EVOLUCIÓN

EVOLUCIÓN
Por:
  • raul_sales

Empezamos a modificarnos primero por estética, una disminución de arrugas, un implante, una liposcultura, un injerto, un aumento. Lo que fuera necesario para alcanzar los cánones de belleza fijados. Después de conseguir el cuerpo deseado seguimos con el sueño de siempre, alargar la vida lo más que pudiéramos pero, si ser bello era cuestión de recursos, el ser longevo estaba al alcance de muy pocos. Y así, los que tenían bajo su control la economía, tuvieron a su alcance el tiempo para planear a largo plazo mientras los menos afortunados, vivían sus vidas en un estado de estrés aspiracional.

Las donaciones de órganos tenían que ser voluntarias y el mercado negro de los mismos era un negocio lucrativo, un riñón, un corazón, un pulmón, unas retinas, un hígado pero, nunca era suficiente así que del botox, silicona y trasplantes, empezaron los biodispositivos, aparatos que cumplían las funciones de los órganos que fallaban, las prótesis también tuvieron su salto cualitativo y de repente, perder un miembro ya no era una tragedia, a menos claro, que no tuvieras el dinero para instalar un brazo o una pierna mejoradas, funcionales, indetectables y por su misma construcción, mucho más duraderas que las originales. Era el siguiente paso de nuestro control, primero nuestro ecosistema, luego nuestro cuerpo y por último, nuestra caducidad.

La población se estabilizó en 3,000'000,000, el hambre era cosa del pasado, ahora una simple barra sintética nos daba todo lo necesario aunque seguimos con nuestra elaborada cocina pues seguíamos disfrutándola. El promedio de vida pasó de 70 a 140, luego 190, 240, 300. Yo cumpliría en el mes de febrero 347 años y apenas estaba acercándome a la media funcional.

[caption id="attachment_693589" align="aligncenter" width="696"] Ilustración: Norberto Carrasco[/caption]

No había guerra pues no había necesidad de recursos, ni envidias, ni siquiera teníamos ya concepto de raza pues éramos iguales desde hacía mucho y la religión perdió mucho de su atractivo cuando dejamos de temer por el castigo en la siguiente vida, nuestras discusiones eran debates filosóficos, diferencias de enfoques llenas de argumentos y como teníamos todo el tiempo del mundo, también teníamos toda la paciencia del mismo. Era casi la utopía perfecta, excepto por un pequeño detalle que en su momento no nos pareció tan importante... Los 3,000'000,000 de seres seguiríamos siendo los mismos, éramos, después de tantas modificaciones, incapaz de reproducirnos. Con cientos de años por delante creímos que tendríamos tiempo de resolverlo como todo lo demás pero, el mismo tiempo que ahora estaba bajo nuestro control, tuvo su último ramalazo de independencia y terminó con esa posibilidad. La matriz de nuestras mujeres era polvo y aunque lo intentamos con biodispositvos internos y externos, era inútil, podíamos alargar la vida todo lo que quisiéramos pero, éramos incapaces de crearla.

De qué sirve tener tantos años enfrente si de repente te encuentras con que no hay un propósito, que quedaste estancado, que tienes todos los lujos que puedas soñar pero estás encerrado dentro de una prisión, una de la que no puedes escapar pues eres tú mismo. La depresión era avasalladora, antes pasar unos días sumidos en ella era peligroso, ahora pasábamos años revolcándonos en nuestra miseria, conquistamos la juventud eterna para darnos cuenta de que nuestras almas envejecían, que se pudrían, que se volvían obsoletas, la tasa de suicidios aumentó, primero uno, luego otro hasta que grupos enteros se desvanecían, se desconectaban de la realidad, dejaban de comer hasta que todos sus biodispositvos eran solo plástico sin función.

De los 3 mil millones, nos redujimos en apenas una década a la mitad, en 50 años quedábamos solo la tercera parte y con cada partida, nuestra depresión aumentaba, abandonamos ciudades, nos volvimos huraños, ermitaños, llegamos a conocernos todos y nos dimos cuenta de que conocernos de tantos años, conocernos tan profundamente, primero reflejaba nuestra culpa, luego, nuestra pérdida y terminábamos, quizá para no enloquecer, repudiando nuestra cercanía.

Con cada año que vivíamos, algo dentro de nosotros moría, los perros y gatos suplieron nuestra necesidad por un tiempo pero ellos no reían, no balbuceaban, no nos daban esa sensación de orgullo que solo los niños, mientras crecían, nos hacía hinchar el pecho y presumirlos a los cuatro vientos. Las escuelas fue lo primero que derruimos, luego los parques y fuimos, en un ansía destructiva con lágrimas en los ojos, tirando abajo cualquier cosa que nos recordara a los infantes. El problema era.. que todo lo hacía.

La población seguía disminuyendo, en nuestra búsqueda de la eternidad perdimos el futuro. Algunos, aún contra toda esperanza, buscábamos la forma de rescatarlo, de salvarnos como especie, intentamos, innovamos, experimentamos en animales que ahora ya no estaban en peligro, por el contrario, desde la disminución de nuestra especie, el planeta parecía empeñado en hacernos desaparecer, lo que antes controlábamos, ahora era un ecosistema indómito que crecía cada día más... No tuvimos resultados, llegamos a la conclusión lógica... Estábamos irremediablemente condenados.

Saber que ya no hay nada por hacer es hasta cierto punto liberador, los miles que quedábamos caímos en un apasionado regreso a nuestra naturaleza, las grandes ciudades dejaron de ser junglas de concreto para ser de verdad, altos rascacielos cubiertos de enredaderas, animales que ya no temían el olor de nuestra especia, una explosión exuberante de colore, aromas y sonidos y en ese estado anímico de conjunción natural nos entrometimos por última vez, empezamos con la cruza entre especies de primates y aquéllos pequeños homínidos tan diferentes pero tan cercanos a nosotros, nos trajeron de vuelta esa sensación de orgullo perdido, pequeños detalles en el intercambio genético, una estimulación temprana, la selección de los especímenes más prometedores. Teníamos un propósito, teníamos un camino y teníamos todo el tiempo de mundo.

Somos una pequeña mota de acero y concreto dentro de un planeta verde, llevamos casi cuatrocientos años dedicados a esto pero, creemos que al fin lo conseguimos. Jupe está en labor de parto, se queja en su limitado lenguaje. La tranquilizamos, acariciamos su negro azulado pelaje, le decimos palabras de consuelo y la animamos a pujar. Toda nuestra comunidad está viendo la transmisión en nuestra intranet. La criatura está coronando. Aguantamos la respiración mientras Jupe grita de dolor. El llanto de la criatura nos recorre cada terminación nerviosa, nos enchina la piel y nos desgarra entre ausencia y esperanza. El llanto de la criatura nos hace reír y llorar al mismo tiempo, es un sonido que no hemos escuchado en casi 700 años, uno que no creímos escuchar nunca más. El maravilloso sonido del llanto de un... bebé.