Novedades Editoriales

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Carlos Olivares Baró / carlos.olivares.baro@hotmail.com

Con autorización de Anagrama publicamos un fragmento de Dos damas muy serias & Placeres sencillos de Jane Bowles (New York, 1917 – Málaga, 1973). Tennessee Williams consideraba a Dos damas… “mi libro favorito”: crónica de Christina, Frieda y de la prostituta Pacífica en un marco donde libertad femenina, retiro, inmolación, humor, excentricidad y personajes esperpénticos conforman un mundo donde no cabe ningún signo de moderación. Bowles, escritora de culto que supo desde la comicidad despiadada, caligrafiar aconteceres paradójicos del alma humana. Hito literario del siglo XX.

Dos damas muy serias

El padre de Christina Goering era un industrial norteamericano de origen alemán y su madre una dama neoyorquina de familia muy distinguida. Chistina pasó la primera mitad de su vida en una hermosa mansión (que estaba a menos de una hora de la ciudad), heredada de su madre. Fue en esta casa donde se educó junto con su hermana Sophie.

De niña, Chistina fue muy despreciada por los demás niños. Jamás sufrió particularmente por ello, pues siempre tuvo, ya desde edad muy temprana, una activa vida interior que mutilaba su capacidad de observación de lo que sucedía a su alrededor, hasta tal extremo que nunca adoptó los manierismos entonces en boga, y a los diez años la tachaban de anticuada otras niñas de su edad. Ya entonces, hacía pensar en esos fanáticos que se creen líderes sin haber ganado ni una sola vez el respeto de un ser humano.

Christina se vio torturada en extremo por ideas que jamás se les habrían ocurrido a sus compañeros, pero al mismo tiempo se consideraba con derecho a una posición social que cualquier otro niño hubiera calificado de insoportable. De vez en cuando, algún compañero de clase se apiadaba de ella y procuraba hacerle compañía, pero, en lugar de agradecerlo, Christina hacia lo posible para convertir a su nuevo amigo al culto en que ella creyera en aquel momento.

Por el contrario, en el colegio todos admiraban a su hermana Sophie. Mostraba un singular talento para escribir poesía y se pasaba todo el tiempo con una amiga muy callada llamada Mary, dos años menor que ella.

A los trece años, Christina tenía el pelo muy rojo (más tarde siguió conservándolo bastante rojizo), sus mejillas eran fláccidas y sonrosadas y su nariz revelaba trazos de nobleza.

Todo aquel año, Sophie invitó a Mary a almorzar en su casa casi a diario. Al finalizar la comida, iban de paseo al bosque las dos provistas de un cesto que llenaban de flores. Sophie no permitía a Christina acompañarlas en estos paseos.

—Piensa en algo que puedas hacer tú sola −le decía Sophie.

agp