Rafael Canogar: abstración, tiempo y memoria*

Rafael Canogar: abstración, tiempo y memoria*
Por:
  • miguel_angel_munoz

-Cada cambio es una catástrofe y cada catástrofe una resurrección-

Octavio Paz

La Galería Hispanica – Guadalajara 88, Colonia Roma- de la Ciudad de México, presenta la exposición Rafael Canogar. Espacio material, una muestra de obra reciente de este artista referente del arte contemporáneo de la segunda mitad del siglo XX. Desde hace más de quince años he sido testigo de una labor secreta y de cambio constante. Rafael Canogar cree que la creación es una aventura: la primer pincelado, el primer trazo, el primer rompimiento con el pasado. Aunque es consciente que en momentos hay que volver al punto de partida. Atrás y adelante se abren espacios. En su caso: el informalismo, la figuración, la abstracción. Un cambio significativo del arte moderno, que me lleva a pensar en una palabra: metamorfosis. Pero Canogar sabe cuál es su horizonte, crea para poblar un vacío que lo persigue, que lo interroga, para crear siempre una nueva aventura.   Juego entre lo desconocido y lo conocido. Tiempo y memoria. A lo largo de más de cincuenta años, Canogar ha comprendido lo que afirmo en algún momento Octavio Paz: “La modernidad no es la novedad y que, para ser realmente moderno, hay que regresar al comienzo del comienzo”.1

En cada etapa creativa Rafael Canogar se ha arriesgado a redescubrir su lenguaje pictórico. Y no puede retroceder. Él sabe dónde y cuándo terminará su aventura. Su obra reciente lo sabe. Oscila entre el balbuceo y la iluminación. Es una lucha entre el rigor y la espontaneidad. No es sólo un pintor poeta, es una sensibilidad lúcida, reflexiva. Sus formas, tensas y poéticas, cuyos colores son de un destello salvajemente entusiasta, que instan al recogimiento, al silencio, donde el espectador dialoga directamente con la obra aislada, sola, o en contextos de ritmo cerrado a conciencia.

“ El curso de la obra de un pintor – dice Rothko 2– a medida que avanza en el tiempo, debe tender hacia la claridad, hacia la eliminación de los obstáculos a menudo obstinados entre el pintor, la idea y el espectador”. Retomo esta idea, pues la integridad con que Canogar ha asumido los riesgos de su aventura, ha sido necesaria, sin miedo a la caída o al vacío, seguro como afirma Rothko   de su claridad, para vencer todas las influencias, transformarse y crear una de las trayectorias más singulares de a segunda mitad del siglo XX. Canogar no cambia, sino que madura a través de los años. En su nueva aventura creativa la materia está viva (inercia) y el romanticismo del arista vive más libre, es decir, nos asombra con creaciones cada vez más delirantes, silenciosas, que recuerdan la frase mágica que rescata Gaston Bachelard en algún ensayo: “ Le silence, est la nuit de la parale”.

[caption id="attachment_751351" align="aligncenter" width="4000"] Soledad Lorenzo, Miguel Ángel Muñoz y Rafael Canogar, Madrid, España[/caption]

En lo que podríamos llamar su primera época creativa, Canogar busca en la figuración su lenguaje. Quizá es un periodo más académico del gesto que de alguna manera pretendía determinar la realidad. No en el sentido de “pintar bien”, sino de emprender nuevas y arriesgadas formas plásticas.. A partir de 1948 comenzó a encontrar un mundo de formas y valores pictóricos inéditos. La libertad se muestra para él como el comienzo de una conquista. Hay en esta época artística una visión antigua y otra vanguardista. Lo moderno es consecuencia de cambio y desde ahí el artista juzga su trabajo. En diversos momentos Canogar se ha referido a ese proceso creativo como un tránsito contante y palpable. Esta metamorfosis no la podría describir, pero sí sentir. Es en cierta manera una entidad metafísica más que radical. Canogar comienza a conquistar el color y el sentido de la composición.

En 1957 inicia una nueva aventura estética: funda con diversos artistas el grupo El Paso, convirtiéndose en un miembro activo en la organización de exposiciones y de textos que describen la propuesta artística del grupo. Aunque más que un movimiento estético, El Paso fue una búsqueda constante del contacto con la modernidad: el informalismo. Fue el grito de libertad política, ideológica y cultural con que las nuevas generaciones europeas que se conocieron, y reconocieron en él la importancia de señalar y cicatrizar la herida de las dos guerras mundiales, el ocaso de las ideologías, y, en el caso de España el desastre de la guerra civil y los dominios de la dictadura.

