Naipaul, conduce la conversación por las grandes desgarraduras de la historia cubana reciente: los fusilamientos, la sovietización, las UMAP, Mariel, la homofobia, la diáspora… Pienso entonces, que esas casas, como cápsulas de la memoria, explican también el gusto de Eliseo Alberto por los pequeños espacios simbólicos que habitan sus novelas: el circo de La eternidad por fin comienza un lunes, el zoológico de La fábula de José, la playa de Caracol Beach, la imprenta o el teatro de Esther en alguna parte y la revista juvenil de El retablo del Conde Eros.

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