“No soy pesimista; no están cerradas las esperanzas”

“No soy pesimista; no están cerradas las esperanzas”
Por:
  • carlos_olivares_baro

Mandrágora: Planta herbácea de tallo muy corto, hojas anchas y rugosas, de borde ondulado, color verde oscuro, y dispuestas en roseta basal, flores malolientes, en figura de campanilla, de color blanco o azul violáceo y fruto en baya oblonga / Mandrágora autumnalis:

especie de fanerógama perteneciente a la familia de las Solanáceas, que fue usada extensamente en Europa medicinalmente. Sus raíces han sido empleadas en rituales mágicos, ya que sus bifurcaciones tienen cierto parecido a una figura humana.

Brotes de mandrágoras semejantes a muchachos y muchachas propagándose en los espacios íntimos de una maestra de español. Las plantas no se resignan: crecen caóticamente. Se apropian de todos los rincones, retoñan de las grietas en busca de un lugar en este mundo. Ethel Krauze (Ciudad de México, 1954) ha escrito una fábula cosida por el dolor y urdida en los recodos de un tono discursivo que oscila entre la elegía, el responso y la plegaria: El país de las mandrágoras (Alfaguara, 2016) se consuma en un vocerío de retumbos entrecruzados: susurros de aves sobre sombrías circunstancias que asedian a todos.

“Este texto está suscrito desde la modulación de la elegía: intento hacer un retrato de la violencia desatada en México en estos años. No podemos olvidar a los muchachos muertos y desaparecidos. No soy pesimista, no están cerradas las puertas a la esperanza, pero esa esperanza surge de las lágrimas”, declaró en entrevista con La Razón la autora de la exitosa novela El secreto de la infidelidad (2000).

¿Una novela para que la rabia nos conmine al llanto? ¿Cómo asumió usted el proceso de escritura? Quería lectores cómplices que lloraran conmigo. Sentirnos todos, lectores y yo, acompañados por el llanto. Llorar es una mudanza legítima que viene de la conciencia. En las lágrimas se vislumbra el reflejo de la luz. Esta historia la fui urdiendo desde hace algunos años. Emprender su escritura fue muy doloroso, pero el eco de estos muchachos me perseguía y no tuve más remedio que convertirlo en ficción. Este libro no debió ser escrito como lo dice la narradora en la dedicatoria.

La historia cuyo escenario es el estado de Morelos me hace pensar en el asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia en 2011, urdido por el crimen organizado... La idea de escribir la novela la tenía desde mucho antes, pero la muerte del hijo de Sicilia me impulso a sentarme a escribir con urgencia. No relato ni me inspiro en ese hecho, hay coincidencias. Mi personaje Adrián es el retrato de muchos jóvenes. La literatura tiene la posibilidad de universalizar circunstancias locales.

¿Adrián es una metáfora? Sí, y también una realidad que emana del grito herido de los pájaros.

Mensajes en redes, correos electrónicos, Twitter, cartas, apuntes de diarios, la radio comunitaria, poemas en una suerte de estribillo/murmullo que dialoga con la primera persona narrativa... Apelo al coro de la tragedia griega. Un orfeón en que Renata, Gilda, la madre, el padre, Adrián acentúan situaciones dramáticas; recurro como dije antes a la invocación, a la oración. Me valgo de todas estas técnicas modernas para configurar un discurso de cierta redundancia: collage armado de imperativas gradaciones. La narradora es consciente de esas mutaciones, mudanzas intertextuales que hasta cierto punto alimentan su habla.

¿Una invasión de mandrágora en el espíritu de la narradora que contagia a los lectores? No hay posibilidad de escape ni para la narradora ni para los lectores: la violencia nos pasma. El país está virado al revés y Adrián está en el extremo de vivir sus últimos instantes con las manos y los pies encadenados.

I Parte. Cap. 13

Adrián:

Quisiera acabar de morir y despertar en el paraíso.

Durante muchos libros busqué la descripción del paraíso que me convenciera. Pedí mi cambio a la carrera de Literatura y aprendí a saborear las palabras, como mi padre saborea los números y mi madre los olores y los ungüentos.

Entendí que yo debía escribir mi propio paraíso. Pero escribir era volcarme en el mundo de la expresión. Así como la Filosofía había sido mi camino al razonamiento, las novelas y la poesía me llevaban a la expresión. Yo buscaba algo más, me impacientaba que la Filosofía y la Literatura se convirtieran en una especie de intermediarios entre el mundo real y yo.

Fragmento de El país

de las mandrágoras