Entre 1957 y 1962, Canogar – ya en 1956 había expuesto en París en la Galería Amaud – desarrolla un arte plenamente abstracto – informalista en el que pueden verse composiciones que se caracterizan por la interacción entre el fondo, más o menos homogéneo desde el punto de vista cromático y unas formas, casi siempre planas, de entornos muy nítidos. El negro es para Canogar un color fundamental para crear formas, y que suele contrastar con el del fondo y coadyuva a señalar la existencia de distintos niveles espaciales. “ El negro es en nuestra cultura española- dice Canogar- un símbolo de luto y muerte, connotación trascenddental de tránsito a otra dimensión, incónita y misterio siempre presente en el horizonte del hombre”.3 El color se apoya en una estructura y se considera como única función de una totalidad concreta: el cuadro. Su obra pasa de un “experimentalismo empírico a una concepción informalista”, como lo apuntó acertadamente Juan Eduardo Cirlot. Al principio, las formas negras cubren gran parte de la superficie pictórica; en cambio, a mediados de 1960, disminuyen las formas plasmadas en el ámbito pictórico. Utiliza una gama cromática amplia, resaltando los efectos de contraste entre formas de color, que posteriormente se verán con más claridad.

[caption id="attachment_751350" align="aligncenter" width="1000"] Obra de Rafael Canogar[/caption]

Canogar ha puesto un límite y su mundo es un universo de poesía visual. El pintor abre sus puertas con cuadros como: Pintura núm, 73, 1959; Serie negra núm, 2, 1959; Metamorfosis de drácula, 1960; Retrato de Óscar Domínguez, 1960; Mata-Mata, 1960 y Pintura núm, 79, 1961, entre muchas otras, en las cuales Canogar devela su atroz realidad y su irrealidad. No es un arqueólogo, sino un poeta que ha encontrado su propia voz. El espacio de los cuadros es abierto y equilibrado, aunque existen algunos en los que prevalece la composición en diagonal y sugieren un dinamismo inconfundible. Ésta es una etapa creativa que se le ofrece al artista como un esquema concreto de correspondencia estética. En los cuadros de esta época el gesto es un motor que interviene directamente en su obra; el espacio y la materia, se vuelven, al mismo tiempo, una totalidad inseparable, su pasión por estos elementos los revela en cada trazo: simbolismo de formas, líneas y colores. La unión de todos estos factores es manifiesta como dualidad: la energía y la rabia.

El proceso de madurez que marca un punto importante en su trayectoria se da entre 1963 y 1975; el artista descubre un dominio por la figura humana y por la atmósfera plástica. El cuerpo y las secuelas de la guerra civil española convergen en un mismo camino; su definición es múltiple. Se apropia del lenguaje de masas, de los periódicos, de la publicidad, y toma un camino paralelo al del pop anglosajón para utilizar todos estos elementos contra la represión que sufre la España de esos años. Es heredero directo de Goya y de su grito de denuncia son retórica. Oscila entre la realidad y la imaginación; las pinturas y esculturas de este periodo ponen al descubierto el momento histórico que vivía el artista en ese tiempo; quizá como él mismo dice: “ Era el momento de aventurarme a realizar otro tipo de discurso pictórico”. Canogar sabe que España no es sólo un país trágico, sino también un territorio que reclama libertad, en el sentido más estricto de la palabra. Obras como: Composición, 1971; El caído, 1971; El arresto II; El yacente, 1973; Mutilados de guerra, 1974 y Pintura, 1975, son un despliegue en esos “cementerios culturales” que le llevaron a crear un discurso plástico comprometido con su tiempo. No hay en estas piezas un contenido explícitamente político, quizás por ello resulta de un impacto visual mayor para el espectador. Los protagonistas son un grupo de personajes o un individuo en solitario, que tienen como marco referencial lo cotidiano, sin localización precisa. El regreso al negro, el descubrimiento de nuevos materiales como el poliéster y la madera le dan vida a estos personajes anónimos sin rostro en una escena que no tiene referencia en la realidad, pero que impacta de inmediato. Toda esta obra podría ser una vasta metáfora.

