“Miedo rematado por violencia, ADN de Latinoamérica”

“Miedo rematado por violencia, ADN de Latinoamérica”
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  • carlos_olivares_baro

Santiago Roncagliolo (Lima, Perú, 1975) ganó en 2006 el Premio Internacional Alfaguara de Novela con Abril rojo, publicación que lo llevó a obtener en 2011 el prestigioso Independent Foreign Fiction Prize del Reino Unido. El autor de la divertida y cáustica Óscar y las mujeres (Alfaguara, 2013) estuvo en México, la semana pasada, para promocionar su más reciente trabajo de ficción La noche de los alfileres (Alfaguara, 2016): thriller protagonizado por cuatro adolescentes, el cual está referido desde la perspectiva de la primera persona en pasajes reminiscentes de cada uno cuando ya son adultos.

Manu, Carlos, Moco y Beto viven embaucados en situaciones límites con la sombra vertical de la violencia a cuesta. La amistad cómplice dentro de los muros de un colegio de jesuitas en la Lima de 1992. Descubrimiento de la sexualidad, presencia del miedo y los gestos sigilosos de disimular debilidades individuales en una consignación de la búsqueda del poder en los trances de un ejercicio delirante, y hasta absurdo, de la violencia.

“Cuento la historia desde el punto de vista de esos adolescentes: ocurre que aquello que llamamos realidad en ocasiones no es tan real. Cada quien tiene visiones diferentes y contradictorias de un mismo hecho. Los recuerdos ‘inventan’ lo pasado. La sociedad peruana de los 80/90 vivía en guerra y violencia. En un entorno de intimidación absoluta, nunca escapas totalmente aunque te cobijes en la distinción. El miedo ronda siempre”, comentó en entrevista con La Razón el narrador limeño, quien vivió exiliado durante su infancia en México, y actualmente radica en Barcelona, España.

Percibo a un narrador que se siente cómodo en el thriller, el suspenso y las situaciones sarcásticas contiguas al humor negro... Así es. Valoro mucho a los thrillers, la novela negra, las comedias... Pasé mi adolescencia entre la violencia: bombas, secuestros, asesinatos, apagones, toques de queda... No salíamos mucho, en casa tenía libros y televisión: crecí leyendo muchas buenas novelas; pero, también con las series de terror de televisión: Hitchcock y demás. Descubrí a Poe con Roger Corman. La literatura, la televisión y el cine eran y son parte de lo mismo, he tenido siempre un aprecio por la cultura popular: no veo diferencias. Me encanta homenajear cada vez que puedo a los géneros que me han dado tanto placer.

¿Hay algo de autobiográfico en esta nueva novela? Estoy disgregado entre los cuatro. Carlos se viste como yo cuando salía a ligar. Cinéfilo como Moco. Lector empedernido que busca en la biblioteca un refugio como Beto. Algunos mohines violentos míos se parecen a los de Manu. Decidí por primera vez, contar mis vivencias personales, mis memorias y retomar capítulos de mi adolescencia. He llegado a la mediana edad: miro el pasado, probablemente, he vivido más de lo que me queda por vivir. He tomado consciencia, he querido reflexionar sobre lo ya vivido. Pretendo que esta novela sea un homenaje a los raros, a los perdedores... Tengo simpatía por los fracasados, por los infortunados, por los derrotados por la vida.

Ritmo narrativo apabullante que mantiene al lector en vilo... Estructuro mis historias con la perspectiva de una composición musical: conformo movimientos, gradaciones, efectos, silencios. Me interesaba crear un espacio ‘descontrolado’ progresivamente. Personajes con gestos excesivos aptos para trasladar todo hasta las últimas consecuencias. Tejido que concurre con el desconcierto. No sé si logré conformar ese almanaque pérfido que pretendí desde un principio. Cadencia de tabaleo perturbador. Me gusta especular con los miedos de mis personajes, enfrentarlos a sus angustias. Una historia como ésta necesitaba una fonética de discurso desafiante. Los hechos mismos van edificando una espiral obstinada.

Moco

Si nuestra historia fuese una película, sería Los Goonies.¿Alguien recuerda Los Goonies? Un clásico de 1985. Dirección de Richard Donner, guión de Steven Spielberg, y la actuación de Josh Brolin cuando aún ni se afeitaba, je je.

Es la historia de un grupo de chicos normales, como nosotros, que están a punto de ser desahuciados de su casa. Pero por casualidad encuentran el mapa de un tesoro pirata, y salen en su busca. Viven un montón de aventuras subterráneas. Tienen que enfrentar a una familia de ladrones. Caen en las trampas dejadas siglos atrás por los piratas. Pero al final triunfan y descubren el tesoro.

Nosotros éramos así. Los Goonies de Surco, je je. Nosotros también merecemos una película, con una primera escena, una toma inicial, con los créditos impresos sobre la imagen: “En la clase sobre el aparato reproductor”.

Y si no tenemos a Steven Spielberg ni a Josh Brolin, tendremos que hacerla nosotros mismos.

Fragmento de La noche de los alfileres