Figuras marginales que el grafito expulsa

Figuras marginales que el grafito expulsa
Por:
  • carlos_olivares_baro

Cuevas nació en febrero, de madrugada, en los altos de una fábrica de lápices y papeles: destino inmediato: el grafito como azar; los piélagos de las hojas, un espejo que el muchacho colorea con los resuellos de su aliento.

Cuevas me dijo un día que dibujaba escuchando “La flauta mágica”, de Romeu, porque ese danzón deaspertaba sus ansias “y Goya, Chagall, Blake y Dubuffet me invitan a la jarana”. Cuando me lo confesó, Francis Bacon entró al estudio con un cuchillo de carnicero. Chagall afuera se ceñía al precipicio de la novia imaginaria que valseaba en el lienzo con una nube de azul cobalto. // El brillo del polvo se acopla a la soledad. Cuevas grafica la oscilación. “Una risa, / Como un aullido / Desde el fondo del niño / Cada día / José Luis dibuja nuestra herida” (Octavio Paz). // Paul Klee entra en el momento justo de los acordes de “El barbero de Sevilla”, y José Luis da tres pasos sobre el danzón rossiniano en pulsaciones de síncopas criollas. “Oye, tengo sangre cubana. ¿De dónde tú crees que me salen estos fantasmas carbonizados?”, me dijo y el tizón se deslizó y trazó otra noche. / Bacon se tambalea: deshace el meridiano gris. / Cada paso es una enunciación. Hay un séquito de monstruos que espera: Cuevas abraza a la puta yaciente, la empina, la zarandea en toda la degradación posible y la “Vereda tropical” (Gonzalo Curiel) se enlaza con la “Clave azul” (Agustín Lara). José Luis decide terminar el happening. Chagall entra con la novia a cuesta. / Klee juguetea con la punta de su línea-caña. Matisse se escabulle en un azul opacado. / “Mis mundos son concéntricos con las danzas. Mis trazos nacen de las caderas de las mulatas. De mis putas queridas. Mi modelo me ceba los gozos. Cuando esculpí a La Giganta bailé con ella el rondó de la Serenata de Schubert”, me dijo Cuevas mientras Benny Moré cantaba “Oh, vida”. / Francis Bacon trota por un andén-laberinto / José Luis es un niño mirando la violenta punta del arco. William Blake desembarca en el amarradero 5 del puerto de Veracruz y pregunta por un muchacho que insolenta el muro que bosqueja una partitura de acordes donde la vida reaparece pestañeando. La duración, un oscuro muestrario de iniciales. La existencia deambula los gestos con premura deseosa. Goya llega temprano a su atelier antes de que los monstruos despierten y devoren los cálices del fuego. / José Luis desnuda los espejos / se retrata Indolente despojado dentro del paisaje de una pesadilla que confronta a la noche. / Una evocación para el instante: la pausa se traga la impureza. La puta besa la soledad. Los pájaros que Sade compró a la bruja, Kafka los asfixia con tintura yodada en la pupila. Evocación en la cartulina del encierro. La reclusión ata con cordeles oxidados el posible encanto de la avidez. / Arena y mármol / cellisca y fronda / un cuervo escondido ríe en la acuarela. La puta se ha puesto un embozo de mercurio: el espejo se la traga en la madriguera de la cuenca. El único tiempo es la inquietante dualidad compulsiva de verse siempre protagonista del último sacrificio. José Luis Cuevas merodea el oscuro resplandor de la vida. El único lugar es el lienzo.