Por otra parte, la irrupción de esta etapa artística de Canogar – que lo llevó a ganar en 1969 la Paleta de Oro en el Festival Internacional de Pintura, Cagnes Sur- Mer, y en 1971 el Gran Premio de la Bienal de Sao Paulo, Brasil -, es la   negación de utilizar el arte como instrumento político. Logra alejarse de un arte puro o vacío, para trascender las formas y abrir las puertas a las leyes de la repulsión y la atracción. No predica: revela los acontecimientos. Pasa de la crítica social a la crítica de su pintura como elemento no sólo social sino también como parte de un entorno cultural, político e histórico. La ferocidad de sus múltiples imágenes, la encarnizada bestialidad del óleo La parturienta, la brutalidad estética de Retrato de un perro nos descubre a un pintor apoderado del sentimiento de la miseria humana. El sentimiento de agresión contra todo un país es el tema de sus piezas, pero son, al mismo tiempo, la búsqueda de una respuesta. Su realidad ya no es invisible, no escapa; ha dejado de ser una pregunta estática, inmóvil; Canogar le ha dado sentido. Entendió la frontera donde el artista termina y empieza la conciencia histórica. Lo colectivo, que estaba en continuo movimiento. Y lo dejó ver en su exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París, en 1975, y ese mismo año en Sonia Haine Fundación de Oslo.

[caption id="attachment_751352" align="alignleft" width="390"] Obra de Rafael Canogar[/caption]

En los años posteriores, la pintura de Rafael Canogar toma un camino determinante: la abstracción. El espacio va más allá del cuadro. No toma un sistema, es metáfora de alusiones: grito y silencio. La ruptura no implica negación sino un tránsito. Hay en el artista una necesidad de ruptura constante, que es parte integrante de su discurso plástico. A partir de finales de los años setenta se inicia una declinación por eliminar la figura y construir espacios interiores. No resume, vuelve a comenzar. Atrae, provoca, produce fascinación: volúmenes y superficies vacías, geometría y sensación, línea y color. Reducción del gesto pictórico a sus formas esenciales. La abstracción es materia austera: exploración del color, crítica del espacio. Baudelaire pensaba que con el color el pintor tiene una relación antagónica. De este modo, el artista subraya su interés por el espacio. Este interés adquirirá con el paso de los años, ya fuera del informalismo y del realismo crítico, una importancia fundamental que constituirá la parte esencial de este periodo. Canogar extrema la búsqueda: vibración amplia de resonancias. Nuevamente retoma la bidimensionalidad, el redescubrimiento de la materia y la ordenación en formas geométricas y, en ciertos momentos, lucha por romper el formato tradicional. La pintura recobra su importancia. Es un proceso de experimentación, cambio y asimilación. Canogar no conquista sino retoma su lenguaje compositivo. Los límites de la materia se han vuelto rumor y ese rumor es el llamado a lo ilimitado, al oleaje que se opone a la forma.

En los años noventa su trayectoria artística no es sólo reconocida en Hispanoamérica sino en todo el mundo; los premios siguen llegando: Gran Premio de la Trienal Internacional de Pintura, Sofía, Bulgaria, 1982; Premio Nacional de Artes Plásticas, Madrid, 1982; Chevallier L’ Orden des Artes et Lettres, Francia, 1985; la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica, España, 1991; Premio de Honor Tomislav Krisman de la 2. Trienal de obra gráfica en Croacia, 2001; Premio Tomás Francisco Prieto, Madrid, 2002 y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, 2003, el Premio de Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid, la Medalla de Oro de Arte Sevilla, 2006, XVII Premio IGNAZIO SILONE de la Cultura en Roma, Italia, en 2009. Al mismo tiempo, las exposiciones retrospectivas se multiplican en diversos países europeos y en España: París Art Center, París, Francia, 1987; Museo de Bellas Artes de Bilbao, España, 1990; Sala de Arte de la Antigua Universidad de Salamanca, España, 1991, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, España, 2002; Museo Nacional de Varsovia, Museo de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina, y Museo Casa de la Moneda, Madrid, 2003, Sala Maior, Oporto, 2007; Galería Borgogna, Milán, Italia, 2008; Rafael Canogar. Accademico di Spagna, Archivio di Stato, Florencia, Italia, 2009; Galería Protée, París, 2012; Calcografía Naconal, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2012. Canogar pinta todas las variantes de una invención plástica. Inventa y reinventa un lenguaje. Unión y desunión de signos. En estos cuadros de la última década que van del 2000 al 2012, el espacio es un juego compositivo, sí, pero no es una extensión abstracción, sino una vibración poética de la composición. Ese espacio nace de la conjunción entre espacio y vacío. El descubrimiento no es intelectual sino ceremonia mágica. Cada obra es un campo de batalla, una memoria abierta; todo símbolo cambia continuamente; son encarnaciones momentáneas. Dentro de los cuadros de Canogar la posición es cambio de figura y forma. Tiempo después renueva su lenguaje, se inicia un nuevo período, la obra gravita. Es decir, enmarca otras cualidades, construye dimensiones más sensibles y, al mismo tiempo, más abstractas- Esto contradice o bien sorprende por la anulación del espacio, que es la anulación de las formas. Me parece que Canogar invierte el tiempo: la materia se vuelve metáfora, música discordante, punto de quiebre entre lo antiguo y lo moderno. Grito de tensión que guarda vestigios anteriores.

[caption id="attachment_751354" align="alignnone" width="550"] Rafael Canogar[/caption]

El pórtico, 1992; El muro, 1992; Berlín, 1993; Casa de los misterios, 1997; Arqueología, 2000; Bisel, 2002; Besante, 2002; Arma, 2002; Ataire I, 2002, son una serie de cuadros realizados en tiempos diferentes, pero que tienen una estrecha afinidad temática y formal. Aunque hay afinidades conceptuales, cada obra es transformada de manera radical. Ahora el cuadro se divide en unidad- parte, en momentos intercambiables entre sí. Esta evolución es la reunión de muchas fuerzas. Confrontación y encuentro. No sería aventurado afirmar que la única analogía es la pasión subversiva al momento de realizarlas. Esta música es la composición del espacio. La condición matérica es relevante, ya que siempre se descubre y se transforma junto a cierto modelado específico. El uso de materiales como la pasta de papel o la madera es un componente esencial para la composición de la obra. Investiga e indaga nuevamente en la relación entre el color, la línea y el volumen. Son piezas en las cuales el muro y el fragmento tienen un papel arquitectónico -–puertas, ventanas, capiteles -. Es la construcción imaginaria de una ciudad habitada por un espacio ilusorio, detenido en la memoria del espectador. La palabra insisto es clave en la obra de Canogar, y producto de esa composición imaginaria son ciudades en constante movimiento. Ya lo había apuntado Clement Greenberg: “El cuadro se ha convertido hoy en la entidad que pertenece al mismo orden de espacio que nuestros cuerpos; ya no es el vehículo de un equivalente imaginado de ese orden. El espacio pictórico ha perdido su “interior” y se ha hecho todo “exterior”4

El juego estético se mantiene a lo largo de la obra de Canogar. Al igual que en sus etapas anteriores, Canogar se preocupa por expresar a través de la pintura su idea del espacio. Su sintaxis plástica es una lógica poética dual: revelación del sueño. La pintura no es investigación sino develación de la realidad. En estos últimos años, Canogar redescubre el don de la pintura y trata de darle un nuevo sentido.. Su quehacer pictórico es un rehacer y hacer lleno de equilibrio, poesía y maestría. El cuadro se vuelve poesía. No como texto visual, como asimilación, cambio y experimentación. Cada cuadro desea extraer de sí mismo su propio significado poético y estético. Un camino difícil, pero que Canogar ha sabido sortear con gran fortuna a lo largo de toda su trayectoria. Canogar no sólo es estímulo, sino un modelo de cómo los recursos en el arte son inmensos.

La madera y el vidrio fueron y son otros de los materiales que utiliza Canogar. Construcciones compactas que expresan significados, y en cierto modo, definen el soporte del cuadro. Silencio del espacio. La paleta del artista es pura, vital, enérgica. Mutación pasajera, delirio de la razón que evoca exploraciones. Este artista, en momentos radical, encarna la dualidad de estos elementos: engloba todas las formas y despedaza lenguajes. Paradoja lingüística, analógica imaginación. El silencio es respuesta no para contestar sino, nuevamente, para elogiar la dirección de su espíritu.

El arte de Rafael Canogar es eco, peregrinación y resplandor. La pintura es, como decía anteriormente, equilibrio, convergencia. Pacto y pausa. La magia – dice Cassirer – es la fraternidad de seres vivos, porque se funda en la creencia de una energía o de un fluido universal. Canogar es heredero de esta tradición y conoce su silencio. La materia es su voz inédita.

La pintura no tiene herencia: hay afinidad, conquista. Canogar, tomó, descubrió y transformó. . Su obra reciente es un emblema – nombre poético- místico, alquimia que converge entre equilibrios distantes, tránsito que forma parte del proceso circular de la obra pictórica. Cada una de las obras de Canogar es, como un vacío interminable, un signo diverso y poético del espacio que me lleva a imaginar una trayectoria artística capaz de transformarse y nacer sin rasgos estéticos ni límites históricos.

[caption id="attachment_751357" align="aligncenter" width="720"] Joan Miró, Antonio Saura, Manolo Millares y Antonio Saura[/caption]

En sus cuadros de los últimos tres años: Horinte, Articulación, Impronta, Tabla, Opaco, Inercia, todos fechados en 2009, o más recientes Foco ,Estadio, Delta y Cometa, del 2011, y Cota, Espejo, Plafón, Rastros ,Gola, Creca, Babe del 2012; el espacio no nace como una extensión abstracta sino como vibración cromática. Hay una búsqueda del espacio, pero de un espacio vacío. Un espacio fragmentado y recompuesto en unos grandes campos de color, que parecen muros, pero también aberturas a la vez. Las formas planas y tensas, en momentos convulsas, expresan su movimiento más poético, cuando Canogar encuentra su significado. Y, cuando lo encuentra, lo ilumina. Conjunción visual, pictórica y poética. Juega con la tensión de las composiciones, y un contorno que no es ni un rectángulo ni un cuadrado, sino un perímetro irregular; después, las manchas – las masas- de color que cubren la forma total y que actúan   creando una nueva tensión con el soporte. El color está relacionando con la forma de la base, pero no se le somete totalmente – es su acompañante, pero no su consecuencia. Más crudo y violento. Es una transformación que hace que el color vibre, que el espacio exista, no para conquistar la composición, sino para provocar una embriaguez de vértigo lúcido, lleno de formas y poderosa poesía llena de perturbación visual. En este poema de la poeta polaca Wislawa Szymborska cree firmemente en la exploración de los sentidos. En la aparición de lo invisible. Y a contracorriente, Canogar no sólo lo cree, sino que lo recrea en su pintura, creando un universo de formas inéditas, que demuestran su furia creativa constantemente: la magia de crear.

Creo en la dispersión de las cifras,

En su dispersión sin remordimiento.5

Las dimensiones de estas piezas son grandes, por ejemplo, Dominio, Trino, Fausto o Pliegue. No pretenden ser pared, en todo caso fragmento de pared transformado en objeto. Son arquitectura invisible. Canogar logra que circule el aire, que la forma no quede apretada, sino libre, móvil, germinal. Que esté el germen de la forma, más que la misma forma. No son las formas parciales, internas, las que le interesan, sino la forma total. Esa forma total la veo integrada por el formato, la estructura, el color, la textura. La reiteración de todos estos elementos es lo que constituye la obra. Rafael Canogar es un artista que es capaz de contradecirse, un solitario – alquimista y renacentista - que combate con el pasado y el presente, con sus maestros y sus contemporáneos, pero sobre todo, y como lo ha hecho a lo largo de más cincuenta años: con él mismo. En fin, un artistas de su tiempo.

1 Los privilegios de la vista 1,Octavio Paz, Fondo de Cultura Económica, México, 1997.

2 La realidad del artista, Mark Rothko, Editirial Síntesis, Madrid, 2008

3 Espejismo y relidad. Divergencias estéticas Rafael Canogar, edición de Miguel Ángel Muñoz, Editorial Síntesis, Madrid, 2011.,

4 Arte y cultura, Clement Greenberg. Editorial Paidós, Barcelona, 2002.

5  Descubrmiento, en Paisaje con grano de arena, Wislawa Szymborska, Editorial Lumen, Barcelona, 2011

*Texto del libro La abstracción de Rafael Canogar, que publica Instituto Valenciano de Arte Moderno ( IVAM) Valencia , España